12/08/2025
NO PIERDE EL QUE DA AMOR....PIERDE EL QUE NO SABE RECIBIRLO.
Entre los callejones de un pueblo perdido entre las siembras, en el norte de Sinaloa, las sombras se arrastraban como los secretos de sus habitantes. Allí vivían Antonio y Noelia, un matrimonio que, en apariencia, había sido un refugio. Pero las apariencias mienten.
Antonio, un ejecutivo de ventas, llevaba el peso del mundo en los hombros. Mientras tenía empleo, entregaba cada pedazo de su esfuerzo para mantener a su familia, con la esperanza de que su amor bastara para sostener el hogar. Noelia, ama de casa, tenía en sus ojos una ambición que el dinero no alcanzaba a llenar. Menospreciaba a Antonio con pequeñas palabras venenosas, heridas que se clavaban poco a poco.
El día que Antonio fue despedido, un golpe invisible pero mortal para su orgullo, todo cambió. Noelia no vio al hombre cansado y dolido, vio un fracasado, un lastre. Lo empujó con palabras duras, con desprecio frío, hasta que él, por desesperación y amor, aceptó su cruel mandato: viajar a Estados Unidos como ilegal para buscar lo que en casa se había roto.
Cinco años de sacrificio. Antonio enfrentó la soledad del exilio, el frío de un país que no lo esperaba, y el dolor de una salud que se quebraba por el trabajo excesivo. Cada centavo que enviaba era un hilo de esperanza que ella tomaba para tejer su propia red... pero no para el hogar, sino para sí misma.
Noelia gastaba el dinero en caprichos, en amantes que llenaban su vacío de poder y deseo. Primero fue el instructor del gimnasio donde se inscribió, luego el del béisbol de su hijo. Él, con la fuerza y la energía que Antonio ya no tenía, era el héroe de sus días, la nueva fuente de su ego insaciable.
Cuando Antonio volvió, con el cuerpo cansado pero el corazón aún latiendo por su familia, encontró un hogar helado. Noelia no solo le negó un lugar en la cama, le negó la dignidad. Hablaba de él con desprecio en cada esquina del pueblo, decía que el dinero era escaso porque Antonio nunca había sido suficiente. Lo usó para sus amantes, para regalos excesivos y olvidos profundos.
Antonio intentó rescatar lo que quedó. Cada intento era un choque contra el muro de indiferencia y odio que Noelia levantó. Finalmente, el hombre que había dado todo, que había perdido salud, se dio cuenta que el verdadero vacío no estaba en su bolsillo, sino en el alma que lo rodeaba.
Se apartó, curó sus heridas con trabajo y tiempo, y volvió a levantarse. Noelia, envejecida y sin el brillo de sus amantes, sin dinero ni poder, quedó sola y expuesta en el pueblo, un espectro de lo que quiso ser. Ahora, lloraba su soledad, rogando que Antonio regresara. Pero él ya no era aquel hombre que se fue; él era un hombre de éxito, que había aprendido que no pierde el que da amor, sino el que no sabe recibirlo.
En el callejón, las sombras guardaban su historia, un eco amargo que advertía a quien quisiera escuchar: el amor verdadero no se fuerza, no se compra, no se mendiga. O se recibe, o se pierde.
Historia original de Adrian Rivera para El callejón de los Mitos, historias y leyendas.