11/02/2025
AQUELLA MADRUGADA DE FEBRERO.
El sol empezaba a ocultarse tras la cadena de montañas, el dia estaba ya agonizando con los últimos minutos de claridad. La ciudad de Guatemala, una urbe mediana en aquellos años de la década de los 70’s, parecía entrar en un sueño calmo, dando la impresión de detener el tiempo.
Era una tarde fria, como son las de febrero, locas, intensas e impredecibles.
Antonio junto a su esposa Chepita (Josefa), caminaban apresuradamente hacia su hogar en el barrio de la parroquia, quería llegar antes que las sombras de la noche los envolvieran.
Unas horas antes habían salido a pasar la tarde al Cerrito del Carmen, caminar por su laderas que alimentaban cabras con sus verdes pastizales y escuchar la misa vespertina en la capilla de la Ermita.
Cuánta paz se percibía en aquella colina.
Al salir de misa era obligatorio quedarse a comer tostadas de guacamol, frijoles y salsa, acompañados de chuchitos y el infaltables atol de elote.
La vida era bella, el futuro se veía venir con éxito y la ilusión de una familiar numerosa hacia soñar a aquella pareja de recién casados.
Vos Chepita -dijo Antonio-
Don Carmelo me ofreció que desde marzo voy a ser el nuevo jefe del taller, que me iba a echar unos buenos quetzalotes a la bolsa.
Con ese dinero y el favor de Dios, ahora sí que se vengan unos 10 patojos para que sea grande la familia.
-Jajajajajaj-
Diay vos Tono, ni que fuera coneja para estar pariendo hijos por docena..
Mejor anda pensando en comprar un carrito para no andar de noche peligrando.
Y mejor vámonos porque ya casi es de noche y aquella señora que está abajo de aquel pino ya me dió miedo.
Tomaron con prisa lo que les quedaba de atol y emprendieron el camino de regreso, bajando por las veredas del cerro, buscando la calle Juan Chapin. Al llegar al atrio de la iglesia de San José, Chepita vio bajo el dintel de la entrada al templo a aquella misma mujer parada, viéndolos fijamente.
Su mirada penetrante no se apartaba de aquella pareja.
Vos Tono, porque nos sigue esa mujer, acaso sera alguna tu cashpiana que te anda vigiando?
Ay mujer, cómo crees vos qué te engañaría con esa señora, además parece enferma.
Mirá que pálida y huesuda está.
Ay nanitas mejor apuremonos porque me esta dando miedo.
Y así apuraron el paso, la noche se cernía sobre ellos, el viento azotaba con fuerza y el frío se hacía sentir.
Las calles como cosas raras, estaban vacías, parecía que el frío había obligado a la gente a encerrarse temprano.
Luego de unos minutos, llegaron a la iglesia de la parroquia, ahí en la plazuela se veia un grupo de gente que se aglomeraba alrededor de un canasto a comprar pan.
Antonio se detuvo a comprar unas semitas y unas conchas, ya que unos metros adelante estaba su hogar.
Antes de entrar Chepita vio que tres casas antes, bajo una tenue luz de alumbrado público, estaba aquella mujer, con vestido negro, semblante rígido y una mirada de angustia, como queriendo llorar, como queriendo gritar, como queriendo decirle algo a través de esa fría mirada que no se apartaba de ellos.
Vos Antonio, -exclamo ella, entrelazando la frase con un ligero llanto- decime que esa mujer no es tu casera.
Él, alarmado salió a la calle pero no vio a nadie.
Y así con ese disgusto se fueron a dormir.
El viento soplaba fuerte esa noche, el frío calaba los huesos. Las láminas de zinc del techo, temblaban ante la fuerza de aquellos vientos, como queriendo escapar, irse lejos, hasta donde el viento pudiera elevarlas y evitarles sentir el peso de la madrugada que se avecinaba.
Aquella casa como la mayoría de las casas del centro histórico de la ciudad, estaba construidas con paredes de barro y bajareque. Techos de teja o lamina de zinc.
El calor del hogar se hacía sentir dentro de aquellos gruesos muros.
Antonio, molesto por los celos de su esposa vio su reloj de pulsera, eran las 9:00 pm de aquel 3 de febrero.
El viento soplaba fuerte, los perros ladraban amedrentados y los animales domésticos se veian inquietos.
Pensando que para el siguiente día a su mujer se le pasaría el enojo, tendio unas cobijas a un lado de la cama, apagó las luces y se acostó a dormir.
Entre ladridos y escándalo de perros la noche fue transcurriendo, la ciudad dormía, la calma era extraña, el frío arreciaba.
Cuando el reloj marco las 3 a.m, los perros empezaron a aullar fuerte, todos al unisono, era un lamento que aterraba.
A lo lejos entre los silbidos del viento se escuchaba también un murmullo que paseaba sobre los techos de las casas.
El reloj marco las 3:02, el tiempo se detuvo ahí.
Un trueno ensordecedor, la tierra empezó a moverse violentamente, los murmullos se volvieron ahora un infernal ronroneo.
Antonio intentó pararse pero la fuerza del temblor lo tumbaron, entre la obscuridad no sabía que hacer, estaba desorientado.
Chepita! Grito con desespero.
De repente escucho un fuerte estruendo, polvo y el frío de la noche que se colo por una gran abertura en la pared..
La pared! Exclamó. Está ya no existía.
Y Chepita?
La tierra dejo de temblar y sobre el un montículo de tierra, adobe, madera y mucho frío.
No podía moverse ahora, sus piernas estaba bajo los escombros.
Gritaba con desespero.pero nadie llegaba, no sabía que había pasado.
Llamaba a Chepita, pero está no respondia..
Minutos después alguien con linterna en mano lo encontró y con la ayuda de otros vecinos lo liberaron de los escombros.
Con asombro vio entre la multitud a Chepita junto a aquella extraña mujer, que lo veían a lo lejos.
Con un suspiro de alivio empezó a llorar y pedir que le avisarán a su esposa que estaba bien.
Sin embargo, alguien le indico que eso no era posible, alumbraron con la linterna los alrededores y la cama donde dormía Chepita estaba bajo el grueso muro que había colapsado sobre ella.
Antonio gritaba con locura que era mentira, que su mujer estába afuera acompañada de la mujer de negro.
Sin embargo un brazo salía de entre los escombros, como testigo de la desgracia que acaba de suceder.
Entre los vecinos lo acomodaron en un claro al centro del patio junto a otros heridos.
Mientras lloraba su desgracia Antonio contó la historia de la mujer que los había seguido la tarde anterior.
Y que había visto minutos antes acompañar a Chepita.
Cuando el reloj marco las 4:05,
Antonio señalando hacia un muro contiguo grito:
AHI ESTA ESA MUJER!
Si, Si, la de negro.
En eso una replica del temblor sacudió violentamente la tierra y un enorme trozo de adobe voló impactando sobre el.
Esa madrugada de aquel 4 de febrero, el terremoto unio también en la muerte, a Antonio y Josefa.
Quienes contaron está historia dieron muchas versiones de quién podria ser aquella misteriosa mujer….
Los lectores que opinan?
Cuento original, escrito por Adrián Rivera, para el Callejón de los mitos, historias y leyendas.