
29/07/2025
Cuidado, con tus ojos, tus oídos , tu lengua y tu corazón . Son del Señor y de tu cónyuge.
La infidelidad ya no comienza en una cama.
Comienza con un “me gusta” disfrazado de inocencia.
Con un “qué bonita te ves” que jamás dirías si tu pareja estuviera leyendo.
Con una reacción con corazoncito a una historia que no era para ti.
Comienza ahí… en lo digital, en lo secreto, en lo aparentemente inofensivo.
No hay caricias, pero sí hay interés.
No hay besos, pero hay tiempo, energía, atención…
Que ya no se entregan en casa, sino en un chat.
Mensajes que se mandan con emoción, mientras a tu pareja la ves sin mirarla.
Y entonces empiezas a ocultar.
Silencias notificaciones.
Borras conversaciones.
Te ríes más con alguien que no duerme contigo.
Y justificas todo con un: “no es para tanto”.
Pero sí es para tanto.
Porque estás cruzando un límite.
Estás compartiendo partes de ti que ya no le pertenecen solo a tu pareja.
Y cuando todo se descubre, cuando todo explota…
Te haces el ofendido.
Pones cara de “solo fue un mensaje”, “no pasó nada”, “ni siquiera la vi en persona”.
Pero ya traicionaste.
Porque la infidelidad no siempre se da con el cuerpo…
A veces empieza con el alma.
Y esa, aunque no deja marcas en la piel,
desgarra igual o más.
Porque si tienes que ocultarlo…
Entonces, ya sabes que no está bien.
Y si necesitas justificarlo…
Ya sabes que estás rompiendo algo.
La infidelidad emocional también destruye hogares.
Aunque no se vea, aunque no se toque, aunque no se grite.
Destruye.
Y lo hace en silencio… como todo lo que duele de verdad.