23/07/2025
Se fueron las champas, pero el hedor a podredumbre institucional se quedó.
Lo de Joviel y su mafia no fue una protesta: fue una puesta en escena de la decadencia nacional. Una coreografía del chantaje disfrazada de “lucha magisterial” con un solo objetivo: mantener el control de un sindicato convertido en maquinaria de extorsión.
Durante 56 días, la Plaza de la Constitución fue el escenario, la niñez de las escuelas públicas el rehén. Un grupo de maestros corruptos paralizó la educación pública mientras el Ministerio Público se hizo el ciego, sordo y mudo, la Corte Constitucional jugando a dios y al diablo —multando por un lado, blindando pactos por el otro—, y la Municipalidad capitalina de los Arzú - Quiñonez cerró los ojos ante violaciones de tránsito que a cualquier ciudadano común lo multan en 5 minutos.
Y mientras los titulares nos distraían, la ministra de Educación, se fue de vacaciones y volvió. El Ejecutivo, pactó con Estados Unidos un acuerdo confidencial y nos endeudó innecesariamente con bonos del tesoro. Sí, mientras los niños estaban sin clases y los titulares los ocupaba Jodiel, el gobierno firmaba cheques con el futuro del país.
Y por si faltaba algo, la ultraderecha moribunda, derrotada, patética y recalcitrante —FRENO, los diputados de la UNE, los de VAMOS como Boris España, una tal abogada Castellanos y un tal José (puerto desinforma) mercenarios digitales de SERVIR (El partido de Pineda), Armando Castillo Presidenciable de Viva y Tres Kiebres, entre otros — encontraron en Joviel un nuevo caudillo. Ya ni les importa si es izquierda o derecha: les basta que huela a poder.
Todo mientras páginas netcenter encabezados por Xela News se dedicaban a manipular, desinformar y proteger a los sátrapas de las champas.
¿Y la niñez? Abandonada. Robada. ¿Qué lecciones puede impartir un maestro que pasó borracho más de 50 días en una champa? ¿Qué autoridad moral tiene alguien que vendió la educación a cambio de un pacto con el poder? ¿Quién financió esa logística millonaria? ¿Dónde está la rendición de cuentas?
Manual del sistema: ensuciar lo que no puede controlar
Nada nuevo bajo el sol. Cada vez que una causa justa amenaza al poder, el sistema responde con su jugada favorita: infiltrarla, ensuciarla y hacerla irreconocible.
Así fue como una demanda legítima —mejores condiciones para enseñar y aprender— terminó secuestrada por una cúpula sindical corrompida, dirigida por el parásito de Jodiel Acevedo, que lleva casi dos décadas cobrando sin pisar un aula.
Convirtieron la protesta en farsa, el reclamo en chantaje, y a miles de maestros en carne de cañón de una huelga sin propósito, sin transparencia y sin una sola pizca de decencia.
La causa era noble. La manipulación fue miserable. Y el daño, profundo.
Educación secuestrada, país hipotecado.
No fue solo tiempo lo que se perdió.
Fue el mensaje.
En Guatemala podés dejar a miles de niños sin clases, emborracharte en una champa, bloquear calles, amenazar funcionarios, exigir privilegios, y aún así cobrar el salario completo —y encima, posar como víctima.
Eso también educa.
Educa en impunidad.
Educa en cinismo.
Educa en la lógica enferma del chantaje.
El daño no es solo académico, es moral: generaciones que aprenden que el poder se obtiene por quién grita más fuerte, no por quién enseña mejor. Que lo justo es lo que conviene, no lo que construye futuro. Que ser maestro no es un acto de vocación, sino un negocio sindical.
Y mientras tanto, la niñez —que no sale en las fotos, ni firma pactos, ni grita en mítines— sigue esperando. Pero no espera de brazos cruzados: se forma en el abandono, crece en la carencia, y aprenderá que aquí los que triunfan no son los mejores, sino los que mejor extorsionan al sistema.
Eso no es huelga, es secuestro.
Eso no es lucha magisterial, es mafia con chaleco y título.
Y la tibieza del Estado, es complicidad, su inacción… los hace coautores, aunque lo disfracen de heroísmo, porque de nada sirve echar a Acevedo si la educación sigue por los suelos, de nada.
Porque cuando el chantaje se premia y la corrupción se tolera, la educación no solo fracasa: se convierte en ruina colectiva.
¿Quién paga y quién calla?
¿Quién financió la maquinaria de esta toma del sistema?
Casi dos meses de huelga con carpas, transporte, comida, alcohol, sonido y logística. ¿Quién puso el dinero?
¿Quién mantuvo a estos “educadores” fuera del aula, lejos del deber, cerca del chantaje?
¿Y quién va a tener el valor —mínimo, básico, decente— de impedir que regresen a dar clases como si aquí no hubiera pasado nada?
Porque sí pasó:
La niñez fue abandonada.
Las familias fueron burladas.
Y la nación fue hipotecada en nombre de un pacto espurio.
Esto no fue una protesta. Fue una operación.
Y cada quien que la financió, la defendió o la encubrió, deberá rendir cuentas.
La niñez no se negocia. La patria no se chantajea.
Esto no va de ganar una narrativa. Va de trazar un límite.
La educación es la última trinchera entre el atraso y la dignidad.
Y quien la toma como rehén, se vuelve enemigo directo de la Nación.
El futuro de Guatemala no se firma en pactos oscuros ni se cuida desde oficinas cómodas.
Se defiende en las calles, en las aulas y con la palabra firme.
Y si su jugada fue tocar a nuestra niñez, que escuchen bien:
Esa línea no se cruza. Y si se atreven, no hay retorno.
Guatemala merece un futuro mejor
Sergio Vega
Presente