25/09/2025
Arévalo en la ONU: discursos de Suiza, política de Guatemala
Bernardo Arévalo habló hoy en la ONU como si gobernara Suiza.
Lengua maya, multilateralismo, reforma al Consejo de Seguridad, paz mundial, cambio climático, Gaza, Ucrania, Haití.
El problema es que su gobierno es en Guatemala, no en Ginebra.
Las palabras fueron bonitas.
La paz, la “vera paz”.
La lucha contra la corrupción.
El amor a la naturaleza.
El acompañamiento internacional.
Todo bien dicho. Todo correcto.
Pero mientras en Nueva York hablaba de transparencia, aquí en Guatemala el Decreto 7-2025 sigue vigente:
👉 fondos de Codedes sin control,
👉 clientelismo municipal con aval exprés,
👉 un cheque en blanco disfrazado de desarrollo.
¿Dónde está la coherencia?
No se puede pedir reformas al multilateralismo mientras se deja que alcaldes conviertan recursos públicos en botín electoral.
No se puede hablar de “vera paz” mientras se tolera la tala de ceibas en Masagua o se permite que ALPASA siga envenenando a la zona 12 en TOTAL impunidad.
Ese es el choque brutal:
Discurso de estadista en la ONU.
Política de tibieza en Guatemala.
Arévalo habló de Palestina y Gaza. Fue tibio, pero habló.
Condenó la muerte de civiles, pidió alto al fuego y liberación de rehenes.
Correcto, pero cómodo: discurso humanitario sin tomar postura real. Un diente al labio, sin arriesgar capital político.
Se sumó al libreto pro-Ucrania. Llamó a frenar la invasión rusa. Palabras alineadas a Washington y Bruselas, previsibles, sin matices.
Mencionó Sudán, como un dato de Naciones Unidas, pero sin peso real. Una cita obligada, no una convicción.
Respaldó la misión en Haití, donde Guatemala ya participa con efectivos.
Bien como gesto, pero irrelevante en términos de influencia real: no tenemos peso militar, solo acompañamos.
Y puso a Belice sobre la mesa: confió en la Corte Internacional de Justicia para zanjar el litigio.
Correcto y diplomático, pero no arriesgó nada: ni visión de integración, ni propuesta de futuro.
Todo fue políticamente correcto. Nada fuera del guion.
Arévalo no se equivocó, pero tampoco marcó agenda.
Dijo lo que cualquier presidente “democrático” debe decir para quedar bien en el foro.
Pero no fue más allá.
Y lo más hiriente:
los exiliados y los presos políticos siguen sin consuelo.
Los operadores de justicia que enfrentaron a la mafia
no encuentran ni una señal clara de que podrán volver.
Arévalo pudo —y puede— nombrarlos en cargos diplomáticos,
darles voz en foros internacionales,
convertirlos en símbolos de resistencia.
En cambio, nombró embajador en España
al principal lobista anti-CICIG.
Peor contradicción, imposible.
Los presos políticos siguen encerrados:
líderes indígenas que lo respaldaron,
periodistas que destaparon corrupción,
fiscales que se jugaron la vida.
El presidente no controla al Ministerio Público, cierto.
Pero tiene un poder que no ha usado:
ejercer presión política, internacional, simbólica.
Podría poner nombres y apellidos en la ONU.
Podría visitar a los presos.
Podría hacer del silencio cómplice un escándalo internacional.
No lo hace.
Habla bonito, pero calla donde debería rugir.
Y mientras tanto,
Porras y su clan siguen operando a plena luz del día.
Sí, votamos por usted.
Sí, lo apoyamos para frenar a la vieja política.
Pero lo que hoy vemos es decepción.
Mucho verbo.
Poca acción.
El discurso en la ONU no cambia que aquí el Estado siga a la deriva.
No cambia que aún no se dé el veto presidencial.
No cambia que el Estado siga cediendo frente a caciques, alcaldes clientelares y operadores de impunidad.
Y lo que urge ahora no son palabras, son vetos.
👉 Vete ese decreto.
👉 Rompa con el clientelismo.
👉 Demuestre que su presidencia no es poesía diplomática, sino defensa real de lo común.
De lo contrario, el discurso quedará como un acto de fe vacío: Guatemala luciendo bien en el escenario global, mientras se hunde en casa bajo las mismas redes de corrupción que juró enfrentar.
Los pueblos mayas hablaron de ciclos de 20 años.
Usted habló de paz verdadera.
Nosotros hablamos de futuro en juego.
Y ese futuro no se construye en Nueva York.
Se construye aquí, con decisiones reales, ahora.
Un presidente no se mide por lo que dice en la ONU, sino por lo que hace en Guatemala.