15/07/2025
*SAN RAFAEL DE LAS MATARAS*
Narrativa Arturo Rendón Pineda
NOTA: Sin animos de minimizar las actuaciones del Ejercito hondureño para la guerra con El Salvador, nos permitimos narrar concretamente nuestra experiencia vivida con un grupo de civiles en esos nefastos días.
Durante los dias álgidos de la guerra con El Salvador en 1969, un día antes de la muy publicitada batalla de San Rafael de las Mataras, con otros compañeros voluntarios nos habíamos quedado a dormir en el carro en un sitio llamado El Moral, a escaso un kilómetro arriba de San Rafael. Cerca de donde estábamos estacionados a orillas de la cuneta, había una especie de tanque que al menos lo parecía, según dijeron había sido construido en San Pedro Sula, en el taller de los hermanos Fontana, usando un tractor de oruga forrado con lámina de hierro de media pulgada que fuera llevado en un camión al escenario de la guerra, como una aportación de los san-pedranos, muchos de los cuales habían hecho acto de presencia también como voluntarios.
Pasamos esa noche en El Moral acomodados en los carros, justo donde había y aún existen un grupo casas donde conseguíamos comida. En la madrugada del día siguiente (17 de Julio 1969), por la cadena Nacional de radiodifusión escuchamos sorprendidos la noticia de que: “el Ejército Hondureño se había cubierto de gloria al hacer morder el polvo de la derrota al enemigo invasor, en un violento combate que había tenido lugar en San Rafael de Las Mataras”. Desde el sitio muy cercano donde acampamos aquella tarde, efectivamente, habíamos visto sobrevolar aviones sobre la casa hacienda de San Rafael, y se escuchaban esporádicas ráfagas de ametralladoras y disparos aislados. Dos aviones de la Fuerza Aerea Hondureña además de ametrallar el lugar, arrojaron dos bombas cuyas explosiones pudimos escuchar, y que posteriormente pudimos comprobar que fueron a caer a un bosque distante.
Encontrándonos tan próximos al sitio donde dijeron había sido escenario de una cruenta batalla, a nosotros nos pareció que lo que había ocurrido aquella tarde no había pasado de ser más que una incursión aérea contra una columna de soldados salvadoreños que frecuentemente merodeaban por aquellos parajes, tal y como a nosotros mismos nos habían sorprendido el día anterior, mientras con el Abogado Randolfo Díscua y el Diputado Odilón Ayestas, ayudábamos a un celador de telégrafos mientras instalaba un teléfono rural en las cercanías de Sinuapa donde había sido cortadas las lineas, donde fuimos atacados con fuego de ametralladoras desde un bosque vecino, lo que nos obligó a salir huyendo.
En cuanto escuchamos la noticia de “la batalla” aquella madrugada en El Moral, salimos apresurados recorriendo la corta distancia que nos separaba de la hacienda de San Rafael. Al aproximarnos al lugar, en una cuneta en las vecindades, encontramos tres cadáveres ya rígidos de soldados salvadoreños que procedimos a sacar, y a recoger fusiles, cascos, yataganes y cinturones con el logo de la Guardia Nacional de El Salvador en las hebillas, de las cuales aún conservo un ejemplar como trofeo de guerra.
En cuanto arribamos al lugar, vimos un tractor cavando un agujero profundo a orillas de la carretera, donde por consejo del motorista arrojamos los cadáveres a la zanja que estaba abriendo la máquina. Nos llamó mucho la atención no ver en las cercanías del área a ningún militar hondureño, así como tampoco la tarde anterior vimos tropa alguna movilizarse por donde acampábamos en El Moral, por donde forzosamente tenía que haber pasado cualquier contingente de soldados por pequeño que fuera. CONTINUA AL REVERSO…
Después de entretenernos viendo cavar al tractor, salimos montaña abajo hacia el sector de La Pedrera en las vecindades de Sinuapa, ciudad gemela de Ocotepeque hasta donde era prudente llegar. Horas más tarde, cuando regresábamos, encontramos en Las Mataras al Teniente Frank Ramírez acompañado de dos soldados que recién habían arribado al lugar, quien sorprendido de encontrarnos en el área en que supuestamente se había librado el combate la tarde anterior, nos requirió para que le entregáramos las armas que recogimos de los tres soldados mu***os por ser armas nacionales según dijo, mientras nos explicaba que en los promontorios que hacía el tractor, habían enterrado cadáveres de soldados salvadoreños que habían caído la tarde anterior.
Obviamente, el oficial ignoraba que habíamos estado horas antes en el lugar justo cuando comenzaron a abrir las fosas, y que los únicos cadáveres enterrados eran los que habíamos encontrado nosotros temprano de la mañana. Por nuestra parte, nos limitamos a escuchar su explicación sin ningún comentario.
Esa mañana ni la tarde anterior, no encontramos ni vimos a la tropa que dijeron había combatido, lo que nos hizo suponer que lo que había ocurrido en San Rafael de las Mataras, no paso de ser más que una simple escaramuza provocada por la participación de los aviones que por esa única vez, vimos sobrevolar por la zona. Posteriormente a nuestra incursión mañanera por San Rafael de las Mataras, los militares prohibieron el paso a los miembros de la prensa nacional e internacional que al enterarse de la noticia habían acudido a cubrir la información, de la que no se dieron mayores detalles sobre las bajas ni se publicaron fotografías.
Los aviones de la FAH que vimos sobrevolando Las Mataras, obviamente no habían provocado bajas aparte de los soldados mu***os encontrados por nosotros.
La misma versión que comentamos en el presente artículo, fue transmitida dias después en un programa noticioso, por un destacado periodista de la televisión sampedrana que había estado en el lugar, y que coincidió con nosotros al poner en duda la versión dada por la Cadena Nacional sobre la publicitada batalla. Aparte de los cráteres dejados por las bombas, y los agujeros de las balas en el techo y las paredes de la casa hacienda de San Rafael, sin ánimos de restarle méritos el desempeño del ejército, no se vieron más vestigios de que hubiese habido cerca de Las Mataras, una batalla de la magnitud que en aquella ocasión divulgo la Cadena Nacional.
Quienes habíamos estado en las vecindades de la casa hacienda de San Rafael de Las Mataras, aparte de los dos aviones hondureños que incursionaron por el lugar, nos pareció que lo que habíamos escuchado la tarde anterior había sido solo un intercambio de disparos entre alguna patrulla hondureña contra de los invasores. Indistintamente de que nuestra narración pudiese causar reacciones adversas y comentarios desfavorables. En aras de la verdad histórica, no sería honesto por nuestra parte, contar otra historia diferente a lo que pudimos constatar personalmente encontrándonos en las vecindades del lugar.
Por si hubiese alguna duda sobre los que estamos comentando; tiempo después, la Compañía Saopin encargada de la pavimentación de la carretera de Occidente, deshizo los promontorios que vimos hacer al tractor aquella mañana, donde solo fueron encontrados los cadáveres de los tres soldados que enterráramos nosotros, como únicas bajas de aquella famosa batalla. FIN