07/03/2025
Camila, la “sicaria Venezolana”: el último disparo de una vida rota
Roberto Santos
Camila dejó Venezuela buscando un futuro mejor. Como muchas otras, huyó de un país donde la economía colapsó, donde la política sofoca y la vida se convierte en un ejercicio de supervivencia.
Pero su destino no la llevó a la estabilidad ni a la esperanza; terminó atrapada en un camino sin retorno, absorbida por la violencia que seguramente quiso dejar atrás.
En Apatzingán, Michoacán, la madrugada del jueves fue interrumpida por el eco de las balas. Un grupo de sicarios emboscó a elementos del Ejército Mexicano en la comunidad de Rancho California.
Camila estaba entre ellos. Llevaba un rifle calibre .223, su última compañía en una vida marcada por la necesidad y la desesperación, como miles de venezolanas - y mexicanas-.
Los soldados respondieron al ataque. El grupo de atacantes huyó, dejando atrás a Camila, herida de gravedad.
Abandonada por los suyos, fue trasladada a recibir atención médica, pero las heridas eran demasiado profundas. Horas después, su muerte fue confirmada.
Tenía 30 años. Su historia es la de muchas mujeres venezolanas que, en la búsqueda de oportunidades, terminan atrapadas en redes de prostitución, trata o crimen organizado.
Hoy, mientras el gobierno de su país habla de prosperidad en sus discursos, miles de sus compatriotas viven otra realidad: esclavizadas sexualmente, reclutadas por bandas criminales o sobreviviendo en la miseria.
Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, la historia de Camila es un grito de alerta. ¿Cuántas más deben morir antes de que las naciones asuman su responsabilidad?
Venezuela, con su crisis humanitaria, ha condenado a sus niñas, adolescentes y mujeres al abandono.
No se les protege, no se les da oportunidades, no se les escucha. Y cuando mueren, como Camila, son solo un número más en la estadística de la violencia.
Camila no llegó a México para morir, pero la violencia no distingue nacionalidades.
Su cuerpo quedó tendido junto a una camioneta robada. Un rifle, un nombre y un destino que terminó a balazos.
No tuvo patria ni redención, solo el ruido de las armas y el silencio de la muerte.
Su historia no debería quedar en el olvido. Este 8M, su nombre debe recordarnos que la verdadera lucha no es solo por las que pueden marchar, sino por las que nunca volverán a hacerlo.
Texto. Zona Cero.