08/10/2024
7 de octubre de 1571
LEPANTO
EUROPA CONTRA ASIA. CRISTIANISMO CONTRA ISLAM
«La más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.»
-Miguel de Cervantes, refiriéndose a la batalla de Lepanto.
PREPARATIVOS
La caída de Constantinopla, en 1453, supuso para el Imperio otomano la conquista del gran baluarte de Europa oriental, de modo que, paulatinamente, los turcos estuvieron en posibilidad de plantear nuevos objetivos instalados en Occidente. Así pues, más de un siglo después, los otomanos habían consolidado sus posiciones y, con el este asegurado, su empresa conquistadora se fijo en Europa central y en el Mediterráneo.
Conscientes de que el Imperio iniciaría una ofensiva; reinos, repúblicas y Estados europeos suscitaron una coalición con la finalidad de frustrar las consecuentes campañas enemigas que se proyectaban. El Reino de España, la República de Venecia, los Estados Pontificios, la República de Génova, la Orden de Malta y el Ducado de Saboya dieron origen a la alianza conocida como «Liga Santa». Esta, al mando de Don Juan de Austria, iría al encuentro de la flota turca en el mar Jónico, en el golfo de Lepanto, situado en el Peloponeso. Para la batalla naval, la Liga Santa contaba con 228 galeras, 6 galeazas y 26 fragatas. La tripulación cristiana se aproximaba a los 90 000 hombres. Por su parte, los conquistadores provenientes de Asia disponían de una armada compuesta por 210 galeras, 42 galeotas y 21 fustas. Aproximadamente, se transportaban 120 000 efectivos en las embarcaciones.
El 7 de octubre de 1571, La Liga Santa dividió su flota en cuatro cuerpos: la derecha comandada por Juan Andrea Doria, la izquierda por Agostino Barbarigo, el centro por el general en jefe, Don Juan de Austria. El contingente restante, al mando de Álvaro de Bazán se mantuvo en reserva, su embarcación entraría en la lid marítima según ameritara el trámite de la contienda. La flota otomana se dispuso de manera similar, cuatro cuerpos encarando a sus homólogos en formación de media luna. Precediendo a la acometida, Don Juan de Austria arengó a sus hombres transmitiéndoles el ideal de la vida y de su fe. Sus palabras fueron: «Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía, ¿dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque mu***os o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad».
LIGA CONTRA IMPERIO
Finalizados los esbozos, el general otomano, Alí Pachá, ordenó arremeter a una parte de sus naves directamente; no obstante, las colosales galeazas venecianas, portadoras de potencial artillería, disminuyeron la impetuosa carga. Pero fue en el flanco izquierdo de la liga donde la disputa se encarnizó cuando Agostino preceptuó movilizar sus naves a la cercanía de la costa, su estrategia estuvo enfocada en evitar una maniobra de flanqueo enemiga. Dueño de una posición ventajosa, el extremo derecho musulmán atacó las fuerzas de Barbarigo sin conseguir imponerse, pues las naves del natal de Venecia, ligeras y versátiles, respaldadas por la protección que proporcionaba la costa, evitaron ser rodeadas por los barcos otomanos presididos por Sirocco, quien cayó en el fragor de la hostilidad. Empero, aunque consiguieron retener al rival, el combate igualmente le costó la vida al comandante veneciano.
En el centro de la palestra se dio el encuentro determinante de la batalla. El general otomano, Alí Pachá, embistió las naves centrales de su homólogo, Juan de Austria; en su intento de abordaje a la nave insignia del enemigo fue recibido por el potencial fuego de los arcabuceros y de la artillería; sin embargo, la velocidad de los otomanos produjo que gran parte de sus embarcaciones chocaran con las cristianas. Así pues, el mar fue testigo de rupturas, hundimientos, incendios y humo provenientes de todo lugar. A ningún beligerante le fue favorable el intercambio de balas de cañón, por lo que se recurrió al abordaje; fue así como la batalla naval de armas de fuego se transformó en una lucha cuerpo a cuerpo sobre los tablones de las embarcaciones.
No fue hasta que en la posición central de la contienda, es decir, cuando transcurría un tropel a consecuencia del abordaje, el momento en el cual se produjo un hecho desmoralizador para los otomanos. El abordaje entre la nave insignia europea, «La Real», y su semejante otomana, «La Sultana», repercutió en una sangrienta situación en la que Alí Pachá murió tras el disparo de un arcabucero. Las tropas otomanas, ante la caída de su máximo comandante, mermaron en fuerza y socavaron ante la euforia que se habían impregnado entre los europeos. Con la victoria alcanzada en dos posiciones, la coalición debió enviar refuerzos a su flanco derecho, donde Uluj Alí Pachá había conseguido el retroceso de las naves cristianas al mando de Andrea Doria. Los navíos de reserva de Álvaro de Bazán, cerraron la brecha creada por los musulmanes hasta finalmente ponerlos en desbandada.
La jornada acaecida en Lepanto tuvo relevante trascendencia: significó el detenimiento de una de las mayores potencias orientales que la humanidad ha presenciado; las discrepancias entre gobiernos europeos con el Imperio otomano en temas culturas, políticos y religiosos fueron finiquitados decisivamente en el mar, por lo que el Mediterráneo y sus costas quedaron en gran parte asegurados. No obstante, las fuerzas turcas en tierra todavía continuaron siendo lo suficientemente capaces de enfrentar a contrarios y, por tanto, considerable parte de sus posesiones en Europa no se vieron seriamente amenazas. De hecho, el Imperio otomano no desaparecería hasta el advenimiento del siglo XX. Con respecto a cifras, la Liga Santa sufrió cerca de 7 500 bajas en hombres; mientras que el Imperio otomano aproximadamente 30 000.
Ilustración: Miguel de Cervantes en la batalla de Lepanto. Participó en esta a los 24 años de edad y en ella una herida en su brazo izquierdo le dio el apodo «Manco de Lepanto». La ilustración nos muestra al joven español en palestra, obra de Ferrer-Dalmau.
-Casares