29/08/2025
El patrón rico pensó que sería divertido.
Le pidió a su hijo que eligiera una nueva mamá entre las modelos de la fiesta.
Pero cuando el niño señaló a la joven empleada de limpieza en una esquina del salón, todos contuvieron la respiración.
El salón estaba lleno de luces, de música suave y de risas falsas.
Todos vestían de gala, con trajes que olían a nuevo y vestidos que relucían como si fueran joyas.
Era la típica noche en la que los ricos jugaban a sentirse importantes, rodeados de copas, caras y conversaciones vacías.
En medio de todo eso, Mauricio Herrera se movía como pez en el agua con su sonrisa tranquila, su barba perfectamente recortada y su traje negro sin una sola arruga, parecía tener todo bajo control.
Nadie lo imaginaba cargando el dolor que llevaba por dentro desde que su esposa murió.
Pero esa noche no era para llorar.
Era una gala benéfica que él mismo había organizado con todo y orquesta en vivo para ayudar a niños con enfermedades raras, aunque en realidad todos sabían que era una excusa para que los empresarios se lucieran y sacaran fotos con cara de buenos.
Mauricio, millonario desde los 30 por herencia y negocios bien manejados, ya se había acostumbrado a ese tipo de eventos, aunque desde que murió su esposa nada le entusiasmaba.
Al evento también había llevado a su hijo Emiliano, un niño de 6 años con cara seria y ojos grandes.
Muchos decían que era idéntico a su madre.
Aunque apenas hablaba con los adultos, el niño no se despegaba de su papá.
Esa noche lo tenía sentado en sus piernas, aburrido, mientras el maestro de ceremonias seguía agradeciendo a todos por sus donaciones.
Fue entonces que para matar el tiempo, Mauricio decidió hacer una broma, algo sin importancia.
Se inclinó un poco hacia su hijo y sin pensarlo mucho, le dijo en voz baja,
"A ver, Emy, ¿cuál de todas estas señoras te gustaría que fuera tu nueva mamá?"
El niño lo miró confundido.
Mauricio soltó una risita medio por jugar, medio por retarse a sí mismo a decir algo que no tenía el valor de pensar en serio.
Delante de ellos pasaban modelos contratadas para servir vino, posar para fotos y caminar con paso elegante por todo el salón.
Había rubias de revista, morenas de mirada intensa y mujeres con vestidos tan ajustados que parecía que no podían respirar.
La mayoría de los invitados volteaban a verlas, algunos con disimulo, otros sin pena.
Mauricio esperaba que el niño señalara a alguna por puro juego, pero lo que pasó lo dejó sin palabras.
Emiliano no miró a ninguna de las modelos, en cambio, apuntó con su dedo pequeño hacia una esquina del salón, justo donde una joven estaba agachada limpiando el suelo con un trapo.
Vestía un uniforme gris claro, con el cabello recogido y sin una gota de maquillaje.
Era una trabajadora del lugar, una más del personal de limpieza.
Mauricio frunció el ceño.
"¿Ella?" preguntó sorprendido.
El niño asintió sin quitarle la vista de encima.
"¿Por qué?" insistió Mauricio, tratando de entender.
Emiliano, con la voz bajita pero firme, dijo,
"Porque se parece a mi mamá."
Ahí se hizo un silencio extraño en la mente de Mauricio.
No supo qué decir.
Por instinto volteó a verla.
La muchacha seguía de rodillas tallando una mancha en el mármol blanco, sin imaginar que alguien la estaba observando.
Era delgada, de piel clara, con una expresión seria, pero tranquila.
En sus ojos había algo que le resultaba familiar, aunque no supo decir qué.
El parecido con su esposa no era exacto, pero sí había algo en la mirada.
O tal vez en la manera en que se concentraba en lo que hacía.
Mauricio se quedó callado.
No era una situación que pudiera simplemente reírse y dejar pasar.
Por primera vez en mucho tiempo algo le movió el pecho.
No era amor ni deseo, era curiosidad, una especie de incomodidad mezclada con intriga........
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