06/01/2024
Ilusión, es lo que siempre definió para mí el 6 de enero. En mis primeros años de vida, era la ilusión de levantarme y ver bajo el árbol que cada época de fin de año adornaba invariablemente la sala de la mi casa, los juguetes que habían deparado para mí, los Reyes Magos. En realidad, no recuerdo que me hayan traído lo que pedí, si les soy sincero, no recuerdo un solo juguete que haya escrito en todas esas cartas, que a veces, se enviaban a su destino por globo, correo, quemadas hacia el infinito o dejadas en mi zapato la noche del 5 de enero. Lo que sí recuerdo, es esa sensación maravillosa de despertar y recordar que ya habrían pasado por la casa y dejado algo para mí.
No hubo un solo año que no recibiera algo, y tampoco un solo año que no lo agradeciera infinitamente, porque lo importante no era lo que llegaba, sino que llegaba; carritos, patines, juegos de vaqueros, juguetes electrónicos, bicicletas, trompos, yoyos, pelotas y un sinfín de cosas más.
En aquél tiempo, la inocencia de la edad me permitía disfrutar la magia de ese día, pero con el paso de los años y al darme cuenta de la verdad, también supe el gran esfuerzo que se hacía para que esos presentes amanecieran ahí, y no solo el esfuerzo económico que implicaba el gasto, sino también el hecho de dedicar tiempo en buscarlos, comprarlos, esconderlos para que no nos diéramos cuenta y mantener la ilusión, cosa que conforme crecía, agradecía aún más.
Ya siendo adulto, y estando del otro lado de la situación, entendí ya no solo el compromiso que implica tal evento, sino también la ilusión como padre, el ver la escena de un hijo descubriendo sus presentes la mañana del 6 de enero.
He de confesar que hubo épocas difíciles y que incluso estuve a punto de no cumplir con mi encomienda, pero siempre hubo magia y de una u otra forma, a veces en el último minuto, los presentes llegaron. En retrospectiva, también me di cuenta que mis padres también pasaron por épocas difíciles, y que, en algún momento, tuvieron que pasar peripecias para poder cumplir con la suya.
Con ese grado de conciencia, agradezco a ellos todo el esfuerzo que hayan tenido que realizar para mantener la ilusión en mi infancia.
Con el paso de los años, me he dado cuenta que soy una persona extremadamente privilegiada, que mis padres estuvieron conmigo toda su vida y que la vida ha sido buena conmigo en todos los aspectos.
El 6 de enero ha sido, es y será para mí, un día mágico y especial, en el que recuerdo a mis Reyes Magos como lo que siempre han sido; las personas que más me han querido en esta vida, sin importar mis errores, mis defectos, mi inmadurez en su momento, pero sobre todo, saber que gracias a ellos, aún conservo la ilusión de este maravilloso día, que para mí, es el más importante de cada año.
