16/06/2025
Tanques en las calles, protestas en las plazas: Estados Unidos celebra con poderío militar mientras crece la resistencia civil
Washington D.C. vivió el 14 de junio un espectáculo inédito en su historia reciente. En el marco del 250º aniversario de las Fuerzas Armadas, más de 6,000 soldados, 150 vehículos blindados y 50 aeronaves desfilaron por la Avenida Pensilvania frente a la Casa Blanca. Sin embargo, el acto, presentado como una celebración nacional, fue visto por miles como una demostración de fuerza innecesaria y personalista encabezada por el presidente Donald Trump, quien celebró su cumpleaños número 79 rodeado de maquinaria de guerra y símbolos de poder absoluto.
A la par del desfile, estallaron protestas en decenas de ciudades. Las pancartas en Nueva York, San Francisco, Los Ángeles y Charlotte decían Sin Reyes desde 1776, Los tanques no votan o Elvis es el único rey. El mensaje era claro: una parte importante de la población percibe el acto como una amenaza a la democracia, y no como una fiesta patriótica.
En la capital, Trump juramentó a 250 nuevos reclutas frente a una multitud cuidadosamente seleccionada, mientras que en otros puntos del país, la policía reprimía manifestaciones. Las imágenes fueron contrastantes: mientras el desfile mostraba cazas en el cielo y soldados marchando, en Minneapolis se confirmaba el as*****to de la congresista demócrata Melissa Hortman y su esposo, en un acto que el gobernador de Minnesota calificó como un crimen político. En paralelo, el senador John Hoffman fue hospitalizado tras sufrir un ataque en su hogar.
El evento costó más de 45 millones de dólares, en medio de recortes presupuestarios a programas sociales, redadas contra migrantes y creciente tensión política. Para muchos, fue el clímax de una narrativa de culto a la personalidad en torno a Trump, que desde su regreso al poder ha impulsado una visión de país donde la disidencia es tratada como enemiga interna.
El desfile, cargado de referencias históricas a la Revolución de Independencia, pareció más bien una puesta en escena de un régimen que se mira al espejo del pasado para justificar los excesos del presente. Con paracaidistas, soldados de la Vieja Guardia vestidos con uniformes del siglo XVIII y discursos que rozaron la amenaza directa, el acto confirmó los temores de quienes alertan sobre una deriva autoritaria.
«Si amenazas al pueblo estadounidense, nuestros soldados vendrán a por ti. Su caída será total y completa» , dijo Trump en su discurso. Aunque lo presentó como una defensa nacional, para muchos fue una advertencia interna dirigida a opositores, periodistas, migrantes y activistas.
La paradoja es brutal: un país fundado para liberarse de un rey celebra su independencia con un presidente rodeado de tanques, juramentos y represión. Mientras la maquinaria militar avanza, la democracia retrocede. Y en las calles, miles gritan una verdad incómoda: la república está en juego.