07/07/2025
San Pablo recomendó recitar “salmos, himnos y cánticos espirituales” (Ef 5:18-19 y Col 3:16)
Los salmos son los poemas religiosos compuestos, bajo la inspiración de Dios, por David y por otros escritores hebreos. Se contienen en el Libro de los Salmos. Habían tomado carácter litúrgico en el templo y en las sinagogas, y fueron incorporados al cristianismo desde los primeros tiempos, pues como el mismo Jesús dijo, todos se refieren a él.
El cántico es un poema religioso que se encuentra en la Biblia, pero en un libro distinto al de los Salmos. Los hay en el Antiguo Testamento (los de Moisés, Isaías, Jeremías, el de los tres jóvenes, etc.) en los Evangelios (Zacarías, Simeón, Magnificat), en las Cartas de San Pablo y en el Apocalipsis.
Cantar un salmo o un cántico es salmodiar. Hay tres formas de hacerlo. La primera es la salmodia responsorial, en donde la ejecuta un solista y, en determinados momentos, todos responden con una breve aclamación. La segunda es la salmodia antifónica, en la que dos coros cantan alternadamente: el primero canta el salmo o el cántico original, y a continuación el segundo una antífona, antes, entre o después del salmo original. Y la salmodia directa, en la que el salmo o el cántico completo se canta continuamente sin adición de nuevos textos.
El himno es un canto o texto lírico que expresa sentimientos positivos, de alegría y celebración. Desde los orígenes de la Iglesia se incorporaron los himnos, como indica San Pablo (Col 3,16; Eph 5,19).