Opinar, es facultad de todos; aspirar a ser líder de opinión, representar a la sociedad en la medida que nos lo demande y confíe en nosotros, es facultad que sólo ella, la sociedad, puede otorgarnos, y suele ser tan extensa como el conocimiento que se tenga de quienes pretendemos esa estafeta.
La sociedad se compone de diversos sectores, entre cuyos miembros hay quienes nos identifican apenas por el nombre, a otros también por la trayectoria y el razonamiento de nuestros expresiones, pero todos tenemos algo en común, que se llama responsabilidad.
Hace 54 años, un gran hombre además de gran periodista, de lo empíricos, por supuesto; sin existir más razón que el deseo de un adolescente expresado por un hombre sencillo, con el sombrero de palma en la mano, mi padre, me abrió de par en par las puertas de El Heraldo para la práctica de este oficio: Don Leandro Martínez Bernal quien, a la par con la oportunidad de abrevar de su vasto conocimiento, fue “inmisericorde” conmigo, no me perdonaba nada ¡cuántas veces me habré encerrado en el baño a llorar de rabia, incluso de rencor! Aún hoy lo hago, de agradecimiento eterno.
Mi primera asignación fue la “jefatura” del “Departamento Electrónico”, como pomposamente se leía en mis primeras tarjetas de presentación, y mi función era recibir en los teletipos (antecedente del Internet) los servicios informativos de la UPI –internacionales- y la API –nacionales-, cientos de notas, que debía leer y “corregir”, lo que me ayudó mucho en ortografía y redacción, y me preparó para ascender, año y medio después, a “Reportero de Policía”.
Con el tiempo vinieron otras funciones, operativas y directivas en prácticamente todos los medios, mismos que se encargan de borrar el más mínimo recuerdo de quienes han colaborado para que subsistan. Pero nuestra fortuna no es lo que nos pagan, sea cuanto sea (siempre he sostenido que para ser “periodista”, es necesario tener por lo menos un segundo empleo) sino el poder ser, y hacer lo que muchos quisieran poder hacer: Periodismo; y en ese esfuerzo, seguimos comprometidos.
Atentamente
Matías Lozano Díaz de León