Parroquia San Juan Bautista, Ajalpan,Pue.

Parroquia San Juan Bautista, Ajalpan,Pue. Parroquia de Ajalpan, Puebla. Diócesis de Tehuacán.

30/10/2025

José Antonio Pagola - LA SALVACIÓN DEL RICO
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Son bastantes los cristianos de posición acomodada que se sienten molestos por esta «moda» que ha entrado en la Iglesia de hablar tanto de los pobres. No entienden que el Evangelio pueda ser buena noticia solo para ellos. Y, por tanto, solo pueda ser escuchado por los ricos como amenaza para sus intereses y como interpelación de su riqueza.
Les parece que todo esto no es sino demagogia barata, ideologización ilegítima del Evangelio y, en definitiva, «hacer política de izquierdas». Porque, vamos a ver: ¿no se acercaba Jesús a todos por igual? ¿No acogía a pobres y a ricos con el mismo amor? ¿No ofreció a todos la salvación?
Ciertamente, Jesús se acerca a todos ofreciendo la salvación. Pero no de la misma manera. Y, en concreto, a los ricos se les acerca para «salvarlos» antes que nada de sus riquezas.
En Jericó, Jesús se hace hospedar en casa de un rico. El hombre lo recibe con alegría. Es un honor para él acoger al Maestro de Nazaret. Al encontrarse con Jesús y escuchar su mensaje, el rico va a cambiar. Descubre que lo importante no es acaparar, sino compartir, y decide dar la mitad de sus bienes a los pobres. Descubre que tiene que hacer justicia a los que ha robado, y se compromete a restituir con creces. Solo entonces Jesús proclama: «Hoy ha sido la salvación de esta casa».
Al rico no se le ofrece otro camino de salvación sino el de compartir lo que posee con los pobres que lo necesitan. Es la única «inversión cristianamente rentable» que puede hacer con sus bienes.
La razón es sencilla. No es posible un mundo más fraterno si los ricos no cambian de actitud y aceptan reducir sus bienes en beneficio de los empobrecidos por el actual sistema económico.
Este es el camino de salvación que se les ofrece a los ricos. «Ellos solo pueden recibir ayuda cuando reconocen su propia pobreza y están dispuestos a entrar en la comunidad de los pobres, especialmente de aquellos que ellos mismos han reducido a la miseria por la violencia» (Jürgen Moltmann).

31 Tiempo ordinario – C
(Lucas 19,1-10)
2 de noviembre.

José Antonio Pagola
[email protected]

Fuentes: http://www.gruposdejesus.com
http://sanvicentemartirdeabando.org/
http://eclesalia.wordpress.com/
http://feadulta.com/

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JESÚS, MODELO DE ACOGIDA
Fray Marcos
Lc 19, 01-10
Estamos en la última etapa de Jesús en su camino hacia Jerusalén, el próximo domingo lo encontramos en el templo respondiendo a los saduceos.
Una vez más se manifiesta la actitud de Jesús para con los "pecadores", pero hoy de una manera muy concreta. Este pasaje del evangelio es un ejemplo maravilloso de la actuación de Jesús en su vida diaria. Con su actitud nos está diciendo cómo tenemos que comportarnos con los que hemos catalogado como pecadores. Está denunciando nuestra manera de proceder equivocada, es decir, no acorde con el espíritu de Jesús.
Sólo Lucas narra este episodio. No sabemos si es un relato histórico. Pero que lo sea o no, no es lo importante, lo que importa es la manera de narrarlo y las enseñanzas que quiere trasmitirnos, que son muchas.
Es importante recordar que Lucas es el evangelista que más insiste en la imposibilidad de que los ricos entren en el Reino. Unos versículos antes, acaba de decir Jesús: ¡Qué difícil le va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios! En este episodio resulta que llega la salvación a un rico que además es pecador.
Sin duda, Lucas está reflejando la situación de su comunidad, en la que se estaban ya incorporando personas ricas que daban el salto del seguimiento sin tener que abandonar su situación social y su trabajo. La única exigencia es salir de la injusticia y pasar a compartir lo que tienen con los que no tienen nada.
En el relato hay que presuponer más cosas y más importantes de las que dice:
¿Por qué Zaqueo tiene tanto interés en conocer a Jesús, aunque sea de lejos?
¿Cómo es que Jesús conoce su nombre?
¿Cómo tiene tanta confianza Jesús para autoinvitarse a hospedarse en su casa?
¿Qué diálogo se desarrolló entre Jesús y Zaqueo para que éste haga una promesa tan radical y solemne?
Sólo las respuestas a estas preguntas darían sentido a lo que sucedió. Pero es precisamente ese itinerario interno de ambos, que no se puede expresar, el que marca la relación profunda entre Jesús y Zaqueo.
La reflexión de este domingo conecta perfectamente con la del domingo pasado: el fariseo y el publicano. ¿Os acordáis? El creernos seguros de nosotros mismos nos lleva a despreciar a los demás, a no considerarlos; sobre todo, si de antemano, los hemos catalo­gado como "malos".
Incluso nos sentimos aliviados porque no alcanzan la perfec­ción que nosotros hemos alcanzado, y de esta manera podremos seguir mirándolos por encima del hombro.
"Todos murmuraban diciendo: ha entrado a comer en casa de una pecador".
En el capítulo anterior al que estamos leyendo hoy, el joven rico que se acerca a Jesús le pregunta: ¿Qué tengo que hacer para heredad vida eterna? Buscaba la Vida Eterna y se quedó sin ella. Zaqueo solo busca ver a Jesús y se encuentra con la salvación.
Es interesante este distinto planteamiento. También nosotros seguimos empeñados en asegurar una salvación para el más allá, olvidando a los oprimidos del más acá.
Zaqueo era jefe de publicanos y además, rico. Pecador, por colaboracionista y por el modo de adquirir las riquezas. Tiene deseos de conocer a Jesús, pero, ¿cómo se podía atrever a acercarse a él? Todos le señalarían con el dedo y le dirían a Jesús que era un pecador. Seguramente había sido despreciado más de una vez por los fariseos, sacerdotes y jefes religiosos.
Podemos imaginar la cara de extrañeza y de alegría que pondría cuando oye a Jesús llamarle por su nombre; lo que significaría para él, que alguien, de la categoría de Jesús, no sólo no le despreciase, sino que le tratara incluso con cariño. Zaqueo se siente aceptado como persona, recupera la confianza en sí mismo y responde con toda su alma a la insinuación de Jesús. Por primera vez no es despreciado por una persona religiosa. Su buena disposición encuentra acogida y se desborda en total apertura a la verdadera salvación.
Una vez más utiliza Lucas la técnica literaria del contraste para resaltar el mensaje. Dos extremos que podíamos denominar Vida-Muerte.
· Vida en Jesús que manifiesta lo mejor de sí mismo abriéndose a otro ser humano con limitaciones radicales que le impiden ser él mismo.
· Vida en Zaqueo que, sin saber muy bien lo que buscaba en Jesús, descubre lo que le restituye en su plenitud de humanidad y lo manifiesta con la oferta de una relación más humana con aquellos con los que había sido más inhumano.
· Muerte en la multitud que, aunque sigue a Jesús físicamente, con su opacidad impide que otros lo descubran.
· Muerte en "todos", escandalizados de que Jesús ofrezca Vida al que solo merecía desprecio.
A la vista del resultado de la manera de actuar de Jesús, yo me pregunto: ¿Hemos actuado nosotros como Él, a través de los dos mil años de cristianismo? ¿Cuántas veces con nuestra actitud de rechazo truncamos esa buena disposición inicial y conseguimos desbaratar una posible liberación?
Al hacer eso, creemos defender el honor de Dios y el buen nombre de la Iglesia. Pero el resultado final es que no buscamos lo que estaba perdido y, como consecuencia, la salvación no llega a aquellos que sinceramente la buscan.
Como Zaqueo, hoy muchas personas se sientes despreciadas por los dirigentes religiosos, y además, los cristianos con nuestra actitud, seguimos impidiéndoles ver al verdadero Jesús.
Muchas personas que han oído hablar de Jesús, se sienten atraídos y quisieran conocerlo mejor, pero se interpone la muchedumbre de los cristianos. En vez de ser un medio para que los demás conozcan a Jesús, los cristianos somos un estorbo que no deja descubrirlo. ¡Cuánto tendría que cambiar nuestra religión para que en cada cristiano pudiera descubrirse a Cristo!
Estar abiertos a los demás, es aceptar a todos como son, no acoger sólo a los que piensan como yo y siguen mis consignas. Si la Iglesia propone la actitud de Jesús como modelo, ¿por qué se parecen tan poco las actitudes de los jerarcas a las de Jesús? Una vez más se hace evidente el refrán: Una cosa es predicar y otra dar trigo.
Siempre que se ha consumado una división entre cristianos (cisma), habría que preguntarse, quién tiene más culpa, el que se equivoca y defiende su postura con honradez o la intransigencia de la iglesia oficial, que llena de desespe­ranza a los que piensan de distinta manera, y les hace tomar una postura radical.
Lutero por ejemplo, no pretendía una separación de Roma, sino una purificación de los abusos que los jerarcas de la iglesia estaban cometiendo. ¿Quiere decir esto que Lutero era el bueno y el Papa y los cardenales malos? Ni mucho menos; pero con un poco más de comprensión y un poco menos de soberbia, se hubiera evitado una división que tanto daño ha hecho al cristianismo.
Hacer nuestro el espíritu de Jesús es caminar por la vida con el corazón y los brazos siempre abiertos. Estar siempre alerta a los más pequeños signos de búsqueda. Acoger a todo el que venga con buena voluntad, aunque no piense como nosotros; incluso aunque esté equivocado. Estar siempre dispuestos al diálogo y no a la imposición. Descubrir que lo más importante es la persona, no la doctrina ni la norma ni la ley.
No acogemos a los demás, no nos paramos a escuchar, no descubrimos esa disposición inicial que puede llevar a una auténtica conversión. Esperamos que vengan a nosotros humillados, reconociendo de entrada nuestra superioridad; y nosotros les perdonaremos la vida desde nuestra atalaya inexpugnable.
Verdaderamente, nuestra manera de actuar no se parece en nada a la manera de actuar de Jesús. Humildad y sencillez tenían que ser las prerrogativas de los seguidores de Jesús. Acogida incondicional a todo el que llega a nosotros con ese mínimo de disposición, que puede reducirse a simple curiosidad, como en el caso de Zaqueo; pero que puede ser el primer paso de un auténtico cambio.
No terminar de quebrar la caña cascada, no apagar la mecha que todavía humea, ya sería una postura interesante; pero hay que ir más allá. Hay que tratar de restablecer y vendar la caña cascada, tratar de avivar la mecha que se apaga. Estar dispuestos como decía el salmo, a sostener a los que van a caer; a enderezar a los que ya se doblan. Ya sé que es mucho pedir a los que nos creemos en posesión de la verdad, pero es la única manera de seguir a Jesús.
El final del relato no tiene desperdicio: "He venido a buscar y salvar lo que estaba perdido". ¿Cuándo nos meteremos esto en la cabeza? Jesús no tiene nada que hacer con los perfectos. Sólo los que se sienten perdidos, podrán ser encontrados por él. Esto no quiere decir que Jesús tenga la intención de restringir su misión. Lo que deja bien manifiesto es que todos fallamos y todos necesitamos ser recuperados. Claro que sólo el que tiene conciencia de estar enfermo estará dispuesto a buscar un médico.
Una vez más quiero resaltar que la salvación de la que aquí se habla no es conseguir el cielo en el más allá, sino repartir y compartir en el aquí y ahora. Pero esta lección no nos interesa ni como individuos ricos ni como iglesia. Para nosotros es preferible dejar las cosas como están y predicar una salvación para el más allá que nos permita mantener los privilegios de que gozamos aquí y ahora. En realidad no nos interesa el mensaje de Jesús más que en cuanto podamos manipularlo para que sirva a nuestros intereses.

Meditación-contemplación

"El hijo de Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido".
Solo lo que está perdido, necesita ser buscado.
Solo el que se siente enfermo irá a buscar al médico.
Solo si te sientes extraviado te dejarás encontrar por él.................

No se trata de fomentar los sentimientos de culpabilidad.
Tampoco de sentirse "indigno pecador".
Se trata de tomar conciencia de la dificultad del camino
y sentir la necesidad de ayuda para alcanzar la meta..................

Se trata de sentir la ayuda de Dios desde lo hondo de mi ser.
Pero también de buscar y aceptar la ayuda de los demás,
que van un poco por delante y saben por dónde debo caminar.
Si me empeño en caminar en solitario, me perderé en el camino.................

Fray Marcos

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JESÚS SIGUE SIENDO RECHAZADO POR LA QUE CREE SER SU IGLESIA
José Enrique Galarreta
Lc 19, 1-10
El capítulo 19 de Lucas es el final de la vida de Jesús antes de su entrada en Jerusalén que acabará en su muerte. Los capítulos 20 y 21 narran la última semana de la vida de Jesús y las controversias en el templo con los jefes del pueblo. A partir del capítulo 22 entraremos en los relatos de la pasión.
La escena se desarrolla en Jericó, casi a la orilla del Jordán donde sitúa Lucas tres relatos: la curación del ciego, que citan también Marcos y Mateo, el episodio de Zaqueo, que sólo encontramos en Lucas, y la parábola de las minas, que tiene su paralelo en la de los talentos de Mateo 25.
El episodio de Zaqueo recuerda fuertemente al llamamiento de Leví, que conocemos por Marcos 2, Mateo 9 y Lucas 5, que da lugar a la comida en su casa, con sus amigos publicanos, y a la murmuración de los escribas y fariseos. Como en el episodio de Zaqueo, "todos murmuraban".
El pasaje se ambienta en un entorno de admiración de la gente por Jesús y, al mismo tiempo, de incomprensión. En el episodio inmediatamente anterior, la gente quiere apartar al ciego, que molesta, y Jesús tiene que ir en contra de la corriente para acercarse e interesarse por él. Aquí, la multitud rodea a Jesús, pero su actuación con Zaqueo les escandaliza.
Una vez más, el evangelio está mostrando la situación de Jesús, enfrentado a un pueblo que no se aparta de sus conceptos religiosos, de la idea de un Mesías espectacular que confirma a los buenos y rechaza a los malos, y un pueblo que por tanto es incapaz de recibir la palabra de Jesús que anuncia un reino que no es lo que ellos esperaban.
En los momentos que estamos viviendo, no podemos menos de proyectar el mensaje de Jesús sobre nuestra situación. Y no es traer por los pelos el mensaje ni forzarlo. Hablar de lo que esperaban sus coetáneos y lo que Jesús les ofrecía es casi lo mismo que hablar de lo que ofrecen las religiones, al menos algunas de ellas o en algunas ocasiones, para contrastarlo con lo que ofrece Jesús.
Los contemporáneos de Jesús estaban dispuestos a aceptar que Jesús era el Mesías, pero no estaban dispuestos a aceptar que el Mesías que esperaban era Jesús, sin poder, sin ambiciones políticas, sin ofertas de predominio del pueblo sobre otros pueblos, sin Templo, sin pureza legal.
Jesús hace presente a Dios, pero la gente no lo acepta porque quiere otro dios. La diferencia está en que el dios que ellos buscan ha de ser "nuestro dios", el que resuelva nuestros problemas y nos haga privilegiados. Por eso pedirán siempre a ese dios ayuda para solucionar los propios problemas y prevalecer sobre los demás.
Pero el Dios de Jesús es al revés: pide ayuda para solucionar los problemas de todos. Sin privilegios.
Los de Jericó apartaban al ciego: querían solamente el espectáculo del desfile triunfal. Y el ciego estorbaba en el desfile. Los de Jericó querían que Jesús fuese de los buenos, y les pareció horrible que se auto-invitase a casa del pecador público número uno de la ciudad, el odiado jefe de recaudadores, y rico.
Pero Jesús quería curar: curar al ciego, curar al rico recaudador. El desfile triunfal le traía sin cuidado. (No es casual que el siguiente desfile triunfal, la entrada mesiánica en Jerusalén, acabe tan mal, según el mismo Lucas: Jesús llora y se lamenta por la suerte de Jerusalén y echa a los mercaderes del templo).
Los fariseos y sus letrados hacía tiempo que se habían dado cuenta del peligro y acechaban a Jesús casi desde el principio de su predicación. (Varias veces en Marcos 2 y expresamente ya en Marcos 3,6). Y cuando la cosa llegó a Jerusalén, la intervención de los sacerdotes fue fulminante, porque sabían que si Jesús seguía adelante toda su religión se derrumbaba, y con ella su instalación social y su sistema político. Y en una semana, acabaron con él.
Jesús fue rechazado. La razón de fondo es que Jesús ofrece la Buena Noticia de "Dios amigo de la vida", amigo de la gente, médico y pastor. Jesús ofrece la Buena Noticia de que religión no es un gorro sagrado que nos ponemos en el Templo y en las Fiestas, sino la vida misma, la honradez, la veracidad, la compasión, la colaboración, el esfuerzo; que ése es el sacrificio agradable a Dios y que para ofrecerlo no hacen falta ritos ni intermediarios.
Jesús es el que no hace teología metafísica, sino parábolas. Jesús es el que no ha venido a que le entronicen sino a lavar los pies. Es demasiado: ¿qué hacemos entonces con el Templo, con el poder en nombre de Dios, con la reverencia al sacerdocio por su unción sagrada, con los preceptos, con los premios, con las amenazas ... con todas esas cosas tan irremediablemente conexas con lo que tradicionalmente llamamos "religión". Y, peor todavía: si Dios no va a solucionar mis problemas, ni vamos a ser más que otros porque "Dios está con nosotros"... Entonces, ¿para qué queremos a Dios?
Jesús cura al ciego y a Zaqueo, mientras la gente le quiere aclamar como Mesías Rey. Y lo mataron, lo mataron en nombre de SU dios.
Nosotros hacemos hoy lo mismo. Dios para que me dé las cosas que creo que necesito. Yo adoro a Dios, cumplo los mandamientos (¡ojalá!) y le pido lo que quiero y él me lo da. Yo cumplo con él, que él cumpla conmigo. Y además, la vida eterna. Exactamente el Antiguo Testamento. ¿Qué significa para nosotros la Buena Noticia, la estupenda novedad de Jesús?
Jesús sigue rechazado por la Iglesia exactamente igual que como fue rechazado por los fariseos, los escribas y los sacerdotes. Pero aún más: es rechazado invocando su nombre y proclamando que le siguen. Y aún más, los ricos sacerdotes, los ricos económicos, los poderosos con poder, dicen que le siguen, van a misa, participan en los grandes festivales religioso-folklóricos... la mejor imagen de todo esto es para mí sin duda la entrada de Jesús en Jerusalén, cuando todo el mundo aclamaba y Jesús iba llorando.
Dentro de poco tendremos varios espectáculos aclamatorios. Costarán mucho dinero, las masas aclamarán, el Papa disertará sabiamente, asistirán todas las autoridades, cristianas y paganas, honradas y sinvergüenzas, y no servirá para hacer ninguna conversión, ningún seguimiento mejor a Jesús.
¡Qué bien habría quedado en Jericó que hubieran limpiado previamente la calle de mendigos, que Jesús se hubiera hospedado en casa del fariseo o sacerdote más rico y prestigioso. ¡Qué preciosa habría sido la entrada triunfal en Jerusalén si el b***o hubiera sido sustituido por un brioso caballo blanco (marca Mercedes a ser posible, blindado y con tapicerías de madera y cuero), si Jesús hubiera entrado en el Templo devotamente, besando al entrar sus losas de mármol, y hubiera presentado un sacrificio por mano del Sumo Sacerdote!
Seguramente Israel habría quedado mucho más dispuesto a aclamarle como Mesías.
Pero no hay que olvidar que Jesús en Jericó, la opulenta ciudad de las palmeras, triunfa. Triunfa porque un ciego ve y un rico explotador deja de serlo.
Lo demás, el desfile, el gentío, las aclamaciones, es mesianismo de falsos dioses, que no siente compasión y no quiere que el mendigo deje de ser desgraciado ni que el pecador tenga salida. Quieren que el ciego siga ciego y que el recaudador reviente.
Jesús quiere curar. Y cura, triunfa. Lo mismo le sucederá con la mujer adúltera (Juan 8): quiere salvarla y triunfa, la salva; a costa de jugarse la vida y perderla. ¿Nos tomaremos alguna vez en serio, nosotros, los de las "religiones del Libro", que no está permitido matar ni a Caín, el asesino de su hermano? (Génesis 4,15). ¿Nos tomaremos alguna vez en serio, nosotros, los que decimos que seguimos a Jesús, que no hay más religión que dar de comer al hambriento?
Jesús en Jericó, más fuerte que la ceguera y que el dinero. Jesús amigo de la vida, de las personas. Jesús compasivo hasta tener que dar la vida. Jesús, rostro de Dios, negador de falsos dioses.
Yo no sé, evidentemente, cómo se puede parar tanta locura, ni soy quién para dictar cuál debe ser la posición oficial de la Iglesia Católica ni tengo autoridad alguna para juzgar a nadie. Pero sí sé varias cosas, las que todos sabemos y debemos proclamar.
Sé que debemos ser radicales en el seguimiento de Jesús, y extirpar de la Iglesia, empezando cada uno por sí mismo, todo aquello que se parezca a los criterios y valores que llevaron a Jesús a la cruz: el "dios para nosotros", el preocuparse sólo marginalmente de los pobres, el preferir las ideas a las personas, el imponer ideas desde arriba en vez de sembrar conversión desde dentro...
Extirpar de nosotros -desde dentro de nosotros mismos– al fariseo de santidad legal, al escriba de conocimiento estéril, al poderoso sacerdote del Templo único, a los intermediarios, a los santos separados, a los sagrados sin compasión, a los ricos que no comparten, a los políticos que no sirven. Todo eso no es de Jesús, y nosotros, la iglesia, debemos proclamarlo bien alto, bien claro.
Sé que el futuro de la humanidad es el estilo de Jesús o la muerte. Sé que la mayoría de las religiones que contemplo son religiones de muerte. Sé que el estilo de Jesús es sembrar, compadecer, con-padecer, curar, respetar, ofrecer luz con buenas obras, ser consecuente hasta el final; y tener fe en todo ello.
Sé que el Reino no es ceremonia sacra y triunfal, sino grano de mostaza y pellizco de levadura. Sé que el Hijo de Dios no era sagrado pontífice ni doctísimo escriba ni puro fariseo ni poderoso rey.
Y sé que Jesús creía en la cosecha, creía en la virtualidad irrefrenable de la vida encerrada en la semilla y en la levadura. Sé que se sembró. Sé que fue fecundo. Sé que su vida sembrada murió a manos de los sagrados, los doctos y los puros, pero resucitó en un puñado de gente normal llena del Espíritu, un espíritu tan vivo que sigue cambiando hoy la vida de muchas personas. Y confieso que creo en el poder del Espíritu de Jesús, hasta el punto de confesar que es la semilla que puede salvar este mundo de locos y de dioses falsos en que vivimos.

José Enrique Galarreta

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EL EXTRAÑO CASO DEL EXPLOTADOR QUE SE CONVIERTE
José Luis Sicre
Domingo 31 Ciclo C
El protagonista del evangelio de hoy es un jefe de publicanos y rico. Este término no sugiere al lector actual del evangelio el odio y desprecio que sentía el pueblo judío hacia los miembros de esta profesión, que trabajaban al servicio de los romanos y oprimían al pueblo con el cobro de los impuestos.
¿Mandamos a todos los ricos al in****no?
Hasta ahora, en su evangelio, Lucas no se ha limitado a defender a los pobres y a anunciarles un futuro definitivo mejor. Ha criticado también con enorme dureza a los ricos. Ha puesto en boca de María, en el Magníficat, unas palabras más propias de una anarquista que de una monja de clausura, cuando alaba a Dios porque «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos.»
Y Jesús se muestra aún más duro en el Discurso de la llanura (equivalente al Sermón del Monte de Mateo): «¡Ay de vosotros, los ricos, porque recibís vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque pasaréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis y haréis duelo! (Lc 6,24-25). El ejemplo más claro del rico que llora y hace duelo es el de la parábola del rico y Lázaro, que no podrá disfrutar de una eternidad feliz.
¿Significa esto que ningún rico puede salvarse? El episodio del rico que pretende seguir a Jesús, aunque al final desiste porque no es capaz de renunciar a su riqueza, demuestra que un rico puede salvarse si observa los mandamientos (Lc 18,18-23).
¿Qué ocurre cuando se trata de un rico explotador? La respuesta la da Lucas en el evangelio de hoy, cuya enseñanza podemos resumirla en los puntos siguientes.
El caso de Zaqueo (Lc 19,1-10)
1. Jesús no le pide que lo invite a comer, le dice que quiere alojarse en su casa. Se trata de algo mucho más personal. Cuando Jesús continúe su camino, seguirá presente en la casa y la vida de Zaqueo.
2. La conducta de Jesús resulta escandalosa. Esta vez no escandaliza a fariseos y escribas, a seglares piadosos y teólogos rancios, sino a todos sus seguidores y partidarios, que han aplaudido hasta ahora sus críticas a los ricos.
3. La diferencia entre Jesús y sus partidarios radica en la forma de considerar al jefe de publicanos. Mientras Jesús lo considera una persona y lo llama por su nombre («Zaqueo, baja…»), sus partidarios lo desprecian («un pecador»). Ellos se dejan guiar por una ideología que condena al rico, mientras que Jesús se guía por la fe («también Zaqueo es hijo de Abrahán») y por su misión de buscar y salvar al que se ha perdido. La historia de Zaqueo recuerda las parábolas del hijo pródigo y de la oveja y la moneda perdidas.
4. La conducta de Zaqueo supone un cambio radical y muy duro. Sin que Jesús le exija nada, por pura iniciativa, da a los pobres la mitad de sus bienes y está dispuesto a restituir cuatro veces, si se ha aprovechado de alguno. Y esto es lo que Lucas pretende enseñar: incluso un rico hipotéticamente injusto puede convertirse y salvarse; pero no basta invitar a Jesús a comer, debe darse un cambio profundo en su vida, con repercusiones en el ámbito económico.
5. Finalmente, la conducta de Jesús con Zaqueo trae a la memoria el refrán castellano: «Más moscas se atraen con una gota de miel que con un barril de hiel». Jesús podía haber criticado y condenado a Zaqueo. Sus seguidores lo habrían aplaudido una vez más. Y Zaqueo habría seguido explotando al pueblo.
Un texto precioso
La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría (11,22-12,2) es un excelente complemento al evangelio. Muchos piensan que el Dios del Antiguo Testamento es un ser cruel y justiciero, enemigo despiadado del pecador. Quien lea este texto tendrá que cambiar de idea: la actitud de Dios es la misma que la de Jesús con Zaqueo.

José Luis Sicre

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Domingo 31º Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 19, 1 – 10)
Puede llamar la atención, de entrada, que como título del comentario evangélico de este domingo haya escogido esta frase del relato y este gesto del publicano Zaqueo. A quien le llame la atención mi elección, le propongo que intente imaginar la escena y sentir algo de la perplejidad que los habitantes de Jericó que la contemplaron pudieron experimentar. Una persona de cierta edad, de rango social elevado, subiéndose a un árbol para ver a Jesús con riesgo probable de caerse y con riesgo cierto de hacer el ridículo delante de todos sus paisanos. ¿Qué necesidad tenía de eso?: dice el evangelio que era “bajo de estatura”. ¿Qué le motivó a ello?: “intentaba ver quién era Jesús”.
Lo que mueve a Zaqueo es su deseo, el deseo de ver a Jesús. ¿Cuál es el motivo de ese deseo?: no lo sabemos, pero parece que es algo más que una simple curiosidad, pues la simple curiosidad hubiera renunciado ante las dificultades. ¿Esperaba algo más Zaqueo? ¿Esperaba algo de ese encontrarse con Jesús? Tampoco lo sabemos; lo que sí parece es que las consecuencias de ese encuentro desbordaron todas las previsiones, pues cambiaron radicalmente la vida de Zaqueo.
Y en la contemplación de la escena de Zaqueo se nos planta a todos nosotros una pregunta muy radical: ¿deseamos, de verdad, encontrarnos con el Jesús que pasa cada día, y todos los días, cerca de nosotros, por los caminos de nuestra vida? ¿Cuál es la fuerza de ese deseo? Porque en Zaqueo el deseo es más fuerte que todas las dificultades. ¿Pasa nuestro deseo de encontrarnos con Jesús por encima de las dificultades que se nos presentan? ¿Qué necesidad sentimos de ese encuentro? ¿O quizá, visto lo que pasó con Zaqueo, tenemos miedo a que ese encuentro nos descoloque y pida cambios en nuestra vida y no tenemos muchas ganas de cambiar nada?
También nuestro deseo de encontrarnos con Jesús en el día a día de nuestra vida tropieza con dificultades. La de Zaqueo es que era de baja estatura y, por lo visto, nadie de sus paisanos estaba dispuesto a hacerle el favor de dejarle un hueco. Las nuestras son otras, unas reales y otras, no diré que inventadas, pero sí magnificadas hasta hacer de ellas un muro insalvable.
La más manida: “no tengo tiempo”. Tiempo tenemos para aquello que consideramos importante. “No encuentro hueco para la oración”… y para tantas otras cosas sí que tengo “hueco”. O ¿es que en el fondo no me creo mucho eso de que Jesús pase por la vida, por mi vida diaria, y entonces el problema no es de tiempo, sino de fe? O ¿me da vergüenza hacer el ridículo ante los que me rodean apostar por Jesús en esta sociedad secularizada? Sí: nos interpela ese Zaqueo que, contra viento y marea, se atreve a hacer el ridículo de subirse a un sicómoro para ver a Jesús.
Darío Mollá SJ

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Zaqueo
No me dejes esperar sentado,
cuando tú ya estás en los caminos.
Empújame, inquiétame,
aviva en mí el deseo
para lanzarme a buscarte.
Yo te prometo intentarlo.
Escalaré montañas,
salvaré distancias,
preguntaré por Ti
a la tierra,
a los otros,
a esa voz que brama tan dentro
con verso de paz y evangelio.
Gastaré los días,
atravesaré abismos en tu busca.
Y si me canso,
si vacilo,
si reniego de ti alguna vez,
no permitas que me rinda.
Sé que cuando escuche tu voz
que pronuncia mi nombre
y se invita a mi mesa,
entenderé, al fin
que la salvación ya estaba aquí.
(José María R. Olaizola, sj)

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¿Quién te separará de mi amor?
Hijos míos, si yo estoy con vosotros, ¿quién estará en contra? Yo que entregué a mi propio hijo a una vida vivida hasta el final, hasta el punto de dar la vida por vosotros, por mostrar mi amor, mi justicia, y mi verdad, ¿qué más me falta por daros?
¿Quién os va a acusar? Yo soy el juez y os declaro inocentes. ¿Quién os va a condenar? No será Cristo, que, por no condenar ni a justos ni a pecadores murió, más aún, resucitó y está a mi derecha, e intercede por todos vosotros. ¿Quién podrá apartaros del amor de Cristo? ¿la aflicción? ¿la angustia? ¿el hambre? ¿la desnudez? ¿el peligro? ¿la espada? A todo eso lo venceréis fácilmente con la ayuda de Quien os ha amado hasta el extremo. Estad convencidos de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni el tiempo, ni el espacio, ni criatura alguna podrá apartaros de mi amor, manifestado en Cristo Jesús, vuestro señor
RV (adaptación de Rom 8,31b-35.37-39)

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Igual la vida es eso
por Valle Chías, rjm
Me he acordado varias veces de esta reflexión que Dani Rovira que, para quien no lo sitúe, es un conocido actor y “poeta del humor” malagueño. Él compartió hace tiempo, en uno de sus monólogos, que estaba paseando a su perra Carapapa con la prisa propia que nos marca el ritmo cotidiano, cuando ésta se paró. Tras tirar de ella varias veces sin éxito, se dio cuenta que el animal se había parado a oler una flor y de ahí no se movía. Él se dijo “igual la vida es esto”, pararse de vez en cuando y dar valor a lo que nos rodea.
Y sí, cuando me descubro absorta mirando una puesta de sol. Cuando las horas vuelan zambullida entre las páginas de un libro. Cuando los mejores manjares se convierten en las risas de los enanos que juegan contigo a pasteles de arena de playa. Cuando te sientes parte de ese horizonte que define la línea entre el mar y el cielo. Cuando la belleza de una catedral en silencio te sobrecoge… Igual la vida es esto. Pero, ¿y si no? O… ¿no del todo?
Suena bastante a típica reflexión, pero no deja de estar bien. Esa llamada a no dejarnos absorber por lo urgente perdiendo de vista lo importante, concreto, bello… que nos rodea.
Pero no voy por aquí. No me vale, no me resulta suficiente que la vida sea eso. Aunque me recargue y lo agradezca con lágrimas de emoción. Creo que esos momentos forman parte de la vida, sí, pero una vida que es proyecto, que tiene un ¿qué?, un ¿para qué?, un ¿hacia dónde?, y un con Quién (en mayúsculas).
A veces será entre prisas. Otras a ese paso que permite darse cuenta de lo que nos rodea. En el bullicio o el silencio. Cuidando lo importante, o con la sensación de ser “pollo sin cabeza”… Pero como parte de un proyecto, de “nuestro proyecto”, de Dios conmigo. Y creo que entonces, de verdad, podremos decir “la Vida es esto”.

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EL REINO DE DIOS ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS
José Enrique Galarreta
Mt 25, 31-46
No se trata de un anuncio de cómo será el final. Jesús nunca explica esos "cómos". (Entre otras cosas porque no lo sabe). La escena del Juicio Final precisa cuál es el contenido del juicio, no cómo será la escena del juicio. El contenido del juicio, su materia, es lo que le importa a Jesús.
Es importante recordar que este texto pertenece al género parabólico y una parábola – recordemos – es una narración inventada para comunicar un contenido, un mensaje. Así pues, hay que distinguir entre el envoltorio del mensaje, y el mensaje mismo.
El envoltorio es la escena del juicio, el juez, los ángeles, las ovejas y las cabras, las palabras del juez y de los juzgados, la herencia del reino preparado, el fuego eterno y sus ángeles... Son imágenes tomadas de la tradición de Israel, que Jesús aplica para que todos le entiendan.
El mensaje de Jesús es la materia del juicio, y esa sí que es revolucionaria, sorprendente, nueva, acorde con todas las líneas de fuerza del evangelio. Y se condensa en la frase "a mí me lo hicisteis".
La antigua línea del "misericordia quiero y no sacrificios" (Mt 9,13, citando a Oseas 6,6) culmina en esta espectacular afirmación: servir a Dios es servir al prójimo; no hay otra manera de servir a Dios que servir al prójimo. Y esto se subraya con la repetición en negativo de la misma afirmación: no servir al prójimo es no servir a Dios.
Para subrayar la importancia definitiva de este mensaje, que condensa toda la enseñanza de Jesús, se ha montado toda la escenografía del juicio de las naciones, de los ángeles, de la condena...
El sentido está muy por encima de interpretaciones tan superficiales como: "los malos irán al in****no", "al final, Dios será un juez implacable"... Todas esas maneras de interpretar no son más que aprovechamientos de predicadores superficiales para meter miedo al rebaño. El mensaje es mucho más profundo y mucho más sencillo: son de Jesús los que ponen la vida al servicio de los demás; los que no lo hacen, por más que digan o practiquen cultos, no son de Jesús.
Jesús no es rey. No es un rey como los reyes son reyes. El reino de Dios no es un estado. Recordemos algunas citas significativas
"Los que visten ropas delicadas están en los palacios de los reyes" (Mt.11,8)
"Los jefes de las naciones las gobiernan como dueños y los grandes hacen sentir su poder. No debe ser así entre vosotros. Al contrario, entre vosotros, el que quiera ser grande, que se haga vuestro criado... (Mt.20,20 y ss.)
Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros os debéis lavar los pies unos a otros. (Jn.13)
Jesús no es rey. Y Dios no es rey. Jesús revela a Dios más que nunca cuando se pone a lavar los pies y más aún cuando muere despreciado y "vencido" en la cruz. Dios es así, lo vemos en Jesús. Dios es el que da la vida por las ovejas.
La imagen del Todopoderoso, Rey de reyes y Señor de señores, Altísimo, Señor de los ejércitos, Gobernador del Universo, nos interesa poco. Nos interesa lo que hemos visto de Dios en Jesús. Y hemos visto a Dios enamorado, trabajando por sus hijos, capaz de dar la vida, puesto al servicio.
Mientras no nos cambiemos al Dios de Jesús, estamos lejos del Reino. El Reino de Dios está dentro, no fuera, está en la disposición de servir, está en la necesidad de agradecer el bien recibido, está en la idea clara de que "Dios no está pero sus hijos sí. Dios no está, pero yo sí estoy"
Esta "parábola" culmina y encierra a todas las demás. Un ejemplo, la del buen samaritano. Al sacerdote y el levita podría decir "me visteis desnudo y herido y no me ayudasteis; no os conozco". Y el samaritano, hereje y enemigo del Templo de Jerusalén, se extrañará de las palabras del Juez: "¿Cuándo te vi desnudo y herido...?". Y escuchará: "¿No te acuerdas del camino de Jerusalén a Jericó?"
Cristo tiene que reinar, es decir: las personas humanas tienen que ser liberadas del mal, tienen que vivir como hijos, tienen que conocer a su padre.
Podremos entronizar a Jesucristo en nuestras casas cuando no haya pobres entre nosotros, cuando vivamos respetando la naturaleza, cuando nuestras relaciones se basen en el respeto y en el perdón. Ese es el reino que está por construir.
Los judíos esperaban a un mesías-rey. Jesús se presentó como un mesías anti-rey. Jesús fue para aquellos judíos el anti-cristo, lo contrario que el cristo que esperaban.
El Reino de Dios es el anti-reino de los reyes de la tierra. Jesús es el anti-rey. Por eso no es bueno que le vistamos con atributos de reyes de la tierra, ni que celebremos nuestro culto con oros y sedas propios de los reyes de la tierra.
Jesús es el rey de la compasión, el rey del servicio, el rey de la consecuencia, el rey de la entrega. En todas esas cosas es rey. Y en ninguna de las que ostentan los poderes de este mundo.
Jesús tiene otros poderes. Jesús es capaz de curar, Jesús quita el hambre y la sed, Jesús puede con-padecer, Jesús tiene palabras que hacen vivir, Jesús puede preferir a los últimos, Jesús es capaz de sembrar, y de sembrarse, y de ser levadura y sal y lámpara, Jesús puede arriesgar la vida por los culpables, Jesús puede reconciliar, Jesús puede perdonar, Jesús tiene el poder de encontrar a su Padre en la oración, de conectar con el Padre sin dejar de ser verdadero hombre, Jesús tiene el supremo poder de dar la vida.
Jesús tiene el poder de la semilla, de la sal, del grano de mostaza, del vino, del pan. Esos son sus poderes, los que no tienen los reyes.
Y esos son los poderes de la Iglesia, nuestros poderes. Si ejercemos esos poderes, nosotros la Iglesia somos por un lado irresistibles y por otro lado, aborrecidos por los "otros poderes".
En los tres primeros siglos la Iglesia era perseguida, no tenía poderes regios. Pero poco después los poderes de "el mundo" ya se habían instalado dentro de la misma Iglesia, la habían invadido... y actuaba con los mismos criterios que antes la perseguían. No repitamos el mismo error.
Algunas veces entendemos nuestra misión, nuestro trabajo de que "conozcan a Jesús" como un constante estado de predicación, de sermoneo, de controversia. Quizá sea el carisma de algunos, pero no es el carisma habitual. El carisma básico de la Iglesia, lo que le otorga máximos poderes, es ser, vivir con los criterios y valores de Jesús... silenciosamente, como la sal que sólo se nota cuando falta o cuando sobra.
El poder de lo cotidiano bien hecho. El poder de ser digno de confianza. El poder de ser un buen amigo. El poder de que se puede contar con nosotros. El poder de la humildad, de querer pasar desapercibido. El poder de interesarse, el poder de ser agradecido, el poder de no juzgar...
Esas cosas son las que tienen el máximo poder, poder de convicción, poder de invitación, poder de ser evidentemente satisfactorias. Vivir así es anunciar el Reino. A la Iglesia nos sobran hoy palabras sobre Dios y sobre Jesús. Todo el mundo nos oye, pero no ven en nosotros lo que veían en Jesús. No tenemos su poder.

José Enrique Galarreta

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El Papa a los Superiores Mayores jesuitas: “La Iglesia os necesita en las fronteras”
“La Compañía de Jesús lleva mucho tiempo presente allí donde las necesidades de la humanidad se encuentran con el amor salvador de Dios.” El Papa León XIV lo afirmó durante su audiencia del 24 de octubre con los líderes jesuitas de todo el mundo reunidos en Roma para una reunión de diez días.
“Hoy, repito: la Iglesia os necesita en las fronteras, ya sean geográficas, culturales, intelectuales o espirituales”, dijo el Santo Padre, animando a los jesuitas a continuar su servicio a la Iglesia y al mundo, a pesar de los rápidos cambios culturales, económicos y políticos.
El Padre General Arturo Sosa encabezó el grupo de unos 100 jesuitas, entre los que se encontraban Provinciales y Superiores Regionales, Presidentes de las Conferencias, Consejeros Generales, Secretarios y traductores.
Al presentar la delegación al Papa, el P. Sosa reiteró la disponibilidad de la Compañía, tanto a nivel individual como en su conjunto apostólico, para servir a la misión universal de la Iglesia, dondequiera que el Santo Padre lo desee. También recordó que, en 2019, el Papa Francisco dio a la Compañía unas orientaciones para guiar su misión a través de las Preferencias Apostólicas Universales (PAU).
El Padre General explicó que la Reunión de Superiores Mayores celebrada estos días se ha propuesto “reflexionar sobre la dimensión misionera del carisma de la Compañía de Jesús”.
Desde el principio, los jesuitas han tenido una relación especial con el Sumo Pontífice. Cuando San Ignacio y sus compañeros se propusieron servir en las misiones, fueron a Roma y se ofrecieron al Papa. Esta relación se ve reforzada por el cuarto voto único de obediencia que los jesuitas hacen al Papa en relación con la misión, además de los votos habituales de pobreza, castidad y obediencia.
En su discurso a los jesuitas, el Papa León identificó algunas áreas fronterizas actuales. Señaló que el camino de la sinodalidad dentro de la Iglesia “nos llama a todos a escuchar más profundamente al Espíritu Santo y a los demás”, para que nuestros ministerios y estructuras “sean más ágiles, más transparentes y más receptivos al Evangelio”.
Otra frontera, dijo el Papa, se encuentra en “la reconciliación y la justicia”. En un mundo devastado por las desigualdades y los conflictos, pidió a la Compañía que se opusiera a la “globalización de la impotencia” con una cultura de reconciliación, confiando en que el bien prevalecerá sobre el mal.
El Papa León también señaló la inteligencia artificial como otra frontera importante. Pidió discernimiento en el uso de las plataformas digitales para evangelizar y formar comunidades frente a tecnologías que conllevan riesgos de aislamiento y exponen a las personas a nuevas formas de manipulación.
“Las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía... son sin duda fronteras que requieren discernimiento y valentía”, afirmó el Papa León XIV.
Hace seis años, el Papa Francisco confirmó las cuatro PAU identificadas por la Compañía: mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento; caminar con los excluidos; acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador; y cuidar de nuestra casa común, como caminos privilegiados de misión para diez años (2019-2029).
“Os animo a encontraros con las personas con esa inquietud: en casas de retiro, universidades, redes sociales, parroquias y espacios informales donde se reúnen los que buscan”, urgió el Papa León, destacando que la primera Preferencia responde “al profundo anhelo del corazón humano” de muchos que buscan sentido en todo el mundo.
En cuanto a la segunda Preferencia, el Santo Padre animó a la Compañía a enfrentarse a la “dictadura de una economía que mata” y a no ceder al resentimiento, a la “fatiga de la compasión” o al fatalismo, ante los numerosos pobres del mundo cuya dignidad ha sido violada.
Destacó la urgencia de acompañar a los jóvenes de hoy, señalando que la Iglesia necesita encontrar y hablar el lenguaje de los jóvenes a través de acciones, presencia y palabras. “Es importante crear espacios donde puedan encontrar a Cristo, descubrir su vocación y trabajar por el Reino”, insistió. En este sentido, identifica la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Corea (2027) como un “momento clave para esta misión”.
El Papa León pidió una colaboración humilde en respuesta a la cuarta Preferencia, señalando que “los jóvenes exigen un cambio” en nuestro enfoque de la crisis medioambiental. Añadió que “la conversión ecológica es profundamente espiritual; se trata de renovar nuestra relación con Dios, con los demás y con la creación”.
El Santo Padre también recordó a los jesuitas que permanezcan arraigados en Cristo a través de la oración, los sacramentos y la devoción al Sagrado Corazón. “Desde este arraigo”, señaló, “tendréis el valor de caminar a cualquier lugar: para decir la verdad, para reconciliar, para sanar, para trabajar por la justicia, para liberar a los cautivos. Ninguna frontera estará fuera de vuestro alcance si camináis con Cristo.”
“Mi esperanza para la Compañía de Jesús es que podáis leer los signos de los tiempos con profundidad espiritual; que abracéis lo que promueve la dignidad humana y rechacéis lo que la disminuye”, dijo el Papa, expresando su deseo de que la Compañía sea “ágil, creativa, perspicaz y siempre en misión”.
Tras la audiencia con el Papa, el resto del octavo día de la Reunión de Superiores Mayores se dedicó a “Reimaginar las estructuras de gobierno”. El P. Benedictus Hari Juliawan, Provincial de Indonesia, y el P. Claudio Paul, de la Curia General, hicieron una presentación que proporcionó a los Superiores Mayores material para los debates en grupo y la sesión plenaria.

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Jon Sobrino en homenaje a Gustavo Gutiérrez:
"La realidad es la base de la teología"
“La teología de la liberación tiene que ver con realidades, eso fue lo que me quedó de él”, afirma el teólogo español Jon Sobrino al referirse a la principal enseñanza del teólogo Gustavo Gutiérrez, a quien se le rindió un sentido homenaje en el marco del IV Congreso de Teología Latinoamericana y Caribeña que se celebra en Lima
Al cumplirse un año de la muerte de Gutiérrez, el sacerdote jesuita Jon Sobrino, recuerda que se formó durante siete años en Frankfurt - Alemania y desde allá, la percepción de la teología de la liberación propuesta por Gustavo Gutiérrez era distinta.
Reflexionar para liberar
Aspecto que pudo aclarar en un encuentro posterior con el dominico en El Salvador. Allí entendió la profundidad de su propuesta, fundamentada en el conocimiento de la realidad a la que luego se le agregaron conceptos, sin perder la base de la vida.
Desde su juventud, los consagrados Sobrino y Gutiérrez se vieron influenciados por la realidad social y política de América Latina, trabajaron juntos en la reflexión teológica sobre la liberación y la justicia social. Una postura de la realidad de la que compartieron una visión crítica de la pobreza y abogaron por una Iglesia comprometida con la liberación de los pobres y la búsqueda de justicia para todos.
Mientras que Gutiérrez escribió el libro titulado “Teología de la liberación”, una obra de carácter fundacional que profundiza en los aspectos que distinguen esta corriente teológica, Jon Sobrino desarrolló una cristología que enfatiza en la fe que se hace vida y opta de manera preferencial por los pobres.
Optar por los pobres
Al paso de la historia y los devenires sociales, económicos y políticos del continente, Sobrino continúa desarrollando la teología de la liberación y en El Salvador se le reconoce como defensor de los derechos humanos y la justicia social.
De ahí, que durante su disertación en memoria de Gustavo Gutiérrez, hiciera referencia a monseñor Óscar Romero, una persona que como el teólogo peruano, encarnó en la práctica esa opción preferencial por los pobres que encuentra en la teología de la liberación una propuesta conceptual y práctica.
“En El Salvador cuando me preguntan por el nombre de una persona que me haya impactado, hablo de Óscar Arnulfo Romero. El mismo sobre el cual los campesinos decían que los defendió siendo pobres. Nos defendió y por eso lo mataron, monseñor Romero dijo la verdad, son algunas frases de la gente sencilla que Romero siempre escuchó y defendió hasta entregar la vida”. Incluso -recuerda Sobrino- como obispo no se lamentó por la persecución que vivía la Iglesia en aquel entonces. "Me alegro, hermanos, de que la iglesia sea perseguida," decía.
Resucitar en el pueblo
Para Sobrino sería muy triste, que en un país donde hay tantos asesinatos, violaciones y persecuciones a los cristianos que a la iglesia no le tocara nada; esto significa que algo se está haciendo bien en tanto incomoda a unos cuantos; particularmente a quienes ejercen el poder y no desean que sus actuaciones sean sometidas al juicio colectivo. Situación de la que Sobrino destaca una frase de Romero: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.
Así, concluyó su intervención durante el homenaje que recordó a la persona de Gustavo Gutiérrez, desde sus aportes conceptuales que permanecen vivos entre quienes le conocieron, leyeron e implementaron como una nueva forma de vivir la teología y la acción pastoral, sirviendo a los descartados que en América Latina y el Caribe siguen padeciendo los mismos dolores de su época.
A Gustavo Gutiérrez se le considera uno de los padres de la Teología de la Liberación, cuya propuesta generó un impacto significativo tanto en la reflexión teológica como la acción social y eclesial en América Latina, pese a los momentos de tensión que vivió con la Iglesia, por su postura respecto a lo institucional y el compromiso con la justicia social muchas veces lejana en la práctica, respecto a la propuesta que hizo Jesús.

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