La biblioteca de Scadi bnha

La biblioteca de Scadi bnha Un ricon dedicado a fanfics de my hero academia y otros

Título: El omega y él príncipeCapitulo 3Capitulo anterior: https://www.facebook.com/photo/?fbid=122262823154073411&set=a...
18/10/2025

Título: El omega y él príncipe

Capitulo 3

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La casa Midoriya, en antaño estaba llena de luz y libros, de historias y del poder y riquezas que poseia, pero ahora se había convertido en un mausoleo de apariencias. Kaina mantenía el estatus de nobleza con uñas y dientes, sin siquiera trabajar o hacer algo para que haya entrada de dinero, lo único que hacía era vender discretamente los objetos más valiosos de la propiedad, aunque todos se los vendía a la misma persona Kai Chizaki un noble médico, con poder económico y una reputación de cuestionable, pero que por alguna razón amaba coleccionar las riquezas de la casa Midoriya. Candelabros de plata, tapices bordados, vajillas heredadas… todo desaparecía poco a poco, sin que nadie se atreviera a preguntar.

Izuku lo notaba. Cada vez que limpiaba el salón principal, había un hueco más en la repisa. Cada vez que servía la cena, faltaba una copa. Pero no decía nada. Sabía que cualquier palabra podía volverse en su contra y aunque pudiera decir algo, ante la sociedad no era más que un huérfano, porque su padre no se había casado legalmente con Kaina y por ende él no tenía la “protección” de ella.

Así que aquel día, Kaina se había enojado porque vio a Izuku reír con un nombre recién llegado, al que había ayudado en el mercado cuando este se tropezó con el puesto que atendía, y no podía permitir que ese don nadie, consiguiera un mejor partido que sus hijos.

Asi que esa mañana, mientras el sol apenas se filtraba por los vitrales, Kaina irrumpió en el comedor con el rostro crispado de furia. En sus manos sostenía una caja vacía, de terciopelo rojo.

—¿Dónde está? —rugió, haciendo temblar la porcelana sobre la mesa.

Toga levantó la vista con una sonrisa torcida. Denki se encogió en su asiento, incómodo.

Izuku, que estaba sirviendo el té, se giró con cautela.

—¿Dónde está qué, señora?

—¡La pulsera de rubíes! —exclamó Kaina, alzando la caja—. Estaba aquí anoche. Hoy ha desaparecido y tú eres el único que ha estado en esa sala.

Izuku palideció. Nunca había tocado esa joya, sabía que era una de las pocas piezas que aún quedaban de la primera familia de Kaina, y que ella la mostraba con orgullo en las reuniones sociales.

—Yo no la he tomado —respondió con firmeza, aunque el miedo le cerraba la garganta.

—¿Y quién más podría haberlo hecho? —intervino Toga, con tono venenoso—. Siempre estás husmeando, siempre mirando lo que no te pertenece. Quizás pensaste que podrías venderla y escapar con el dinero.

—¡Eso no es cierto! —replicó Izuku, dando un paso atrás.

Denki bajó la mirada. Sabía que su madre había vendido la pulsera días antes, pero no se atrevía a hablar. Kaina lo había amenazado con enviarlo al mercado de esclavos si la desobedecía.

—¡Silencio! —gritó Kaina, avanzando hacia Izuku—. ¡Eres un ladrón! ¡Un omega sin vergüenza! ¡Y ahora pagarás por tu insolencia!

Antes de que pudiera defenderse, Kaina lo tomó con fuerza del brazo, tan fuerte que le dejaría marcas en la piel y lo arrastró hasta el sótano, donde lo aventó sin piedad para después cerrar la puerta, el lugar estaba oscuro, no se veía nada, no había ventana, luces, solo una manta raída en el suelo.

—Si alguien se atreve a sacarlo, tendrá un peor destino que ese asqueroso omega, no saldrá hasta pasado mañana, no quiero que le pasen agua ni comida, necesita mano dura para que entienda — sin mas se marchó hasta su habitación.

Izuku se dejó caer en el rincón más alejado, abrazando sus rodillas, dejando que las lagrimas bañaran su hermoso rostro, no podía hacer nada, solo esperar a que algún día pueda deshacerse de su cruel madrastra.

—No soy un ladrón… —susurró, con la voz quebrada—. No soy lo que ellos dicen.

Las horas pasaron lentas, como gotas de cera cayendo sobre su piel. El hambre le retorcía el estómago, no sabía que hora era cuando la puerta se abrió por con cierta lentitud, los ojos de Izuku intentaron enfocar, pero la linterna de leña que traía aquella persona solo lo encandiló un poco.

—¿Izuku? — la voz de Denki sonó suave, casi como un susurro.

Denki bajó un par de escalones mas antes de cerrar la puerta y continuar su trayecto, Izuku estaba acostado en el piso, pero se había alzado al ver a su hermanastro, Denki llegó hasta él, colocó la lampara cerca y luego Izuku notó la canasta que tenía, ahí había una manta más decente para el frio del sótano y también comida.

—Si te descubre, terminaras igual o peor que yo. — Susurró Izuku

—Siempre he pesado que cuando tu te vayas, yo tomaré tu lugar — respondió Denki, al mismo tiempo que sacaba la comida y se la daba a Izuku — Además sabes que madre tiene el sueño muy pesado y no se dará cuenta que vine o que alguien te dio algo.

Izuku tomó el pan con manos temblorosas, el aroma cálido le hizo doler el estómago aún más. Asi que comenzó a comer todo lo que el omega rubio había traído. Denki lo observaba en silencio, con una mezcla de culpa y resignación en los ojos.

—Deberias irte —murmuró Izuku, después de unos bocados—. Si Kaina te encuentra…

—Lo sé —interrumpió Denki, bajando la mirada—. Pero no puedo seguir fingiendo que no veo lo que te hace. Aunque… tampoco puedo detenerla.

Izuku tragó con dificultad. El pan se le atascaba en la garganta, como si las palabras de su hermanastro pesaran más que el castigo.

—No se cómo le haces —Denki se giró hacia la puerta, con los hombros encogidos—. Por más intentos que ha hecho por quebrarte aun así sigues de pie.

Izuku lo miró con tristeza. No había odio en su corazón, solo una pena profunda por lo que todos habían perdido en esa casa.

—Porque si me quiebro, ella gana. Y mi padre… mi padre no me crió para rendirme, además este lugar es el ultimo recuerdo de mi padre, si muero seré feliz de morir aquí.

Denki asintió, sin decir más. Dejó la canasta a un lado y se levantó.

—Mañana por la noche te traeré mas comida, intenta no hacer mucho ruido, te dejaría la lampara, pero con el humo, no creo que sea buena idea.

Izuku lo observó con sorpresa, pero no preguntó. Solo asintió, con una gratitud silenciosa que no necesitaba palabras.

Denki se marchó, y el sótano volvió a sumirse en la oscuridad. Pero esta vez, Izuku tenía una manta, comida, y una promesa.

Cuando el encierro finalmente terminó, Kaina lo sacó tal y como había dicho Denki horas antes, ella no bajaría, simplemente le gritaría que tenía cierto tiempo para salir o sino lo encerraba una semana más.

—Será mejor que te bañes — comentó Kaina con desprecio — Apestas, espero que hayas aprendido tu lección o sino la próxima te arrojare con los cerdos

Izuku no respondió, en su lugar Torino lo ayudó, estaba un tanto débil, y lo llevó al baño de la servidumbre para que se duchara.

—Iremos al mercado hoy — comentó Torino mientras le pasaba ropa limpia — Te diría que te quedes en casa a descansar, pero Kaina…. — suspiró — ¿Por qué no finges que vienes con nosotros y vas al bosque, cerca del lago?

Izuku se vistió con ropa sencilla, pero limpia. Torino le había dejado una camisa de lino verde y pantalones de tela gruesa, junto con una capa ligera para cubrirse del sol. El omega se recogió el cabello con una cinta oscura y salió del baño de sirvientes.

En el establo, acarició el hocico de Rubí, una yegua de pelaje rojizo y ojos suaves. Era la única criatura a parte de los sirvientes que lo trataban bien dentro de la casa Midoriya.

—Vamos, Rubí —susurró, ajustando la montura—. Hoy necesito respirar.

Izuku tomó el camino del bosque, el sendero que serpenteaba entre los árboles hasta llegar al lago escondido.

El aire era fresco, y el sol filtraba sus rayos entre las hojas, creando dibujos dorados sobre el suelo. Rubí avanzaba con paso tranquilo, como si supiera que su jinete necesitaba paz.

Al llegar al claro, Izuku desmontó y dejó que la yegua pastara cerca. El lago se extendía frente a él como un espejo de cristal, rodeado de árboles altos y flores silvestres. Era un lugar secreto, casi mágico, donde el mundo parecía detenerse.

Se sentó en una roca cerca del agua, cerró los ojos y respiró hondo. Por primera vez en días, disfrutó del murmullo del viento y el canto de los pájaros.

Hasta que un chillido agudo lo sacó de su calma.

Izuku se levantó de inmediato y siguió el sonido. Cerca de un árbol alto, vio a un pequeño pajarito revoloteando en el suelo, con las alas abiertas y el cuerpo tembloroso. Había caído de su nido, que colgaba en una rama alta, justo sobre el borde del lago.

—Tranquilo… —murmuró Izuku, arrodillándose con cuidado.

Tomó al pajarito entre sus manos, sintiendo el latido acelerado de su pequeño corazón. Luego miró hacia arriba, calculando la distancia. La rama más baja estaba a su alcance si se trepaba por el tronco, pero era delgada, y colgaba justo sobre el agua.

Aun así, no dudó.

Izuku comenzó a trepar, su padre le había enseñado a escalar cuando era niño, cuando aún creían que los omegas podían hacer lo que se propusieran. Al llegar a la rama, se sostuvo con una mano y colocó al pajarito en su nido, entre hojas y ramitas.

—Ahí estás, pequeño —susurró, sonriendo.

Pero al intentar bajar, la rama que lo sostenía crujió. Izuku apenas tuvo tiempo de mirar hacia abajo antes de que se venciera bajo su peso.

—¡Ah! —gritó, cayendo al agua con un chapoteo brusco.

El lago lo recibió con frialdad, era una tarde de otoño por lo que el agua estaba helada, Izuku salió a la superficie con rapidez, nadando hacia la orilla lo más rápido que podia. El agua le pesaba en la ropa, y el cabello se le pegaba al rostro.

—¡Maldita rama! —masculló, saliendo del agua y sentándose en la orilla.

Se quitó la capa empapada y la dejó sobre una roca. Su camisa se pegaba al cuerpo, revelando la hermosa silueta de su cuerpo. El sol comenzaba a secar la tela, pero él sabía que tendría que esperar un buen rato antes de poder montar a Rubí sin empapar la silla.

—Perfecto… —susurró, molesto consigo mismo—. No fui cuidadoso. Ahora tendré que quedarme aquí como un trapo mojado.

Entonces, una voz grave y familiar rompió el silencio.

—¿Estás bien?

Izuku se giró de inmediato, con el corazón acelerado. En la entrada del claro, montado sobre un caballo negro, estaba el príncipe Katsuki. Su capa carmesí ondeaba con el viento, y sus ojos rojos lo observaban con intensidad.

—Te vi caer desde el sendero —continuó Bakugo, desmontando con agilidad—. Pensé que te habías golpeado.

Izuku se puso de pie de inmediato, intentando recuperar la compostura. El agua goteaba de su cabello, y sus botas hacían ruido al pisar el barro.

—Estoy bien, alteza —respondió, bajando la cabeza en una reverencia

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Izuku al final como trágame tierra.

La imagen fue tomada de pinteres si conoces al creador déjamelo en los comentarios

Skadi

Título: El legado caídoCapitulo 8Capitulo anterior: https://www.facebook.com/photo?fbid=122265663986073411&set=a.1221549...
17/10/2025

Título: El legado caído

Capitulo 8

Capitulo anterior:
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El pitido del monitor se convirtió en un metrónomo de ansiedad.

Izuku observó cómo las ondas del pulso en la pantalla se estabilizaban y, poco a poco, la respiración de Katsuki se hacía más profunda, más consciente.

El aire del refugio se espesó.

Cada segundo se sentía como una cuenta regresiva hacia un destino que no podía evitar.

Los párpados de Katsuki se movieron. Primero un leve temblor, luego una contracción más fuerte.

Sus manos se crisparon instintivamente, pero los guantes bloquearon cualquier intento de usar su don. Su cuerpo entero reaccionaba como una máquina lista para pelear, incluso antes de entender dónde estaba.

Izuku dio un paso atrás, su corazón golpeaba con tanta fuerza que le dolía.
Sabía lo que vendría.

El rugido.
La furia.
Las preguntas.

Los ojos rojos del héroe en formación se abrieron, nublados al principio, pero cargados de fuego apenas enfocaron su entorno.
El techo gris, los tubos de metal, las sombras moviéndose como fantasmas en las paredes. Y frente a él, la figura encapuchada, con una máscara metálica y mirada verde brillante.

—¿Qué... mi**da es esto...? —gruñó Bakugo, con voz ronca. Intentó moverse, pero las correas lo sujetaban con firmeza—. ¿Dónde... demonios... estoy?

Su mirada se clavó en Izuku.
Hubo un silencio corto, pesado.
Una chispa de reconocimiento cruzó sus pupilas.
Esa postura. Esa forma de respirar.

—Tú... —su voz bajó, quebrándose un poco—. No puede ser...

Izuku mantuvo el silencio.

No confiaba en su voz; sabía que el más mínimo temblor lo delataría.

—¿Qué hiciste, bastardo? —escupió Bakugo, luchando contra las ataduras—. ¿Dónde están los demás? ¡¿Qué le hiciste a la U.A.?!

—Nada que no merecieran —respondió Requiem, con un tono bajo, modulando su voz para sonar más grave.

—¿Qué...?

—Vamos, Bakugo, tienes mas potencial como para estar con esos payasos, recuerda que te salve.

—¿Salvarme? —rió sin humor, una risa áspera, cargada de desprecio—. Me secuestraste, pedazo de mi**da. ¡¿Así es como llamas a salvar a alguien?!

—Si no hubiera intervenido, Muscular… estarías mu**to —replicó Izuku, la frialdad quebrándose en su garganta.

Bakugo entrecerró los ojos.
Había algo en esa voz. Una cadencia familiar, una forma de hablar que conocía demasiado bien.

Y entonces, su respiración se detuvo por un segundo.
Un nombre cruzó su mente, como una chispa: Deku.

—¿Por qué haces esto?

—¿Qué?

—¿Por qué demonios haces todo este montaje? ¡Deku!

—¿Deku?

Katsuki lo miró, con una mezcla de horror y furia.

—¡Eres tú! —gritó, forzando las correas—. ¡Eres ma***to Deku! ¡Pensé que habías mu**to, id**ta! ¡Y ahora te vistes como un villano, como un p**o traidor!

El silencio que siguió fue insoportable.
Izuku bajó la cabeza.
No había máscara que pudiera ocultarlo ya.

—Sí... —confesó al fin — Soy yo.

Katsuki se quedó helado.
Su respiración se entrecortó.
Por un instante, todo el enojo se transformó en pura confusión.

—¿Por qué...? —su voz se quebró apenas—. ¿Por qué hiciste esto, Deku?

Izuku no respondió.

—¿Por qué desapareciste? —insistió, con más fuerza—. ¿Por qué nos dejaste? ¡Pensamos que estabas mu**to, maldita sea! ¡All Might... Mis padres... todos te buscaron durante años!

Izuku apretó los puños. Las correas de su guante chirriaron.
Cada palabra era un golpe directo a la herida que nunca había cerrado.

—No tenía elección —murmuró.

—¡Eso es una mi**da! —gritó Katsuki, sacudiéndose con fuerza—. ¡Siempre tienes elección! ¡Siempre dijiste que querías ser un héroe! ¡El mejor de todos! ¡Y mírate ahora! ¡Te convertiste en lo mismo que juraste destruir!

La voz de Bakugo resonó por todo el refugio, rompiendo el silencio como un trueno.
Izuku cerró los ojos, respirando hondo.
Su mente le gritaba que no dijera nada, que mantuviera la fachada.
Pero ya no podía.

—No lo entiendes, Kacchan… —habló finalmente, y su voz, ahora sin distorsión, sonó rota, humana — No sabes lo que pasó.

Katsuki lo miró, desconfiado.

—¿Qué carajos vas a decirme que justifique esto? ¿Que All for One te lavó el cerebro? ¿Que perdiste la fe? ¿O que decidiste que el mundo te debía algo?

Izuku lo observó en silencio.

Por primera vez en mucho tiempo, sus ojos verdes mostraron vulnerabilidad.

—Fue mi padre.

Bakugo frunció el ceño.

—¿Qué?

—Hisashi Midoriya —continuó Izuku, cada palabra pesando como plomo—. Skyflare.

Katsuki parpadeó, incrédulo.

—¿Tu viejo...? No, espera, eso no tiene sentido. Skyflare es un héroe. Uno de los mejores.

Izuku sonrió con amargura.

—Sí. El héroe número tres del ranking. El símbolo de “esperanza ardiente”. El padre devoto que todos admiraban.

Bakugo lo miraba confundido, casi con enojo.

—¿Qué demonios estás diciendo?

Izuku dio un paso atrás, se quitó la máscara, dejando que cayera al suelo.
Su rostro estaba más demacrado, con ojeras marcadas y cicatrices apenas visibles. Pero sus ojos… esos seguían siendo los mismos.

—Él mató a mi madre, Kacchan.

Las palabras flotaron en el aire como cuchillos. Bakugo se quedó sin voz. Solo lo miró, atónito.

—Eso es… —tragó saliva— eso es imposible.

Izuku negó con la cabeza.

—Ojalá lo fuera.

El temblor en su voz se volvió más fuerte.

—Mi madre descubrió que él tenía una relación con otra he***na. No era la primera vez, pero esta vez... quiso dejarlo. Amenazó con hacerlo público, con denunciarlo ante todos. Y él… no podía permitirse un escándalo. No a esas alturas.

—Deku...

—La noche en que la encontré — continuó Izuku, sin detenerse—, dijeron que fue un ajuste de cuentas de villanos. ¿Lo recuerdas? Salió en todas las noticias. Pero no fue eso.

Sus manos temblaban.

—Mi madre me lo confesó antes de morir —su voz se quebró

Katsuki se quedó helado. Las palabras rebotaban en su mente, imposibles de procesar.

—No... no puede ser. La Comisión habría...

—La Comisión lo sabe —interrumpió Izuku, su tono ahora más duro—. Siempre lo supieron. Lo encubrieron. Dijeron que era mejor “para la estabilidad del sistema”. Que un símbolo no podía mancharse con algo así.

—Deku... —Katsuki murmuró, con un hilo de voz—. ¿Estás diciendo que todo fue...

—Un montaje —respondió Izuku—. Lo encubrieron todo y cuando intenté hablar, cuando fui a ellos... Skyflare me dijo algo que nunca olvidaré.

Su mirada se endureció, vacía.

—“Nadie te creerá, Izuku. Soy un héroe, tú solo eres el hijo de una mujer muerta.”

Bakugo tragó saliva. Sentía un n**o en la garganta. El chico que conoció, el que sonreía con esperanza, se había roto mucho antes de convertirse en villano.

—La Liga me encontró poco después —continuó Izuku, más bajo—. Sabían lo que había pasado. Sabían que yo quería justicia, me ofrecieron la oportunidad de vengarme. A cambio, debía servirles.

—Y aceptaste... —dijo Bakugo, casi sin aliento.

—Acepté —confirmó Izuku, sin mirarlo—. No por ambición. No por odio hacia los héroes, sino porque nadie más me escuchó. Porque el sistema que yo idolatraba protegió al asesino de mi madre.

El silencio llenó la habitación. Solo se oía el zumbido lejano de los generadores.
Katsuki bajó la cabeza, respirando con dificultad.

—Deku... —dijo al fin—. Eso... eso no lo justifica.

—Lo sé —admitió Izuku—. Pero al menos me hizo entender que los héroes no siempre son los buenos. Que algunos símbolos se construyen sobre mentiras.

Katsuki lo miró, con furia contenida.

—Entonces... ¿te convertiste en uno de ellos? ¿En lo mismo que destruyó tu vida?

Izuku guardó silencio.

Su respuesta estaba escrita en sus ojos.

—Pudiste venir a nosotros... pudiste decirme. Yo te habría creído, ma***to. All Might también lo habría hecho.

Izuku sonrió triste.

—¿Y qué habría pasado? ¿Habrías enfrentado a la Comisión? ¿Al héroe número tres del país? Kacchan eras solo un niño de cuatro años y yo solo tenía catorce.

—¡Entonces debiste pelear, maldita sea! —gritó—. ¡Eso era lo que hacías! ¡Eso eras tú! El id**ta que no se rendía, aunque todos se burlaran, el que siempre decía “yo puedo ser un héroe”. ¡¿Qué pasó con ese Deku?!

Izuku lo miró con tristeza y culpa.

—Murió —respondió en voz baja—. Murió esa noche, junto con ella.

Katsuki se quedó callado. Su mirada se suavizó apenas, pero la rabia seguía viva en el fondo.

—No... —negó en voz baja—. No te creo. No puedo creerlo.

Izuku avanzó unos pasos, hasta quedar frente a él.

—No tienes que hacerlo. Pero eso no cambia la verdad.

—¿Y qué verdad es esa? —gruñó Bakugo, forzando las ataduras—. ¿Que todo este tiempo has estado trabajando para All for One? ¿Que destruiste la U.A.? ¿Que casi matas a mis compañeros solo porque te dolía el pasado?

—No fue por eso.

—¡Entonces, dime! —gritó Katsuki, su voz quebrándose—. ¡Explícame, Deku! ¿Por qué te convertiste en esto? ¿Por qué te volviste un monstruo?

Izuku respiró hondo.

—Porque el sistema que juré proteger me enseñó que la justicia no existe. —Su tono era sereno, casi vacío—. Que los héroes no son más que un producto. Que los símbolos no salvan, solo entretienen.

—¡Tonterías! —escupió Katsuki—. ¡Toshinori no es así! ¡Yo no soy así!

Izuku lo miró con un brillo apagado en los ojos.

—No, tú no... —murmuró—. Por eso te salvé.

Katsuki parpadeó.

—¿Qué?

—Muscular habría acabado contigo —continuó Izuku—. Y si All for One hubiera llegado primero, te habría usado como un arma contra los héroes. Te habría roto. Yo no podía permitirlo.

—¡Y secuestrarme era mejor idea! —gritó Katsuki, exasperado.

—Era la única manera de mantenerte vivo —respondió Izuku sin levantar la voz—. Si la Liga sospecha que te dejé escapar, vendrán por ti. Si los héroes te encuentran aquí, creerán que colaboras conmigo.

El silencio volvió a caer entre ellos. Katsuki lo miró, sin saber si debía creerle o odiarlo.

El rostro de Izuku, desgastado, cansado, mostraba más humanidad de la que cualquier villano debía tener. Y eso era lo que más lo confundía.

—¿Qué planeas hacer conmigo entonces? —preguntó finalmente, con voz baja.

Izuku tardó en responder.

—Nada.

Katsuki arqueó una ceja.

—¿Nada?

—No voy a matarte. No voy a torturarte. —Se giró, dándole la espalda—. Pero tampoco puedo dejarte ir aún.

—¿Y qué esperas? ¿Que te entienda? ¿Que te perdone?

Izuku no respondió.

—Si te dejo ir, le dirás a todos quien soy y esto podría empeorar.

—No lo haré — respondió Katsuki — Dejame estar a tu lado.

—No

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Cuanta tension

La imagen le pertenece a doodledrops

Skadi

Título: Promesa bajo la lunaCapitulo 11Capitulo anterior: https://www.facebook.com/photo?fbid=122265637766073411&set=a.1...
17/10/2025

Título: Promesa bajo la luna

Capitulo 11

Capitulo anterior:
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Izuku despertó con un estremecimiento. Su cuerpo flotaba apenas sobre el pedestal de obsidiana, rodeado por runas que brillaban con una luz enfermiza, como si la magia misma estuviera contaminada. La burbuja que lo había contenido se había desvanecido, pero en su lugar, ahora había una prisión invisible lo mantenía dentro de ese lugar, no eran cadenas, pero no le permitían salir.

El aire estaba cargado de ceniza y poder. La luna, que era visible a través de los vitrales rotos del Palacio de Cristal, colgaba roja y silenciosa sobre el cielo de Zinad.

Frente a él, en lo alto de una escalinata de mármol ennegrecido, se alzaba un nuevo trono. No era de oro ni de piedra. Era de fuego negro, vivo, palpitante, y sin embargo no quemaba a quien lo ocupaba.

Dabi estaba sentado con una postura relajada, como si el mundo entero le perteneciera, lo observaba con una sonrisa torcida. Su cabello blanco flotaba como ceniza, y sus ojos azules brillaban con una intensidad que no era humana.

—Buenos días, hijo de la luna —comentó, con voz suave— Dormiste como un ángel. Aunque los ángeles, según recuerdo, no suelen despertar en prisiones.

Izuku intentó moverse, pero su cuerpo no respondía del todo. La magia lunar dentro de él estaba agitada, pero contenida. Como si algo la estuviera drenando lentamente.

—¿Qué hiciste? —murmuró.

—Te protegí —respondió Dabi, bajando los escalones con lentitud— Te encerré en un lugar donde nadie puede tocarte. Donde nadie puede robarte. Donde solo yo puedo verte… y hablarte.

Izuku lo miró con furia.

—No tienes derecho.

—¿Derecho? —Dabi se detuvo frente al pedestal— Yo no necesito derecho. Tengo poder. Y tú… tú tienes algo que me pertenece.

Izuku apretó los dientes.

—No tengo nada que te pertenezca.

Dabi sonrió.

—Pronto serás mio, hijo de la luna.

Izuku se incorporó con esfuerzo, apoyándose en sus rodillas. La prisión no lo impedía, pero lo debilitaba. Aún así, sus ojos verdes brillaban con la misma fuerza de siempre.

—¿Qué quieres de mí?

Dabi se giró, alzando una mano. El aire se llenó de símbolos flotantes, runas antiguas que giraban como planetas alrededor de una estrella.

—Quiero tu bendición —respondió con simpleza — Quiero que me des un heredero. Un hijo nacido de la luna y del fuego. Un ser que lleve mi legado… y tu luz.

Izuku palideció.

—Estás enfermo.

—Soy un visionario —corrigió Dabi— El mundo necesita algo nuevo. Algo que no sea solo guerra o paz. Algo que lo consuma y lo ilumine al mismo tiempo. Y tú… tú eres el único que puede darme eso.

Izuku se puso de pie, tambaleante, pero firme.

—Jamás. No te daré nada, no me uniré a ti, no te bendeciré. Y mucho menos engendraré algo que lleve tu nombre.

Dabi lo observó en silencio. Luego suspiró, como si hubiera esperado esa respuesta.

—Sabía que dirías eso —murmuró— Por eso tengo un plan B.

Con un gesto, el aire frente a Izuku se abrió como una cortina. Una visión apareció, flotando entre las runas: Drakonia. El reino bajo la luna. Las torres blancas. Los jardines. Los soldados. Y en el centro, Katsuki.

Izuku observó la imagen y su corazón se heló en un segundo.

—Kacchan…

—Está vivo —respondió Dabi— Por ahora. Pero si tú no cooperas… si tú no me das lo que quiero… entonces él morirá. Y no solo él. Melissa, Hitoshi, Denki, Ochaco, todos. Drakonia será ceniza. Como Zinad.

Izuku tembló.

—No… —susurró Izuku— No puedes…

—Puedo —respondió Dabi— Y lo haré. A menos que tú me des lo que quiero. Voluntariamente, con tu bendición, con tu magia.

Izuku cerró los ojos, respirando hondo.

—No te saldrás con la tuya —respondió con fiereza — No importa lo que hagas. No importa cuánto me encierres. No importa cuántas amenazas lances. No me doblegaré.

Dabi lo observó en silencio. Luego, lentamente, comenzó a reír.

—¿Doblegarte? —repitió— No necesito que te doblegues. Solo necesito que esperes.

Se giró hacia el trono y volvió a sentarse.

—¿Sabes que pasará en tres dias? — preguntó colocando una mano en su mejilla recargándose en ella.

—¿Tres días? — preguntó Izuku confundido.

—En tres días, el eclipse será total. La luna se ocultará y por unas horas tu magia desaparecerá. Y entonces… el ritual comenzará. No necesitaré tu permiso. No necesitaré tu voluntad. Solo necesitaré tu cuerpo.

Izuku retrocedió un paso, horrorizado.

—No…

—Sí —respondió Dabi— Porque cuando la luna se apague, tú serás mío. Y el mundo… será nuestro.

El silencio que siguió fue helado.

Izuku cayó de rodillas, su mente giraba, buscando una salida, una forma de resistir, de advertir, de luchar.

Y en lo más profundo de su alma, una voz susurró.

Katsuki vendrá.

Y aunque la luna estaba roja, aunque el fuego lo rodeaba, aunque la prisión lo contenía…

Izuku no pensaba rendirse, debía encontrar una solución, pero ¿Cómo? Estaba completamente solo.

Pero aun así recordaba las palabras de Katsuki y el no era el mismo, sabia que Kacchan no lo dejaría encontraría la forma de llegar a él, mientras tiene tres días para planear que hacer.

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Nuestro Izuku, ¿Lograra ganar tiempo?

La imagen fue tomada de pinteres si conoces al creador déjamelo en los comentarios

Skadi

Hola!!!Hoy tendremos 10:00 am Promesa bajo la luna01:00 pm El legado caído06:00 pm El príncipe y el omega La imagen le p...
17/10/2025

Hola!!!

Hoy tendremos

10:00 am Promesa bajo la luna
01:00 pm El legado caído
06:00 pm El príncipe y el omega

La imagen le pertenece a yuzuade en x

Skadi

Título: Mi dulce llamadoCapitulo 20Capitulo anterior: https://www.facebook.com/photo/?fbid=122263576094073411&set=a.1222...
17/10/2025

Título: Mi dulce llamado

Capitulo 20

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Izuku y Katsuki, pasaron toda una semana en el lago, para ambos, era un regalo que la vida les debía.

Por primera vez no hubo que contenerse por las reglas, ni miradas vigilantes, ni prohibiciones veladas. Solo el sonido del agua, los pájaros en la distancia y el crepitar de la fogata que Katsuki encendía cada atardecer.

Cada que tenían oportunidad se profesaban su amor, Katsuki lo tomaba con todo el amor del mundo en cada rincón, por ejemplo, en el lago. Izuku nunca había visto tan sereno a su alfa. En los días que siguieron a su unión, el león se volvió más atento, más paciente, y a su manera, esa forma brusca pero sincera era más cariñoso. Cada gesto suyo parecía decirle “te pertenezco y quiero cuidarte”.

Por su parte, Izuku se permitió ser libre. Ya no había timidez que ocultar, ni miedo de romper antiguas reglas. Despertaban con el amanecer reflejándose sobre el lago, compartían el desayuno entre risas, exploraban el bosque cercano y, por las noches, se acurrucaban bajo el mismo manto de estrellas.

Aquel refugio se volvió su mundo entero, un pequeño universo donde el tigre y el león aprendían a moverse en perfecta armonía. Katsuki, aunque era naturalmente era dominante y fuerte, trataba a Izuku con una delicadeza que pocos habrían imaginado de él. Lo llamaba su centro, su punto de calma, y cada día encontraba una nueva forma de demostrarlo.

Una tarde, mientras Izuku trenzaba flores silvestres cerca del agua, Katsuki se sentó detrás de él y apoyó su barbilla sobre su hombro.

—¿Qué haces, Zuzu? —preguntó con voz ronca.

—Coronas —respondió sonriendo— Para cuando regresemos, quiero que usemos algo hecho con nuestras propias manos.

Katsuki soltó una risa baja. —Siempre tan simbólico.

—Alguien tiene que equilibrar tu manera de verlo todo a base de rugidos y fuerza —bromeó Izuku, girando apenas para mirarlo.

El león le dio un beso fugaz en la mejilla y se quedó observando el trenzado que Izuku hacía con paciencia. Era tan distinto de él, y sin embargo, tan perfectamente complementario.

Los días transcurrieron así, entre charlas largas, paseos tranquilos y ese silencio cómodo que solo existe cuando dos almas ya se entienden sin palabras. A veces se quedaban horas mirando el reflejo del sol sobre el lago; otras, jugaban en el agua como dos adolescentes que hubieran olvidado el peso de su linaje.

Cuando llegó el último día, Izuku despertó temprano y lo encontró observando el amanecer desde la orilla.

—¿Ya piensas en el regreso? —preguntó el omega, acercándose y rodeándolo con los brazos por la espalda.

Katsuki asintió sin mirarlo. —La manada Escarlata nos espera. Ser líderes no es solo un título, Zuzu. Es una promesa que haremos frente a todos.

Izuku apoyó su mejilla en la espalda de su alfa. —Y la cumpliremos juntos.

El camino de regreso fue tranquilo. A medida que se acercaban a la aldea, los miembros de la manada salían a su encuentro. El aire estaba lleno de expectativa y alegría; los niños corrían, los ancianos sonreían y las flores decoraban el sendero principal.

La ceremonia se realizaría al anochecer, frente a la gran fogata del centro del territorio, como marcaba la tradición de los Escarlata.

Mitsuki y Masaru ya los esperaban, orgullosos y emocionados.

—Nunca pensé que vería el día en que mi hijo se convirtiera en líder de manada —comentó Masaru con una franca sonrisa.

—Y con Izuku, nada menos —agregó Mitsuki, guiñándole un ojo al omega—. Ese chico tiene más paciencia de la que cualquiera de nosotros merecería.

Izuku se rió, sonrojándose un poco, mientras Katsuki bufaba intentando ocultar su sonrisa.

La caída del sol trajo consigo un aire solemne. Los colores del crepúsculo tiñeron el cielo de naranjas y rosados, y la gran fogata fue encendida en medio del claro. Los cánticos comenzaron a elevarse con el viento, y la manada entera se reunió formando un círculo alrededor de los nuevos líderes.

Izuku vestía un traje ceremonial blanco con bordes color vino, representando pureza y renovación. En su cabeza llevaba una corona trenzada con las flores del lago, las mismas que había recogido con Katsuki días atrás. El león, por su parte, vestía tonos dorados y escarlata, y el emblema de su familia brillaba sobre su pecho.

Masaru, con la serenidad de un patriarca, tomó la palabra:

—Hoy la luna será testigo de una nueva era. El tigre blanco y el león caminarán como uno solo, guiando a nuestra manada hacia un mismo propósito.

Los presentes inclinaron la cabeza, en señal de respeto.

Katsuki dio un paso al frente, tomó las manos de Izuku y, por un momento, todo el ruido desapareció. Solo existían ellos dos y el fuego danzante que iluminaba sus rostros.

—Izuku —habló el león, con voz grave pero llena de emoción—. Frente a la luna, ante nuestra gente y ante los que nos precedieron, te presentó formalmente como la luna de nuestra manada.

Izuku lo miró con los ojos brillando de lágrimas contenidas.

—Y yo prometo ser la luz de quienes nos necesiten —respondió Izuku con seguridad.

Katsuki apretó con suavidad sus manos, mirándolo como si nada más existiera.
El fuego crepitó entre ellos, reflejando en sus rostros la unión de sus almas.

Masaru dio un paso adelante, levantando una antorcha que había encendido con la llama central de la fogata.

—Entonces, por la sangre de nuestros ancestros, declaro que la luna y el líder de la Manada Escarlata ahora son Katsuki e Izuku Bakugo —anunció solemnemente.

Los cánticos se elevaron con fuerza. Los miembros de la manada inclinaron la cabeza, y algunos dejaron escapar rugidos profundos, símbolo de respeto y reconocimiento.

Izuku y Katsuki permanecieron tomados de las manos, y él, en un gesto que ya era tradición entre los Escarlata, inclinó la frente hasta rozar la de su pareja.

—Nuestra era comienza hoy —susurró el león.

Izuku sonrió, temblando un poco por la emoción.

—Juntos, siempre —contestó con suavidad.

El círculo de fuego alrededor de ellos se iluminó de pronto con el reflejo de decenas de antorchas. Los miembros de la manada, uno a uno, fueron encendiendo las suyas con la llama del centro, demostrando que aceptaban a sus nuevos lideres.

La ceremonia continuó con ofrendas simbólicas: frutas, flores, y amuletos tejidos a mano. Todo representaba prosperidad, fuerza y unión. Hisashi y Yoichi observaban desde la primera fila, con el orgullo brillando en sus rostros.

Yoichi, con una cálida sonrisa, se acercó una vez que los cantos cesaron.

—Antes de que la luna llegue al punto más alto… —comentó, colocando un pequeño cofre de madera entre ellos—, quiero entregarles algo que Tomura envía con su bendición.

Izuku parpadeó sorprendido y recibió el cofre con cuidado. Katsuki ladeó la cabeza, curioso.

Dentro, sobre un paño de lino, reposaba una piedra blanca atravesada por finas vetas verdes, casi translúcidas bajo el fuego.

—Es una piedra de unión —explicó Yoichi— Pertenecía a tu madre, Izuku. Simboliza el perdón, la reconciliación y la fortaleza que nace después de la tormenta. Tomura no pudo venir… Kai está por dar a luz. Pero quiso que esta piedra sellara el lazo entre ustedes y nuestra familia, quería que la tuvieras.

Izuku llevó la mano a su boca, conteniendo un sollozo.

—Gracias… —susurró, con la voz quebrada.

Katsuki, asintió con solemnidad.

—Dile a Tomura que lo valoramos. Y que, cuando llegue el pequeño, tendrá dos tíos esperándolo con los brazos abiertos.

Yoichi sonrió, satisfecho.

—Se lo diré. Y sé que le alegrará escucharlo.

Hisashi lo estrechó con fuerza, hundiendo el rostro en el cabello de su hijo. Por un momento, el ruido de la celebración a su alrededor pareció desvanecerse. Solo quedaban ellos dos: padre e hijo, unidos por una historia llena de sacrificios, pruebas y amor.

El aroma de Izuku lo envolvió por completo, familiar y reconfortante como siempre, pero esta vez… algo era distinto.

Hisashi frunció el ceño suavemente, sin apartarse. Percibió un matiz diferente en el aire, algo sutil pero inconfundible para un alfa de su experiencia. No era solo el olor del vínculo con Katsuki, ese perfume cálido y dorado que siempre flotaba en torno al joven, sino un cambio más profundo, más íntimo.

“Es demasiado pronto para estar seguro…” pensó el patriarca, pero el instinto que corría por su sangre rugió con certeza. Aun así, sonrió, acariciando la mejilla de Izuku antes de apartarse con calma.

—Estoy tan orgulloso de ti, mi cachorro —repitió, su voz grave y serena—. Has crecido más de lo que imaginé, y la luna te sonríe esta noche.

Izuku alzó la mirada, sus ojos verdes brillando bajo la luz del fuego.

—Gracias, padre… por todo.

Hisashi asintió despacio.

—Siempre creí, Izuku. Y lo seguiré haciendo.

Katsuki observaba la escena a unos pasos, con una mezcla de respeto y emoción contenida. Cuando Izuku regresó a su lado, el león lo atrajo suavemente, posando una mano sobre su cintura. Hisashi notó el gesto y no pudo evitar una pequeña sonrisa. Sí… era evidente que aquel vínculo no solo era fuerte, sino que crecía con cada latido.

Los tambores retomaron su ritmo en la distancia, marcando el final de la ceremonia y el inicio de la celebración.

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¿Qué habrá notado Hisashi?

La imagen fue tomada de pinteres si conoces al creador déjamelo en los comentarios

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