
21/09/2025
Título: Mi dulce llamado
Capitulo 17
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El día de la boda amaneció con un aire solemne. Desde muy temprano, la manada bullía de actividad: adornos colgaban entre los árboles, flores frescas habían sido recolectadas para perfumar el claro donde se llevaría a cabo la ceremonia, y los ancianos entonaban oraciones de agradecimiento a los ancestros por unir a dos almas destinadas y pedir prosperidad por las dos manadas que hoy se unían.
Las familias vecinas llegaban una tras otra, cargando ofrendas, cántaros de vino, y pequeños cofres con obsequios. Los omegas se afanaban en preparar los banquetes; los guerreros, aunque impecablemente vestidos, patrullaban discretamente los senderos, cuidando que nada interrumpiera el gran día del jaguar y el tigre blanco.
Tomura debería estar tranquilo. Era el protagonista junto a Kai, sin embargo, el peso en su pecho era tan grande que ni la solemnidad ni la emoción lograban calmarlo. Su mirada buscaba constantemente un rostro entre la multitud, pero Izuku aún no había bajado de su habitación.
Ese silencio era insoportable.
Ya lo había intentado todo. Lo había buscado durante semanas, había pedido disculpas de mil formas, pero nunca había tenido el valor de enfrentarlo directamente para escuchar sus palabras. Ahora, con la boda a punto de comenzar, entendió que si no lo hacía, nunca más tendría la oportunidad, porque se iría un tiempo a vivir con los jaguares antes de regresar para tomar su lugar como líder de la manada esmeralda.
Respiró hondo, apretó los puños y se dirigió a la casa familiar.
Izuku estaba en su cuarto, sentado frente a un espejo de cuerpo entero. Vestía con una túnica verde esmeralda adornada con hilos dorados que resaltaban el brillo de sus ojos. Su tio había insistido en que se arreglara con cuidado, porque aunque no fuera el protagonista, seguía siendo el hermano del novio y debía representar a la familia con orgullo.
El omega, sin embargo, no pensaba en su atuendo. Jugaba nervioso con el borde de sus mangas, su mente dando vueltas en un torbellino de emociones. Había prometido a Katsuki que hablaría con su hermano, pero nunca había dicho cuándo. Parte de él quería evitarlo, postergarlo, quizá dejar que el tiempo hiciera lo suyo. Pero otra parte sabía que no podía esconderse para siempre.
Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
—Izuku… soy yo —la voz de Tomura sonaba curiosa y ansiosa.
El corazón de Izuku dio un vuelco. Dudó unos segundos, pero al final respondió.
—Pasa.
La puerta se abrió despacio. Tomura entró, vestido con un haori blanco con bordados plateados que lo hacían ver imponente. Su cabello, estaba recogido con cuidado, dejaba al descubierto la fuerza de su mandíbula, pero sus ojos… sus ojos reflejaban una vulnerabilidad que pocas veces dejaba ver.
Por un momento, ninguno habló. Solo se observaron, como si la distancia entre ellos fuera mucho más que unos pasos.
Tomura respiró profundo, avanzando hasta quedar frente a su hermano menor.
—Zuzu… —su voz se quebró— Antes de que baje al claro, antes de que todo esto comience, necesito hablar contigo.
Izuku lo miró con cautela, pero no apartó la vista.
—Te escucho.
El tigre blanco tragó saliva. Tenía mil cosas que decir, pero no sabía por dónde empezar. Al final, eligió lo más simple y complicado a la vez.
—Lo siento. —Las palabras salieron cargadas de un profundo dolor— Perdóname por no escucharte ese día, por no confiar en ti. Pensé que hacía lo correcto al protegerte, pero… lo único que hice fue herirte.
Izuku cerró los ojos unos segundos, como si la confesión removiera algo dentro de él. Cuando los abrió, sus pupilas brillaban con un matiz de tristeza y ternura.
—No sabes cuánto me dolió, Tomura. —Su voz temblaba— Tú siempre fuiste mi ejemplo, la persona en la que confiaba más que en nadie. Y justo tú… fuiste quien me hizo sentir como si no tuviera voz.
El tigre apretó los dientes, conteniendo las lágrimas que amenazaban con desbordarse.
—Lo sé —susurró—. Cada día me arrepiento, he intentado acercarme, pero entiendo por qué me rechazas. Me lo merezco.
Izuku lo observó con detenimiento. Durante semanas había guardado ese rencor, ese n**o en el pecho que no lo dejaba respirar. Recordaba los intentos de Tomura: los dulces, las flores, los gestos torpes. No eran lo que él necesitaba, pero aún así habían sido pruebas de que su hermano no había dejado de quererlo.
Se levantó despacio del asiento, quedando frente a él.
—No quiero seguir enojado contigo, Tomura. —Dio un paso hacia adelante— Te perdono.
Los ojos del tigre se abrieron con sorpresa.
—¿De verdad…?
Izuku asintió, con una leve sonrisa.
—Pero… —añadió, con un tono más serio— necesito que entiendas algo. No puedes protegerme a tu manera sin escucharme. Ya no soy un niño, si me amas, si de verdad quieres que estemos bien, tienes que confiar más en mí. En mis decisiones, Kacchan me a respetado a pesar de todo, él es mi alfa y yo soy su omega.
Tomura bajó la cabeza al escuchar esas palabras. Que Izuku mencionara a Katsuki en ese contexto le dolió, pero no porque despreciara al león, sino porque comprendía el contraste que su hermano estaba marcando: el alfa externo había sabido respetarlo, mientras que él, siendo su sangre, no lo había hecho.
Respiró profundo, como si quisiera tragarse ese n**o que le quemaba en la garganta.
—Tienes razón —admitió al fin.
Izuku lo observó con seriedad, aunque la ternura de sus ojos era evidente.
—Todavía me cuesta, Tomura. No te voy a mentir. Pero ya no quiero cargar más con este enojo, no quiero que hoy, en el día más importante de tu vida, mi rencor esté presente. Solo… no me vuelvas a tratar como si fuera débil.
El tigre alzó la mirada de golpe, encontrándose con la determinación de su hermano menor. Esa fuerza en Izuku, esa luz que no dejaba de crecer desde que estaba con Katsuki, lo dejó sin palabras.
—No lo haré —respondió con firmeza—. Te lo prometo, a partir de hoy, voy a confiar en ti. Y si alguna vez dudo… entonces que seas tú quien me lo recuerde.
Un silencio cargado de emociones llenó la habitación. Después, fue Izuku quien se inclinó y lo rodeó con los brazos. El abrazo no fue largo ni exagerado, pero estuvo lleno de lo que más necesitaban.
Tomura lo sostuvo con fuerza, cerrando los ojos, permitiendo que por primera vez en semanas su pecho se sintiera más liviano.
—Gracias, hermanito —susurró — No sabes cuánto necesitaba esto.
Izuku sonrió en su hombro.
—Yo también. Ahora baja al claro, Kai te está esperando. Y no lo hagas esperar más, ¿sí?
Tomura río suavemente, limpiándose una lágrima rebelde con la manga del haori.
—Lo intentaré.
Ambos se separaron, y por primera vez en semanas, Izuku le regaló una sonrisa genuina, de esas que nacían desde lo más hondo de su corazón. Esa chispa que tanto había extrañado, Tomura la sintió como el mejor regalo de bodas.
Minutos después, cuando los tambores anunciaron el inicio de la ceremonia, los hermanos descendieron juntos.
Kai lo esperaba, de pie en el altar adornado con guirnaldas de flores rojas y blancas, percibió de inmediato el cambio. La tensión que había cargado Tomura durante días parecía haberse desvanecido. Sus labios se curvaron en una sonrisa tranquila, y su pecho se llenó de un alivio profundo.
En la primera fila, Yoichi dejó escapar un suspiro satisfecho. Hisashi, por su parte, observó con sus ojos de líder, serenos pero atentos, y permitió que una ligera sonrisa se dibujara en su rostro.
Katsuki, sin embargo, fue quien más notó el brillo en los ojos de Izuku. Su omega caminaba erguido, con la frente en alto, liberado de la herida que lo había acompañado durante semanas. El león no necesitó palabras para entender que Izuku había cumplido su promesa.
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¿Ya quieren la boda entre el león y el tigre blanco?
La imagen le pertenece a
Skadi