14/09/2025
Evangelio de Hoy 14 de septiembre 📖
Del Santo Evangelio según san Lucas 15, 1-32
En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: «Este recibe a los pecadores y come con ellos».Jesús les dijo entonces esta parábola: «Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió, hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, se la carga sobre los hombros, lleno de alegría; y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: "¡Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido!" Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: "¡Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido!". Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente».También les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: "Padre dame la parte que me toca de la herencia". Y él les repartió los bienes.No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a u país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.Se puso entonces a reflexionar y se dijo: "¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores".En seguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo".Pero el padre le dijo a sus criados: "¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba mu**to y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado". Y empezó el banquete.El hijo mayor estaba en el campo, y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó que pasaba. Éste le contestó: "Tú hermano ha regresado, y tú padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo". El hermano mayor se enojó y no quería entrar.Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: "¡hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo".El padre repuso: "Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque éste hermano tuyo estaba mu**to y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado".
Palabra del Señor.
Clic aquí para escuchar este pasaje y su reflexión:
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Reflexión:
En el Evangelio de hoy, Jesús nos presenta una de las páginas más hermosas de toda la Biblia, con la parábola del hijo pródigo. Ésta, hermanos, no es solo la historia de un joven rebelde, sino el retrato del corazón del Padre: de un Dios que ama, espera, perdona y abraza.
Pero, hay algo más profundo: esta parábola no solo habla de cómo Dios actúa con nosotros, sino también de cómo estamos llamados a actuar nosotros con los demás. San Lucas, en el Evangelio de hoy, nos invita a vivir lo que dice Jesús: "Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso." Lo dice en el capítulo 6, verso 36.
Podemos decir que, a la base de todo este relato, se encuentra el amor que todo lo perdona, que todo lo cree, que todo lo soporta como dice san Pablo en su primera carta a los Corintios.
Por su parte, san Juan lo resume así: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. Ese mismo amor es el que estamos llamados a reflejar nosotros y a ser imagen del Padre del amor. Si Dios nos perdona una y otra vez, nosotros también debemos aprender a perdonar y a acoger, como lo decimos en el Padre Nuestro. De esta manera comienza nuestra misión: amando como Dios nos ama. Es decir, no solo con palabras, sino con hechos. Por eso quisiera comentar con ustedes algunas actitudes concretas con las que se expresa la misericordia en nuestra vida.
Empecemos diciendo que el amor verdadero busca al hermano que se ha perdido. Jesús lo dijo claro: “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Y es por ello que uno de los principales actos de misericordia que podemos realizar es evangelizar, para así poder acercar a otros al corazón del Padre.
Por otro lado, estamos llamados, como el Padre, a excusar y perdonar. Recordemos que Jesús en la cruz ora diciendo, como nos lo muestra Lucas en el capítulo 23: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Hermanos, la misericordia ve más allá del error y busca restaurar, no condenar. San Pablo nos dice que el amor “no lleva cuentas del mal”. El mantener el odio y generar rencor en el corazón forma una cadena que realmente encadena el alma, pero, como lo vemos en el pasaje de hoy, el perdón la libera.
Además, podemos ver como el Padre se conmueve al ver a su hijo. La compasión nos mueve a actuar, como Jesús, que como nos dice el libro de los Hechos de los apóstoles “pasó haciendo el bien”. La compasión, es ponerse en los zapatos del otro y darle apoyo y cariño; en una palabra, busca comprender y no juzgar. Y es por ello que el salmo 103 nos recuerda que “Dios no nos trata como merecemos”. Es decir, Dios, antes de considerar la falta, nos ve primero como personas necesitadas de amor.
Finalmente, el hermano mayor de la parábola se creía superior y su corazón se cerró. Jesús nos enseña en el pasaje de la mujer adúltera, en el capítulo 8 de san Juan, que nadie está en posición de condenar, porque todos necesitamos de la redención y de la gracia.
La parábola, pues, termina con un banquete de alegría. Y es que, así es el corazón de Dios, un Padre que celebra cuando uno de sus hijos vuelve a casa, cuando encuentra a la oveja extraviada o a la moneda perdida.
Hoy, pues, el Señor nos invita a ser imágenes vivas de su misericordia, pues nos invita a perdonar aunque nos duela, a acoger sin condiciones y a ayudar a otros a reencontrar el camino hacia Él.
Pidamos pues que el Espíritu Santo nos haga cada día más parecidos al Padre, y recuerda que la parábola del hijo pródigo no es solo la historia de un hijo que regresa, sino la historia de un Padre que nunca deja de amar. Hoy, seamos nosotros también misericordiosos, como lo es el Padre.