
24/07/2025
“El Reino del Frutero”:
Cuento oscuro de frutas podridas, hadas silenciadas y cuervos con poder”
**Les advirtió este cuento es solo para entendidos y pueden causar conflictos cerebrales. **
Por Alfredo GS
Érase una vez en el gran continente de Abundandia, cuatro reinos frutales compartían la misma enfermedad. Aunque sus tierras eran fértiles y sus pueblos sabrosos como mangos al sol, sus palacios estaban gobernados por frutas que, con el tiempo, se habían podrido desde adentro.
En el Reino de la Guayaba Roja, los reyes hablaban de libertad mientras encerraban a las hadas en frascos, acusándolas de volar demasiado alto o de hablar con viento propio. Era un reino donde los ogros con boina repartían discursos eternos y raciones mínimas, convenciendo a todos de que comer esperanza era más nutritivo que el pan.
Más al norte, en la Isla del Plátano Cautivo, el rey Melón, nieto de otro rey Melón, había heredado el trono por genética, no por votos. Allí, los libros eran enemigos del Estado, los jugos prohibidos y las hadas espías del exterior. Cualquiera que preguntara “¿Por qué no tenemos libertad?” era enviado a recolectar cocos para siempre, bajo la vigilancia de los cuervos que hablaban con acento ruso.
En el corazón selvático del continente, el Reino del Mango Enredado era gobernado por un ogro de voz dulce y ceño fruncido. Declaraba amor eterno al pueblo mientras arrancaba los árboles de raíz para sembrar obediencia. Las frutas que no se alineaban eran aplastadas y convertidas en mermelada de traición. Las hadas, convertidas en presentadoras de noticias, sonreían mientras los cuervos le dictaban lo que debían decir.
Pero el último reino, el más joven en esta historia amarga, era el Reino del Aguacate Iluminado. Allí gobernaba un fruto maduro de cáscara gruesa y verbo florido, quien aseguraba que todo estaría bien… siempre que los cuervos de su confianza pudieran controlar los bosques, las semillas, los mercados y hasta los cuentos. “Yo tengo otros datos”, decía el aguacate, mientras sus ogros favoritos recibían oro a cambio de “proteger” al pueblo de enemigos imaginarios.
Los cuatro reinos formaron una hermandad llamada “La Alianza Bolivariana del Sazón Popular”, donde intercambiaban recetas de control:
• Cómo encantar al pueblo con discursos y olvidos.
• Cómo desaparecer a los limones críticos y perseguir a los duraznos rebeldes.
• Cómo decir que hay democracia cuando todo se decide en las cavernas del poder.
Los cuervos, siempre atentos, volaban sobre cada reino, picoteando la verdad y dejando caer semillas de mentira. Las hadas que aún intentaban volar eran tratadas como brujas. Y los árboles de justicia… talados para construir tronos.
Mientras tanto, el pueblo —una mezcla de frutas nobles y semillas ancestrales— resistía con canto, memoria y jugo fresco. Cada vez que los ogros decían “todo está mejor que nunca”, el sol se nublaba y las mariposas se escondían. Pero algunos sabían que los cuentos no terminan hasta que la última fruta despierta.
Y así termina este capítulo del Frutero de la Mentira, donde las apariencias tropicales esconden las raíces de la corrupción, el autoritarismo y el saqueo disfrazado de amor al pueblo.
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Para la segunda parte…