30/10/2025
Una de las cosas que no deben ser olvidadas
Hace 67 años, Laika fue enviada al espacio.
Y hoy siento el deber de recordarla.
No por nostalgia, ni por simple curiosidad científica,
sino por respeto… y por esa culpa que todavía pesa sobre la humanidad.
Porque Laika no fue un experimento.
Fue una vida. Una presencia. Una inocencia ofrecida al desconocido.
Su verdadero nombre era Kudrjavka, que en ruso significa “pequeña rizada”.
Pero el mundo la conoció como Laika, “la que ladra”.
Era una perrita mestiza, mitad husky, mitad terrier, recogida de las frías calles de Moscú.
Solo tenía tres años.
La eligieron por ser tranquila, dócil, resistente…
como si esas cualidades pudieran justificar la condena que la esperaba: morir sola en el espacio.
🛰️ El 3 de noviembre de 1957, a las dos de la madrugada, Laika partió a bordo del Sputnik 2.
La cápsula contenía comida, agua, paredes acolchadas…
pero ningún plan de regreso. Desde el principio, aquel viaje era una pena de muerte disfrazada de progreso.
Algunos dicen que vivió siete horas, otros, cuatro días.
Siempre sola. Siempre en silencio.
Suspendida en una jaula de metal mientras la Tierra seguía girando bajo ella, cada vez más
Laika no pidió ser una he***na.
No eligió representar a la ciencia ni a la carrera espacial.
Era solo una pequeña perrita callejera, con ojos que buscaban cariño…
y un cuerpo convertido en instrumento.
Por eso, año tras año, sigo contando su historia.
Porque nos recuerda que no todo progreso es inocente,
y que muchas veces nuestras victorias están escritas sobre el dolor de quienes no pudieron decir “no”.
Laika, no te hemos olvidado.
Mientras alguien pronuncie tu nombre,
no serás un experimento.
Serás memoria. Serás conciencia.
Serás el recordatorio de lo que la humanidad no debe repetir jamás.