13/12/2025
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Cuando ir al hospital era una sentencia de muerte; la historia de Ignaz Semmelweis, el doctor al que metieron al manicomio por insistir en la importancia de lavarse las manos
En 1825, los familiares de un paciente internado en el Hospital St. George, en Londres, quedaron horrorizados al verlo recostado sobre sábanas húmedas, sucias y cubiertas de hongos y gusanos. Nadie se quejó. Ni él ni los demás enfermos. Aquello, simplemente, era lo normal.
Los hospitales del siglo XIX eran lugares donde todo apestaba, o***a, vómito y otros fluidos corporales impregnaban el aire. El olor era tan insoportable que el personal caminaba con pañuelos apretados contra la nariz. Los médicos tampoco ayudaban, rara vez se lavaban las manos o los instrumentos y arrastraban consigo lo que llamaban, sin pudor, “el tradicional hedor hospitalario”.
Los quirófanos parecían mataderos. Mesas de madera marcadas por cirugías anteriores, pisos cubiertos con aserrín para absorber la sangre y cirujanos trabajando sin medidas básicas de higiene. Había incluso un puesto mejor pagado que el de algunos doctores, el del “cazador de insectos en jefe”, encargado de quitar piojos de colchones y sábanas.
No era exageración, los hospitales eran auténticos caldos de cultivo para la infección. Tan peligroso era ingresar a uno que, en ese periodo, era más seguro enfermarse en casa. Las tasas de mortalidad hospitalaria eran de tres a cinco veces más altas que en entornos domésticos. Por algo se les conocía como “Casas de la Muerte”.
Ese mundo quedó inmortalizado en 1875 por el pintor Thomas Eakins en La clínica de Gross, una imagen cruda de la cirugía antes de la higiene. Años después, La clínica de Agnew mostraría un cambio radical, cuando la limpieza comenzó a imponerse.
Favor de lavarse las manos!!!
Antes de que se conocieran los gérmenes, un médico se atrevió a desafiar la costumbre. Se llamaba Ignaz Semmelweis.
Trabajando en Viena en la década de 1840, descubrió algo simple pero incómodo, cuando los médicos se lavaban las manos entre procedimientos, la mortalidad caía drásticamente. No sabía explicar por qué. Solo tenía números, y la razón.
Intentó imponer el lavado de manos en las salas de maternidad. El resultado fue menos muertes. Pero sus colegas lo tomaron como un insulto. Fue ridiculizado, aislado y expulsado del sistema médico.
Murió sin reconocimiento.
Hoy, Semmelweis es conocido como “el Salvador de las Madres”. Cada vez que un médico se lava las manos antes de tocar a un paciente, su legado sigue vivo.
Ignaz Semmelweis murió el 13 de agosto de 1865 en circunstancias tan trágicas como irónicas.
¿De qué murió?
Murió a causa de una infección generalizada (septicemia).
¿Cómo ocurrió?
• Fue internado a la fuerza en un manicomio en Viena
• Ahí fue golpeado y maltratado por los guardias
• Las heridas se infectaron
• La infección se propagó por su cuerpo
• Falleció dos semanas después
👉 La ironía histórica es brutal;
el hombre que luchó por evitar infecciones murió precisamente por una infección, en una época que aún se negaba a aceptar sus ideas.
Dato clave:
Durante décadas se ocultó o minimizó esta versión, pero hoy la mayoría de los historiadores médicos coinciden en que la septicemia derivada de heridas infectadas fue la causa real de su muerte.