20/10/2025
Un Maestro y su discípulo vivían en las montañas como ermitaños. Un día, el Maestro le dijo al discípulo:
— Hoy bajaremos al pueblo y responderemos a sus preguntas.
Bajaron de las montañas, se sentaron al borde del camino y esperaron. Pronto, la gente empezó a llegar, haciendo preguntas al Maestro sobre el sentido de la vida, la estructura del universo, y más—pero el Maestro permanecía en silencio. Al caer la noche, cuando la gente ya se había dispersado, apareció un viajero en el camino. Se acercó al Maestro y al discípulo y preguntó:
— Buenas personas, ¿podrían decirme cómo llegar a tal y tal pueblo?
De repente, el Maestro habló, explicando detalladamente cómo llegar al pueblo. Al final, incluso decidió acompañar al viajero y ayudarle a cargar sus bolsas.
Después de ayudar al viajero, comenzaron a regresar a las montañas. El discípulo caminó en silencio durante un buen rato, pero finalmente no pudo contenerse y le preguntó al Maestro:
— Maestro, ¿por qué te quedaste en silencio cuando la gente vino a hacerte preguntas tan sabias, pero cuando un simple viajero pidió indicaciones, hablaste de repente e incluso decidiste acompañarlo?
El Maestro respondió:
— Porque durante todo el día, él fue la única persona que sabía lo que quería.