05/11/2024
Capitulo: 1
Esta era una serpiente que vivían el desierto, donde el calor podía derretir hasta las piedras de la intensidad que hacía.
Era tan seco que las nubes solo pasaban sin dejar una gota de agua, llovía una vez al año, solo era calor y noches frías.
Aunque la serpiente era una cazadora experimentada, parece que esta vez la suerte no está de su lado.
Porque se pasaba horas buscando comida, pero ni rastros había de los ratones que solía comer.
Se quedaba pensando diciendo.
— Parece que ya no hay ratones.
¿Qué pasaría a donde se irían? —
Exclamo pensando que eso pasaba.
— ¡Tal vez desaparecieron todos los ratones!
Pero...
¿Qué voy a hacer ahora? Sin comida.
¿Qué voy a comer? Si no hay nada.
¡Me voy a morir de hambre! —
Grito la serpiente en su loca desesperación.
Solo sentía una gran preocupación si sobrevivíria o no más tiempo, ya que solo miraba cactus, piedras, insectos y otros animales más grandes que ella.
Se decía toda desesperada.
— Todo lo que miro no es comida para mí, no puedo comer insectos ni piedras. —
Solo una idea le pasó por la mente, aunque era imposible de hacer.
— Y... ¿Qué pasa si me voy de aquí?
Porque no deseo pasar hambre ni tampoco morir. —
Ya eran más las dudas que el hambre que la aquejaba.
Era su pensamiento para sobrevivir.
— Pero, aquí nací, aquí he vivido siempre, no creo que exista algo más allá de este desierto. —
Los días pasaban y la serpiente miraba cómo salía el sol y se ocultaba apareciendo la luna y nuevamente saliendo el sol.
Hasta que ya no aguanto más el hambre y se dispuso a comer lo que sea con tal de no morir y seguir con vida.
La serpiente miró todo a su alrededor y lo único que miraba eran cactus y unas hormigas que salían y entraban de su nido.
Se deslizó hasta un cactus.
— Bueno, voy a darle una mordida a este cactus para arrancar un pedazo y comérmelo. —
Pero al darle una gran mordida al cactus, sintió unos grandes piquetes en la boca.
Y pego un grito de dolor.
Que dejó de morder el cactus y se retiró de inmediato, sintiendo como si otra serpiente la hubiera mordido.
Pasaron unos minutos y la serpiente solo movía la boca de un lado a otro por el gran dolor que sentía hasta que por fin se recuperó, y dijo toda adolorida.
— Creo que los cactus no se comen también tienen dientes iguales a los míos, es difícil comerlos.
Además no tienen buen sabor para mi gusto, saben feo. —
A la serpiente no le quedó de otra más que seguir con el plan.
— Bueno, solo me queda ir a probar las hormigas. —
Se arrastro lentamente hasta el nido de las hormigas, pero las hormigas ya la habían visto y estaban listas para recibirla como ellas lo saben hacer.
La serpiente se puso en un lado de la entrada del nido de las hormigas y cuando se dispuso a comerse a las hormigas que estaban afuera.
De repente salieron todas las hormigas atacar.
Mordiendo y clavando sus aguijones a la serpiente.
Al sentir que todas las hormigas estaban encima de ella.
Se empezó a revolcar en el suelo y a retorcerse por el dolor de los piquetes y mordidas de las hormigas hasta que pudo huir de allí.
Salió despavorida todavía con unas hormigas encima de ella picando y mordiendo, se tuvo que frotar sobre unas piedras para quitárselas de encima.
Nunca pensó que las hormigas fueran tan feroces a tal grado de querer comérsela, ya solo le importó alejarse de las hormigas.
Cuando llegó al agujero donde vivía, se sintió más aliviada mirando su cuerpo todo mordido, picoteado, adolorido y aún asustada, dijo tristemente.
— Veo que tampoco hormigas puedo comer y lo peor que casi me comen a mí. —
Oía su estómago gruñir y más se lamentaba.
— Creo que me quedaré con hambre otra vez por este día. —
La serpiente resignada se fue a dormir sin comer.
Al día siguiente:
el sol brillo nuevamente en el desierto.
Ya la serpiente estaba lista sobre una roca para recibir los rayos del sol.
Cuando ve pasar volando un insecto cerca de ella, la serpiente lo miró con un poco de asombro, ya que nunca había visto algo así.
— ¿Qué será eso?
Nunca había visto algo así en mi vida.
¿Será un insecto?
Tal vez se pueda comer, voy a atraparlo para ver qué es. —
La serpiente bajó velozmente de la roca y empezó a perseguirlo para poder atraparlo. Finalmente, el insecto se paró sobre un cactus.
Con voz firme y aterradora, le gritó.
— ¿Qué eres?, ¿de dónde saliste?
¿Eres un insecto? —
El pequeño insecto que miraba a la serpiente desde arriba del cactus le contesto.
— ¡Sí, soy una abeja! Pero...
¿Por qué me estás siguiendo? —
La serpiente lo miró fijamente diciendo.
— ¡Para comerte!, vas a hacer mi comida y calmar mi hambre. —
La abeja miraba a la serpiente con asombro e incredulidad por lo que había dicho.
Que se soltó a reír con grandes carcajadas
— ¿Eres tonta?, o naciste así.
Oh, tal vez el hambre ya te tiene así. —
La abeja seguía riéndose de la serpiente, hasta que paró de reír, dijo nuevamente.
— Que no sabes que las serpientes como tú no comen abejas.
¿Qué clase de serpiente eres? —
— ¡Soy una de cascabel! —
Replicó la serpiente con algo de vergüenza por lo que dijo la abeja.
— Entonces busca un ratón o cualquier otro animal que si puedas comer, pero a mí ¡No!. —
Dijo la abeja molesta con la serpiente.
A la serpiente no le quedó de otra que contarle todo lo que pasaba lo que había hecho para tratar de sobrevivir y comer.
Al oír la abeja, los problemas y el motivo de por qué la serpiente se la quería comer. Se compadeció de ella, le contó del lugar de donde ella venía y todo lo que había allá.
— Ve detrás de esas colinas en dirección de donde sale el sol, ahí encontrarás el lugar de donde vengo allí hay suficiente comida. —
La serpiente, creyendo en lo que le dijo la abeja, se dispuso a marcharse y dejar el desierto para siempre.