Cuentos para leer

Cuentos para leer Cuentos, poesía, historias. Los sueños nunca se acaban mientras se tenga imaginación.

Capitulo: 1Esta era una serpiente que vivían el desierto, donde el calor podía derretir hasta las piedras de la intensid...
05/11/2024

Capitulo: 1

Esta era una serpiente que vivían el desierto, donde el calor podía derretir hasta las piedras de la intensidad que hacía.
Era tan seco que las nubes solo pasaban sin dejar una gota de agua, llovía una vez al año, solo era calor y noches frías.

Aunque la serpiente era una cazadora experimentada, parece que esta vez la suerte no está de su lado.
Porque se pasaba horas buscando comida, pero ni rastros había de los ratones que solía comer.
Se quedaba pensando diciendo.
— Parece que ya no hay ratones.
¿Qué pasaría a donde se irían? —

Exclamo pensando que eso pasaba.
— ¡Tal vez desaparecieron todos los ratones!
Pero...
¿Qué voy a hacer ahora? Sin comida.
¿Qué voy a comer? Si no hay nada.
¡Me voy a morir de hambre! —
Grito la serpiente en su loca desesperación.

Solo sentía una gran preocupación si sobrevivíria o no más tiempo, ya que solo miraba cactus, piedras, insectos y otros animales más grandes que ella.
Se decía toda desesperada.
— Todo lo que miro no es comida para mí, no puedo comer insectos ni piedras. —
Solo una idea le pasó por la mente, aunque era imposible de hacer.

— Y... ¿Qué pasa si me voy de aquí?
Porque no deseo pasar hambre ni tampoco morir. —
Ya eran más las dudas que el hambre que la aquejaba.
Era su pensamiento para sobrevivir.
— Pero, aquí nací, aquí he vivido siempre, no creo que exista algo más allá de este desierto. —

Los días pasaban y la serpiente miraba cómo salía el sol y se ocultaba apareciendo la luna y nuevamente saliendo el sol.
Hasta que ya no aguanto más el hambre y se dispuso a comer lo que sea con tal de no morir y seguir con vida.

La serpiente miró todo a su alrededor y lo único que miraba eran cactus y unas hormigas que salían y entraban de su nido.
Se deslizó hasta un cactus.
— Bueno, voy a darle una mordida a este cactus para arrancar un pedazo y comérmelo. —
Pero al darle una gran mordida al cactus, sintió unos grandes piquetes en la boca.

Y pego un grito de dolor.
Que dejó de morder el cactus y se retiró de inmediato, sintiendo como si otra serpiente la hubiera mordido.
Pasaron unos minutos y la serpiente solo movía la boca de un lado a otro por el gran dolor que sentía hasta que por fin se recuperó, y dijo toda adolorida.

— Creo que los cactus no se comen también tienen dientes iguales a los míos, es difícil comerlos.
Además no tienen buen sabor para mi gusto, saben feo. —
A la serpiente no le quedó de otra más que seguir con el plan.
— Bueno, solo me queda ir a probar las hormigas. —

Se arrastro lentamente hasta el nido de las hormigas, pero las hormigas ya la habían visto y estaban listas para recibirla como ellas lo saben hacer.
La serpiente se puso en un lado de la entrada del nido de las hormigas y cuando se dispuso a comerse a las hormigas que estaban afuera.
De repente salieron todas las hormigas atacar.

Mordiendo y clavando sus aguijones a la serpiente.
Al sentir que todas las hormigas estaban encima de ella.
Se empezó a revolcar en el suelo y a retorcerse por el dolor de los piquetes y mordidas de las hormigas hasta que pudo huir de allí.

Salió despavorida todavía con unas hormigas encima de ella picando y mordiendo, se tuvo que frotar sobre unas piedras para quitárselas de encima.
Nunca pensó que las hormigas fueran tan feroces a tal grado de querer comérsela, ya solo le importó alejarse de las hormigas.

Cuando llegó al agujero donde vivía, se sintió más aliviada mirando su cuerpo todo mordido, picoteado, adolorido y aún asustada, dijo tristemente.
— Veo que tampoco hormigas puedo comer y lo peor que casi me comen a mí. —
Oía su estómago gruñir y más se lamentaba.

— Creo que me quedaré con hambre otra vez por este día. —
La serpiente resignada se fue a dormir sin comer.

Al día siguiente:

el sol brillo nuevamente en el desierto.
Ya la serpiente estaba lista sobre una roca para recibir los rayos del sol.

Cuando ve pasar volando un insecto cerca de ella, la serpiente lo miró con un poco de asombro, ya que nunca había visto algo así.
— ¿Qué será eso?
Nunca había visto algo así en mi vida.
¿Será un insecto?
Tal vez se pueda comer, voy a atraparlo para ver qué es. —

La serpiente bajó velozmente de la roca y empezó a perseguirlo para poder atraparlo. Finalmente, el insecto se paró sobre un cactus.
Con voz firme y aterradora, le gritó.
— ¿Qué eres?, ¿de dónde saliste?
¿Eres un insecto? —
El pequeño insecto que miraba a la serpiente desde arriba del cactus le contesto.

— ¡Sí, soy una abeja! Pero...
¿Por qué me estás siguiendo? —
La serpiente lo miró fijamente diciendo.
— ¡Para comerte!, vas a hacer mi comida y calmar mi hambre. —
La abeja miraba a la serpiente con asombro e incredulidad por lo que había dicho.
Que se soltó a reír con grandes carcajadas

— ¿Eres tonta?, o naciste así.
Oh, tal vez el hambre ya te tiene así. —
La abeja seguía riéndose de la serpiente, hasta que paró de reír, dijo nuevamente.
— Que no sabes que las serpientes como tú no comen abejas.
¿Qué clase de serpiente eres? —
— ¡Soy una de cascabel! —

Replicó la serpiente con algo de vergüenza por lo que dijo la abeja.
— Entonces busca un ratón o cualquier otro animal que si puedas comer, pero a mí ¡No!. —
Dijo la abeja molesta con la serpiente.
A la serpiente no le quedó de otra que contarle todo lo que pasaba lo que había hecho para tratar de sobrevivir y comer.

Al oír la abeja, los problemas y el motivo de por qué la serpiente se la quería comer. Se compadeció de ella, le contó del lugar de donde ella venía y todo lo que había allá.
— Ve detrás de esas colinas en dirección de donde sale el sol, ahí encontrarás el lugar de donde vengo allí hay suficiente comida. —

La serpiente, creyendo en lo que le dijo la abeja, se dispuso a marcharse y dejar el desierto para siempre.

En lo alto del cielo, se encuentran grandes nubes que viajan de un lugar a otro, movidas por el viento y la brisa proven...
03/11/2024

En lo alto del cielo, se encuentran grandes nubes que viajan de un lugar a otro, movidas por el viento y la brisa proveniente del océano llevando consigo las gotas de agua que forman la lluvia.

Entre todas esas grandes nubes que surcan el cielo se encontraba una muy pequeña que parecía una bola de algodón.
Siempre miraba para abajo porque le fascinaba todo lo que había sobre la tierra.

Le gustaba observar las flores, los árboles toda clase de plantas y los animales era alucinante mirar ese espectáculo desde las alturas, ya que se podía ver los más bellos paisajes.

Un día, mientras viajaba se detuvo en un lugar que nunca había visto antes.
Era seco, polvoriento sin bellas flores ni pasto verde o grandes plantas, como había visto en otros lugares, solo estaba allí un viejo árbol.

Estaba medio seco, con unas ramas ya sin hojas, las ramas que todavía tenían ya se empezaban a marchitar.
Era un panorama triste y lúgubre, lo que miraba la pequeña nube en ese lugar.

Se acercó al viejo árbol y preguntó.
—¿Qué pasó aquí?
¿Por qué no hay flores, más árboles, pasto verde y animales?—
El viejo árbol levantó la vista hacia la pequeña nube y con ojos llenos de tristeza, contó lo que pasaba

— No hay flores ni árboles porque no ha llovido en años, el pasto se secó y los animales se han marchado a otros lugares. —
Suspiro tan fuerte para seguir contando el viejo árbol que hasta las hojas de las ramas se le desprendieron.

—Solo quedo yo aquí, pero ya también me estoy secando por falta de agua. —
Con gran melancolía siguió contando el viejo árbol.

—Este era un lugar muy hermoso un paraíso, lleno de vida, pero llegaron los humanos y destruyeron todo.
Talaron los árboles, tumbaron todas las flores con sus máquinas, aplastaban el pasto con los camiones hasta desaparecerlo.
Hicieron que el paraíso se transformara en un lugar seco y desolado. —

La pequeña nube sintió una gran tristeza por lo que le había contado el viejo árbol. De ver la desolación que hay ahora en el lugar e imaginar cómo fue la muerte del paraíso que era antes.

Pero también pensó que el lugar estaba así porque las nubes se habían olvidado de venir aquí y hacer caer la lluvia, como en otros lugares, aquí dejaron morir este lugar con una gran sequía.

Gritó la pequeña nube.
— ¡¡Te voy a ayudar!! —
Por la vergüenza que siento por no traer agua a este seco lugar.
Ya sin ninguna esperanza, el viejo árbol le preguntó a la pequeña nube.

— ¿Pero cómo?
Eres muy pequeña, ¿cómo harás que llueva?
¡Cómo vas a traer tanta agua!
Para hacer que este lugar vuelva a enverdecer. —
Ya el viejo árbol miraba más la posibilidad de secarse que ver llover nuevamente.

— Traeré agua para hacerla caer sobre todo el lugar, de esa manera crecerán de nuevo las flores, el pasto nacerá de nuevo.
¡Hasta podrán retoñar de nuevo las hojas en tus ramas!
Ya, verás que sí puedo hacerlo. ¡Solo espera! —

Sin tiempo que perder la pequeña nube y se marchó a conseguir el agua que necesitaba.
El viejo árbol se quedó mirando el cielo.

Observando cómo la pequeña nube se alejaba perdiéndose en el horizonte.
Pensando que tal vez no volvería y si lo hacía, el agua que trajera no sería suficiente para acabar con la sequía del lugar.

Al poco tiempo de andar recorriendo el cielo en busca de sus amigas, la pequeña nube llegó hasta donde se encontraban, ya estaban reunidas todas llenas de agua listas para hacer llover.

Al ver a la pequeña nube triste y con una mirada llena de melancolía, le preguntaron.
— ¿Por qué tan triste?
¿Qué te pasó, pequeña?
¿Acaso te perdiste porque el viento te arrastró y te dejó lejos de aquí. —

La pequeña nube negó lo que habían dicho sus amigas. Así que les contó lo que había pasado en el lugar donde se encontraba el viejo árbol.

Al final les dijo muy seriamente y con firmeza a sus amigas.
—Por eso quiero poder ayudar llevando agua para hacer llover y vuelta a florecer el lugar. —

Las nubes, al ver la tristeza y voluntad que tenía de ayudar, decidieron darle el agua que necesitaba.

— Ve, lleva el agua hasta donde se encuentra el viejo árbol y déjala caer sobre ese seco lugar. —

Todas dieron la suficiente agua que podía llevar la pequeña nube, les dio las gracias y se fue con rumbo al lugar donde estaba el viejo árbol.

Después de un tiempo de volar por el cielo, la pequeña nube llegó al desolado y triste lugar.
Al ver al viejo árbol le, dijo entusiasmada y con una gran alegría.

— Ya traje agua para poder dejarla caer y vuela a florecer el lugar. —
La pequeña nube dejó caer el agua, pero...
No fue suficiente.

La tierra al estar tan seca, absorbió el agua sin dejar rastro de ella, la pequeña nube se puso triste, porque que no logró nada ni siquiera hacer un pequeño charco de agua.

Eran más grandes las lágrimas que derramaba la pequeña nube que el agua que había dejado caer.

Al ver la tristeza y el sentimiento de fracaso que había en la pequeña nube, el viejo árbol le dio unas palabras de consuelo.

— Fue buena tu intención y te agradezco el gran esfuerzo que hiciste.
Pero necesitarás traer toda el agua del mar para poder hacer que la tierra se humedezca. —

A la pequeña nube se le iluminaron los ojos como si esas palabras que dijo el viejo árbol le hubieran dado más ánimos.

—Entonces, si traigo suficiente agua del mar, ¿puede este lugar ser como antes?.. —
—Sí, pero eso es imposible para ti, ya que eres muy pequeña y la sequía, es enorme. —

Lo que no sabía el viejo árbol es que la pequeña nube estaba decidida hacer eso, sin importar cuánto se tarde en traer toda el agua del mar.

El deseo de ayudar y ver este lugar florecer con animales y nuevas plantas era más grande que ella eso la impulsaba a lograr ese objetivo y no rendirse.

Sin decir nada, se dirigió hasta el mar para traer el agua necesaria, tomó toda el agua que pudo y se dirigió nuevamente con el viejo árbol al llegar, dejó caer el agua, pero el resultado fue el mismo.

La pequeña nube fue varias veces al mar y se regresaba para dejar caer el agua sobre la tierra seca al ver el viejo árbol, a la pequeña nube cansada le suplicó.

—¡Vamos!, ya ríndete, es en vano, nunca lo lograrás, eres muy pequeña. —
— ¡No, nunca lo haré!, te prometí que te ayudaría. —

Exclamó la pequeña nube regresando de nuevo al mar con más ganas y fuerzas para traer agua.

El viento que estaba observando y escuchando todo decidió ayudar a la pequeña nube por todo el esfuerzo y el sacrificio que hacía de ayudar a quien más lo necesitaba.

Se fue hasta donde estaban todas las amigas de la pequeña nube reunidas al llegar las miro cargadas con suficiente agua para hacer llover en ese seco lugar.

Su voz se oyó tan fuerte como un trueno.
— ¡Vamos, tenemos que ayudar a la pequeña nube! —

Al oír las palabras del viento, las enormes nubes ya sabían de la situación de ese lugar y del esfuerzo que hacía la pequeña nube por ayudar a otros, todas dijeron.

— ¡Vamos, ayudemos a nuestra pequeña amiga! —
El viento sopló con gran intensidad que arrastró las inmensas nubes por el cielo, dirigiéndose hasta el lugar donde se encontraba el viejo árbol y la pequeña nube.

En lugar, la pequeña nube ya había regresado del mar y dejado caer el agua nuevamente.
Al sentirse cansada y ver que la sequía la había derrotado y que tener éxito era imposible, cerró los ojos.

Se quedó inmóvil por un momento sin abrirlos, no se percataba de lo que estaba pasando a su alrededor.

De que el cielo se empezó a oscurecer por la llegada de las enormes nubes al lugar, solo sentía el fuerte viento, pero para ella era normal.

Hasta que empezó a sentir las gotas de agua caer, abrió los ojos y miró que estaba cayendo un gran aguacero, que duró un par de horas hasta dejar lugar todo inundado.

Al terminar la lluvia, la pequeña nube y el viejo árbol solo dijeron.
— ¡Gracias!, gracias por ayudar a salvar este lugar. —

El viejo árbol, todo empapado de agua y mirando todo el lugar está completamente inundado.
—Estoy muy agradecido, tenía años que no había visto llover así.

Varios días las nubes llegaban procedentes del mar y hacían caer grandes cantidades de agua en aquel lugar que empezó a pintarse de color verde por el pasto nuevo se llenó de coloridas flores, el viejo árbol se llenó de nuevas hojas y brotes.

Poco a poco llegaron de nuevo los animales que antes habían vivido en ese lugar.
Las nubes le hicieron una promesa al viejo árbol, que siempre llevarían el agua suficiente para hacer llover.

El tiempo pasó y ese seco lugar se volvió a llenar de nuevos árboles, convirtiéndose en un bosque como lo fue antes.
Las nubes seguían dejando suficiente agua para mantener ese lugar verde lleno de árboles.

Y con ellas viene esa nube que ayudó al viejo árbol, pero...
Ya no es pequeña, se ha convertido en una enorme nube que carga una gran cantidad de agua.

Gracias a su gran obra de ayudar a otros y que nunca dejó de rendirse, se convirtió un gran ejemplo para los demás.

Sige visitando lugares secos junto con todas sus amigas, para convertirlos en un paraíso.
Como aquella promesa que hizo a viejo árbol.

Había una abeja y una oruga que vivían en un campo de flores, su día a día era distinto de cada una.La oruga: solo se la...
03/11/2024

Había una abeja y una oruga que vivían en un campo de flores, su día a día era distinto de cada una.

La oruga: solo se la pasaba comiendo verdes hojas y brotes tiernos de los árboles todo el día.

Por su parte, la abeja: polinizaba las flores, producía miel, cuidaba y alimentaba las nuevas larvas.

Siempre molestaba a la oruga, por la vida que llevaba pensaba que era floja y no hacía nada productivo.

Cada día era lo mismo cuando la abeja se encontraba a la oruga en una rama comiendo.

—Solo te pasas el día comiendo y no haces nada, no puedes volar como yo ni llevar el polen de flor en flor como lo hago yo. –

La oruga solo la observaba, sin decir una sola palabra, solo seguía comiendo las hojas de la rama donde se encontraba.

Los días pasaban y la abeja seguía molestando en cada momento a la oruga, no dejaba pasar una oportunidad para recordarle todo lo que ella hacía.

Hasta que un día la oruga se canso de las críticas a la abeja.
— ¿Tú naciste siendo una abeja?, ¿o acaso tú naciste volando? —

—Solo recuerda lo que fuiste anteriormente, un huevecillo después una larva. Oh, ¿no te acuerdas de eso?

Que tus hermanas mayores te cuidaron y fuiste alimentada por ellas. No apareciste de la nada volando ¿si?

Yo también fui un diminuto huevecillo ahora soy una oruga, un día también llegaré a volar. —

Al oír estás últimas palabras, que dijo la oruga. A la abeja, se le hicieron tan absurdas que se echó a reír y se burlo de ella.

— Tus palabras son ciertas sobre mí, pero tus afirmaciones de volar no lo son y nunca lo serán porque...

Seguirás siendo una oruga y comerás hojas toda tu vida lo único que cambiará en ti será tu tamaño, ya que solo engordarás para ser comida de los pájaros. —

La abeja no paraba de reír hasta que se fue volando dejando allí a la oruga, la abeja seguía diciendo.

— Si que está loca la oruga, cómo se atreve a compararse conmigo y cómo le va a hacer para que un un día pueda volar. —

La oruga solo seguía comiendo como lo hacía todos los días para lograr su objetivo de poder transformarse en una mariposa mientras comía se decía a sí misma.

— Creo que la abeja no sabe lo que soy ni que soy capaz de volar como ella. Tal vez solo sabe de la vida de las abejas. —

Pasaron los días y la oruga se escondió para hacer su capullo y tener la metamorfosis.

La abeja no miraba a la oruga por ningún lado y se decía.
— ¿Dónde estará la oruga? Creo, que ya se la comió un pájaro o una rana. Bueno, ese era su destino por tragona. —

Pero aún así, la abeja se preguntaba toda confundida y recordaba las palabras de la oruga.

—¿Se iría para aprender a volar? Pero no tiene alas, no creo que le hayan crecido.Oh, sí, ¿le crecerán?, a una oruga. —

Con el paso de los días, la abeja ya no le dió importancia y se olvidó de la oruga.

Pero un día por la mañana que estaba sobre una flor llegó una bella mariposa y se puso a un lado de ella.

—¡Hola!, ¿no te acuerdas de mí? —
La abeja, por más que la miraba y la miraba no sabía quién era.
—No, no me acuerdo de ti nunca te había visto en mi vida. —

La mariposa con una sonrisa le insistía a la abeja.
—¿Estas segura que no me has visto antes por aquí? —
La abeja, toda confundida, seguía sin acordarse.

—¡No, ya te dije que no me acuerdo. —
Entonces te voy a decir quién soy yo.
—Todos los días me mirabas comiendo hojas sobre una rama. —

La abeja se sorprendió por lo que dijo la mariposa, que solo exclamó.

— ¡Tú, eres esa oruga! ¿Cuándo te convertiste en una mariposa?
Así qué ya puedes volar como lo hago yo. —

— Claro, ahora ya puedo volar y polinizar flores como tú, solo que hacer miel no puedo. —

Agitando sus alas de bellos colores, la mariposa se fue volando. La abeja la observaba incrédula y solo se puso a pensar.

— Creo que juzgué mal a la oruga por su apariencia sin saber que se convertiría en una mariposa. —

Desde ese día, la abeja cambió su manera de pensar.

No se dejó llevar por las apariencias ni juzgar por cómo se ven los demás sin antes conocerlos.

Más sin saber de qué son capaces de hacer en esta vida.

En un bosque lejano, vivía una mariposa llamada Margarita.Ella era muy feliz danzando con gracia y elegancia libremente ...
25/10/2024

En un bosque lejano, vivía una mariposa llamada Margarita.
Ella era muy feliz danzando con gracia y elegancia libremente entre las flores y el azul del cielo.
Tenía las alas tan fuertes como las de un águila y brillaban como el arcoiris al recibir los rayos del sol.

Un día mientras exploraba nuevos horizontes conoció la maldad y el engaño entrando en cautiverio en manos de Lucrecia una malvada, astuta y manipuladora araña.

Margarita quedó prisionera en la telaraña de Lucrecia, cada día le arrancaba un pedazo de sus alas y le ponía un complejo, le hacía creer que no las necesitaba para poder volar.

Con sutiles palabras le hacía creer que era mejor mirar el cielo desde el suelo, ya que si un día le fallaban las alas enorme sería su caída al igual que el dolor que sentiría.

Fue tanto su poder sobre ella, que la hizo dudar de sí misma, de perder la capacidad de querer volar, de anular el brillo de sus ojos, ya se miraban tristes y grises como la telaraña que la mantenía cautiva.

Dejó de mirar el cielo, sus alas ya se caían solas a pedazos, empezaron a perder su brillo y llamativo color también sus sueños se desvanecen como el humo con el viento.

Pero un día entró un pequeño rayo de sol a su oscura prisión, solo así despertó su alma iluminando la verdad que Lucrecia la había usado para reprimir sus complejos y la envidia a los demás.

Tomó fuerzas y rompió esa telaraña que la había mantenido en una prisión.
Volando a la libertad retomando el brillo en sus ojos su amor a volar por todo el cielo sobre los campos llenos de flores y a sentir el viento en sus alas.

Moraleja:
No permitas que las dudas de otros opaquen tus sueños.
El verdadero poder está en uno mismo, aún cuando otros intentan cortar tus alas.

Cierto día, un granjero que venía de hacer sus labores en el campo se percató que algo se movía a la orilla del camino, ...
24/10/2024

Cierto día, un granjero que venía de hacer sus labores en el campo se percató que algo se movía a la orilla del camino, era muy pequeño que no sabía de qué se trataba.
Hasta que llegó y miró que era un diminuto pajarito sin plumas y con las alas rotas lo agarró entre sus manos y le dijo.

— ¿De dónde eres?, ¿de qué árbol te caíste?
Oh, tal vez el fuerte viento de anoche fue el que te sacó de tu nido y te trajo hasta acá
No importa, voy a llevarte conmigo y te pondré en uno de los nidos del árbol que está en el patio de la casa. —

El granjero siguió su camino con rumbo a su casa con el pequeño pajarito en una mano para ponerlo a salvo.
Al llegar a su hogar, se dirigió directamente al árbol para depositar al pajarito en uno de los nidos.
Al hacerlo, se percató que ya varios pajaritos habían nacido.
— Qué bueno, así lo cuidarán mejor y pensarán que es uno de ellos. —
Decía el granjero mientras lo colocaba en el nido.

Al ver que el granjero entró en su casa.
Los demás pájaros se preguntaban por qué había puesto un diminuto pajarito en el nido si tenía las alas rotas y no tenía plumas, solo lo miraban y uno, dijo.
— Vamos a cuidarlo entre todos al cabo, no creo que dure muchos días así como está. —
Todos estuvieron de acuerdo en hacerlo porque el granjero los alimentaba todos los días y pensaban devolver el favor.

Sabían que iban a tener mucho trabajo porque necesitaba de mucha atención, pero desde ese día empezaron a cuidarlo como si fuera otro más de ellos.
Lo alimentaban cada día hasta que se recuperó un poco para poder caminar dentro del nido.

Los días transcurrieron.
Los pajaritos de los otros nidos empezaron a crecer a estar más fuertes, las alas se les llenaron de plumas y se fortalecían más. Pero el diminuto pajarito seguía igual, sin plumas y con las alas rotas.

El granjero seguido iba al nido a mirar al diminuto pajarito al ver sus alas rotas y sin plumas, le dijo.
— Naciste para volar, pero el destino hizo que tus alas estén rotas este es el día que demuestres tu valentía o tengas miedo y nunca dejes el nido. La vida es cruel, pero más cruel será que mires el cielo desde el suelo. —

Pareciera que el diminuto pajarito entendiera las palabras del granjero.
Desde ese día empezó a tratar de mover sus alas sin importar el dolor o el sufrimiento que le causará. Comprendió que la vida lo estaba poniendo a prueba.

Y la primera lección es ignorar el dolor, comprender que habría que sufrir y esforzarse al máximo porque rendirse no era una opción según las palabras que le dio a entender el granjero.

El diminuto pajarito movía cada vez más las alas tratando de imitar que volaba.
Los demás pajaritos lo miraban y le decían.
— Con esas alas rotas, nunca vas a volar, nunca les van a salir plumas, mejor ríndete, no lo vas a lograr. —
Pero esas palabras motivaban más al diminuto pajarito tratando de mover más las alas.

Se quedaba mirando sus alas por un momento y pensaba.
— Si las heridas sanan con el tiempo, también lo harán mis alas. Así como las hojas brotan de los árboles, también las plumas lo harán en mis alas. —
A pesar de que sus alas se miraban como una flor marchita, el diminuto pajarito soñaba cada día con surcar el cielo y perderse en el horizonte volando.

El tiempo seguía pasando, la primera se fue y llegó el verano con el sol más brillante.
El diminuto pajarito creció como los demás, sus alas se recuperaron y se vistieron de bellas plumas, pero todavía no era suficiente para emprender el vuelo.

El pajarito se paraba en la orilla del nido y agitaba fuerte sus alas tratando de volar, pero sus patas no se despegaban ni un centímetro del nido, pero eso no lo desanimaba porque sabía que un día lo lograría.

Para no desesperarse, imitaba que volaba, movía sus alas dentro del nido imaginando que volaba como los demás pajaritos lo hacían.
Esa fue su segunda lección de vida.
No desesperarse y no cometer errores de no aventarse a volar si no estaba preparado porque la caída sería dura hasta el suelo.

Un día que el sol más brillaba, el pajarito extendió sus alas y dijo.
— Hoy es el día que probaré mi valentía de saber si mi esfuerzo tendrá su recompensa y mi sacrificio me hará ser grande. —
Agitando sus alas emprendió el vuelo hacia cielo como un día lo había soñado.

Y en pleno vuelo comprendió que los guerreros no nacen, se hacen al calor de la batalla de aguantar el dolor por las heridas y de llevar el sufrimiento en el alma y de tener presente la victoria en su corazón.

En cada movimiento de sus alas se sentía más satisfecho por lo que había logrado, aunque sus alas llevaran cicatrices siempre le recordarían que un día desafió al destino.
Porque nació para volar.

Y nunca se olvidaría de quién lo salvó y creyeron en él.
Por eso cada mañana se paraba en la ventana de la casa del granjero y entonaba una canción de agradecimiento, ya que por él se convirtió en un bello jilguero.

En la espesura de la gran sabana africana, vivía un alegre y amistoso rinoceronte llamado Rino, que llevaba una vida tra...
23/10/2024

En la espesura de la gran sabana africana, vivía un alegre y amistoso rinoceronte llamado Rino, que llevaba una vida tranquila comiendo, durmiendo y haciendo amigos.

Tenía un gran amigo llamado Ralf, era un enorme elefante con grandes colmillos, poseia un gran paciencia y tranquilidad en su alma, era muy sabio por tener muchos años de experiencia.

Un día, mientras paseaban por el manto seco que cubría toda la sabana, Rino y su amigo Ralf encontraron un viejo cartel de publicidad enterrado en la maleza y el pasto alto.

Al limpiar el polvo y toda la suciedad, descubrieron la imagen de un unicornio majestuoso, con un cuerno dorado un pelaje blanco como la nieve y una crin brillante que caía hasta el suelo como una cascada.

Rino, al ver esa imagen se enamoró y comenzó a soñar en su mente con ser un unicornio, en correr por toda la sabana y ser admirado por ser el más bonito de todos los animales de ese lugar.

Rino pensó en silencio que si hacía ejercicio y adelgazaba, podría transformarse en un unicornio.
Murmuró en voz baja para que su amigo no supiera lo que iba hacer.
— Desde mañana empezaré mi trasformación. —

Así que cada día muy temprano Rino corría por la sabana hasta casi desmayarse, hacía flexiones y saltos, cambio su dieta solo comía lechugas y zanahorias ya que había sembrado un huerto.

Ralf miraba todo lo que hacía su amigo, pero no entendía por qué ese cambio tan repentino.
Un día encontró a Rino tirado en el suelo cansado de tanto correr y se burlo de él.

Ralf, ayudo a su amigo a levantarse del suelo y le pregunto con gran preocupación.
— Por qué ese cambio de vida, ¿ah caso no te gustaba la anterior? —

Rino recuperando el aliento, pero con alegría contesto.
— Tuve un sueño desde que mire ese viejo cartel, deseo en convertirme en un unicornio. —

Ralf al escuchar lo que dijo su amigo se echó a reír y entre carcajadas decía.
— Rino, eres un rinoceronte, no un unicornio, deja ese sueño loco que te matara de hambre o de un infarto por tanto correr. —

Pero Rino no escuchaba las palabras de su amigo estaba convencido de que podía cambiar su forma y convertirse en el unicornio de su sueño.

Pasaron los días, los meses se fueron uno tras otro y Rino adelgazó mucho que parecía que flotaba al caminar, su piel suelta y colgada era como la de las serpientes que empiezan a mudar.

Pero al paso del tiempo no creció ningún cuerno ni una gran crin hasta el suelo su piel seguía siendo gris y rugosa, aún tenía un tosco y chueco cuerno, tampoco era admirado por los demás animales.

Un día, exhausto de correr y desanimado por no ver cambios en él, Rino se sentó bajo un árbol y lloró amargamente por ver qué su sueño nunca llegó a realizarse, como cada día lo deseaba.

Ralf al ver a su amigo hundido en la tristeza y el fracaso se acercó para sentarse al lado de él y darle unas palabras de consuelo que lo ayudaran en ese mal momento que pasaba.

— Rino, amigo mío, eres perfecto tal como eres, no necesitas ser un unicornio o un buitre o un león para ser especial.
Tu fuerza, tu coraje, tu valentía, tu forma de ser son lo que te hacen único en toda la sabana. —

Rino miró a Ralf y se dio cuenta de que tenía razón en sus sabías palabras, no necesitaba cambiar nada para ser feliz o agradarles a los demás y ser especial.

Así que dejó de hacer ejercicio, de comer lechugas y zanahorias para adelgazar, comenzó a disfrutar de la vida como rinoceronte, ya que así había nacido.

Desde ese día empezó hacer más amigos volvió a caminar por toda la sabana a pasar grandes momentos con su viejo amigo y dejo esos sueños de aparentar lo que no es.

Y aunque nunca creció un cuerno dorado que brillaba como el sol o cambio su piel por un blanco pelaje como la nieve su corazón se llenó de alegría y aceptación por lo que era.

Comprendio que lo que nunca debía de cambiar era su actitud, su forma de ver la vida con tranquilidad y lo más importante nunca cambiar la amistad que tenía con su amigo Ralf el elefante.

Entre la selva y la sabana, había una montaña donde un mono llamado Max de aspecto dócil, pero era muy perezoso quería q...
22/10/2024

Entre la selva y la sabana, había una montaña donde un mono llamado Max de aspecto dócil, pero era muy perezoso quería que los demás animales lo atendieran como si fuera un rey.

Se pasaba horas meditando sobre una roca, buscando paciencia y tranquilidad en su alma, miraba al horizonte buscando respuestas sobre la vida para dar consejos a los demás.

Al menos, eso les hacia creer a todos mostraba un lado amable, tranquilo y culto, pero en realidad, Max escondía un secreto que nadie sabía estaba lleno de envidia hacia el león quién era el que gobernaba en la sabana.

En cambio el león llamado Leonardo, era valiente y fuerte su gran melena lo hacía ver imponente tenía un temperamento explosivo, solía ser agresivo para reinar con mano dura para poner orden en la sabana.

Max pensaba que Leonardo era un gobernante injusto y agresivo, que no era la forma correcta de gobernar él creía que podría hacer un mejor trabajo siendo el el rey de la selva y de la sabana, pero sabía que nunca tendría esa oportunidad mientras viviera el león.

Un día, mientras meditaba sobre la roca se le ocurrió una gran idea para convertirse en el próximo rey, en su mente ideó un plan.
—Le voy a pedir al león que haga un sorteo para elegir a un animal y sea rey por un día. —

Al día siguiente el mono muy convencido de que su plan funcionaría fue a ver al león, entre risas comentaba.
—Leonardo es tan ignorante que va a caer en mi trampa y seré el nuevo rey. —

Al llegar hasta donde se encontraba Leonardo, el mono se acercó con cautela a al león, le pidió que lo escuchará por un momento porque tenía algo importante que decir, Leonardo acepto oír al mono.

Max empezó a contar su idea de hacer un concurso para nombrar rey por un día aún animal, ya que sería divertido, el león creyó también que sería divertido y elogio la astucia del mono.

Max con una gran sonrisa le dijo al león que pasado mañana sería el concurso en frente de todos los animales, el mono se despidió para seguir con su plan.

Se llegó el día del concurso todos los animales estaban reunidos, ya que se había corrido la noticia por toda la sabana y la jungla de que eligirian a un animal para ser rey.

El mono llegó con una caja donde estaban todos los nombres de los animales en un papel escrito la puso frente al león y le dijo.
—Su majestad puede tener el honor de sacar el nombre del próximo rey por un día. —

Todos los animales gritaban de emoción por el deseo de ser rey por un día, el león s**o un papel de la caja lo miro y grito con fuerza el nombre ganador.
—Nuestro nuevo rey por un día es... Max. —

Al escuchar el nombre se hizo un gran silencio, no podían creer que el mono fuera el ganador, Max inmetamente se puso la corona de Leonardo como próximo rey.

Pero lo que nadie sabía era que el mono lleno la caja con papeles con su nombre así cualquier papel que sacara Leonardo él sería el ganador.

Al verse con la corona puesta se dijo así mismo.
—Ahora que soy rey mandaré diferente como lo hace el ignorante de Leonardo y todos los animales me pedirán que me quedé para siempre como su rey. —

El mono comenzó a dar órdenes a los demás animales, pero en lugar de ser sabio y justo como aparentaba cuando estaba en la roca meditando.

Max se dejó llevar por su ego y su avaricia de poder.
Comenzó a hacer cambios arbitrarios sin control ni escuchar a nadie, y solo causó problemas con los demás animales.

Los pájaros se quejaban de que Max les había quitado sus árboles favoritos donde tenían sus nidos para dárselos a los monos, los conejos se lamentaban de que les había quitado sus madrigueras para dárselas a las serpientes.

Los elefantes se enfadaron de que les había quitado su ruta de migración y se los dio a las cebras, la selva y la sabana estaba en total caos hasta que todos los animales hartos del mono le quitaron la corona de rey, aparte le dieron una golpiza por todo lo que causó.

El mono salió huyendo hasta ponerse a salvo en la roca donde siempre estaba meditando.
Leonardo, que había estado observando desde lejos, se acercó a Max y le dijo.

—¿Ves? Ser rey no es tan fácil como parece requiere de verdadera sabiduría, compasión y justicia, no es solo dar órdenes y tener hambre de poder. —

Max todo magullado por los golpes se dio cuenta de su error de juzgar a Leonardo de como gobernaba sería agresivo para poner orden, pero no era despiadado y cruel como él lo había sido.

Miro a Leonardo diciendo con voz arrepentida.
—Te devuelvo tu trono ya no lo quiero ya tengo el mío, pero no me había dado cuenta de ello.
“Yo soy el gobernante de mi vida y de mi mundo, yo impongo las reglas y soy mi propio juez y el poder que tenga será para bien, ya que vendrá de una alma justa" —

Desde ese día, Max continuó meditando sobre su roca, pero esta vez, buscando verdaderamente la sabiduría y la tranquilidad en su alma, y no la ambición de poder.

Leonardo, por su parte agradecido por la experiencia que le dejo el mono, gobernó la selva y la sabana con más sabiduría y justicia.

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