05/09/2025
A veces parecería que es muy sencillo seguir a Jesús. Hace algunos días, un buen amigo me platicaba que había decidido empezar a servir en su comunidad porque sentía un llamado al apostolado de una manera activa. Él siempre ha apoyado económicamente a la Iglesia, pero dejaba que alguien más hiciera ese trabajo.
Hace poco se decidió a empezar a participar como servidor en su parroquia y me contaba que ha sido difícil de entender, por la falta de organización, la falta de compromiso de las personas, la falta de coherencia y la falta de un buen testimonio. A veces no nos damos cuenta que el apostolado requiere un cambio radical de vida que debe estar sustentado en una sólida vida espiritual. Hoy Jesús nos cuenta una parábola para explicarnos que cuando nos decidimos a seguirle activamente es necesario cambiar desde lo más profundo de nuestra vida, pasar de lo viejo a lo nuevo. No podemos dar resultados nuevos si seguimos haciendo lo mismo de siempre o si seguimos siendo los mismos de siempre. Jesús no llega a nuestra vida simplemente a poner un parche en donde antes había un agujero. Cuando él llega, debemos tener en cuenta que es necesario revestirnos del hombre nuevo. Primeramente, dejando atrás nuestras viejas formas de ser, de pensar, de hablar, nuestros malos hábitos, nuestros vicios, incluso nuestras viejas amistades, aquellos que nos hacen daño y nos distraen del camino al que Jesús nos está llamando. No se puede ver un verdadero cambio en nuestras vidas si seguimos viviendo una vida desordenada, sin oración, sin los sacramentos y sin prepararnos adecuadamente. El vestido nuevo y el vino nuevo es la vida nueva en Cristo, que supone un cambio radical, dejar que él nos sane, aceptar la corrección, el consejo, obedecer, ser sencillos y humildes, pasar por el crisol que necesitamos pasar para poder purificar nuestra vida y dejarnos quemar por el fuego del Espíritu Santo. Hay que despojarnos del vestido viejo y ponernos el nuevo; así también el vino nuevo requiere una copa nueva para poder disfrutarlo, para distinguir su fragancia y el sabor que trae la novedad del Evangelio. Revisa qué áreas de tu vida todavía tienes que cambiar; qué hábitos, relaciones, formas de ser y de pensar debes dejar, y también cuáles debes adquirir para ser un buen receptor de la gracia con la que Dios necesita llenar tu vida. Recibe con gozo la nueva vestidura que Dios te está regalando, que te hace una nueva persona, libre para servir. Poco a poco aumenta tu vida de oración, prepárate más, fórmate más; agradécele a Dios por la oportunidad de ser una nueva persona cada día con su gracia. La vida nueva en Jesús no es simplemente ser mejor persona, es una transformación completa de nuestro ser. Hagamos que todos los que viven con nosotros, disfruten de cómo Dios nos ha transformado con su amor.