16/10/2025
El Alma del Prisionero 🕯️🕯️
Hace muchos años, en el corazón de la apacible Coalcomán, se alzaba un edificio de sombras y silencios que aterraba a los lugareños: la antigua cárcel que hoy conocemos como la Casa de la Cultura. Su distintiva arquitectura, con arcos que parecían llorar, se convirtió en emblema de un oscuro pasado.
La leyenda habla de un hombre, cuyo nombre se ha desvanecido en el abismo del tiempo, y cuyo destino se convirtió en una pesadilla. Atrapado entre las frías paredes de la celda, sufrió un castigo inhumano por un delito que jamás cometió. Gritos desgarradores de inocencia escapaban de sus labios, atravesando el aire pesado de la prisión.
Día tras día, mientras su alma se consumía en la oscuridad, él alzaba su voz, desesperado y angustiado. Pedía auxilio a todo aquel que osara pasar cerca de su celda. Sus palabras, cargadas de desesperación, resonaban en los oscuros arcos de la Casa de la Cultura. "¡Soy inocente, ayúdenme!", eran sus palabras lastimeras que se aferraban a los corazones de quienes las escuchaban.
Sin embargo, la justicia parecía haberlo olvidado. Nadie acudió en su auxilio, y sus súplicas quedaron sin respuesta. Los años pasaron, y su voz se fue apagando poco a poco, ahogada por el peso de la injusticia. Hasta que llegó un día sombrío en el que decidió poner fin a su tormento. La muerte se convirtió en su única escapatoria.
Pero su alma, llena de amargura y tristeza, quedó atrapada en la Casa de la Cultura, persiguiendo la paz que le fue negada en vida. Se dice que su espíritu atormentado todavía deambula sobre los arcos góticos de ese edificio que fue testigo de su infortunio. Las noches frías se llenan con sus lamentos y gritos desgarradores de ayuda, como un eco incesante de su sufrimiento.
Muchos afirman haber visto su figura fantasmal en la penumbra, su rostro desgarrado por el dolor. Y cuando el viento susurra a través de esos arcos antiguos, su lamento parece llenar el aire, recordándonos la tragedia de un hombre inocente condenado al olvido.
Esta leyenda, tétrica y tenebrosa, nos advierte que los espíritus atormentados por la injusticia pueden seguir buscando justicia incluso más allá de la tumba. Quienes se aventuran cerca de la Casa de la Cultura en las noches más oscuras pueden ser testigos de su presencia o escuchar sus lamentos, recordando que la injusticia y el sufrimiento pueden persistir mucho tiempo después de que las puertas de la cárcel se hayan cerrado para siempre.
Angel Avalos