14/09/2025
LA FIEBRE AMARILLA EN COLIMA
RELATO DE UNA TERRIBLE PESTE QUE ASOLÓ A LOS HABITANTES DEL ESTADO DE COLIMA
✒️ Rogelio Centeno Dueñas
El mes de octubre en distintas épocas de la historia de nuestro terruño, ha sido de triste memoria, nos ha tratado con dureza las inclemencias del tiempo y las epidemias que unas y otras han devastado en distintas zonas de la Entidad y han diezmado nuestra población. El espíritu del costeño y en especial del habitante de Colima, se ha puesto a prueba y ha sabido demostrar su reciedumbre, su capacidad para sobreponerse a las dificultades, de superarse en los momentos de desgracia y salir adelante, dejando atrás las lamentaciones que sólo se justifican en los pobres de carácter, en los débiles y no en los hombres acostumbrados al éxito y al fracaso y a g***r y sufrir.
MANZANILLO EN 1883, PRIMEROS DÍAS DE OCTUBRE. Es este puerto el de mayor movimiento en el litoral del Pacífico de nuestro país, puerta de acceso de los productos de Oriente y de las importaciones de Estados Unidos a la República Mexicana, así como puerta de salida de los productos agrícolas de toda una extensa esa zona del país. Es visitado constantemente por barcos de todos los países del mundo y Manzanillo es una clara muestra de una población en auge, la alegría normal de los costeños es aumentada por la bonanza; pero toda alegría tiene su fin y nubarrones de fatalidades ensombrecen en donde hay luz y el presagio a ese nubarrón que enlutó a casi todas las familias de esta capital del Estado, fue como una confirmación a las leyendas antiguas, un fenómeno natural, un gran cometa que en los últimos meses de 1883 apareció en los cielos transparentes y puros de Colima, causando la admiración de sus románticos y pueblerinos habitantes, que, sorprendidos por la luminosidad del viajero del espacio, esperaban con temor alguna desgracia anunciada por el cometa.
EL BARCO FANTASMA. Una calmada mañana de octubre de 1883, Manzanillo es puerto de arribó de uno de los muchos barcos que allí acuden; pero en esta ocasión se trata de una nave misteriosa, que no tiene nombre en sus costados, ni bandera, ni señal alguna que indicara su procedencia ni su nacionalidad, no fue anunciada su llegada, la noche anterior se ancló dentro de la bahía y su apariencia lo hacía por demás misterioso y despertó el temor de quienes lo vieron. Las autoridades del puerto, encabezadas por el señor Florencio Arzac, Agente del Resguardo Marítimo y Gregorio Silva, Vista Aduanal, cumpliendo con su deber, en una lancha de la Capitanía del Puerto se dirigieron a la misteriosa nave, que parecía haber sido abandonada por sus tripulantes, después de haber echado un cabo a la borda, por él se introdujeron a la cubierta, en donde fueron recibidos por un famélico perro que los saludo con uno aullido, fue la única señal de vida y se dieron a recorrer la embarcación, en donde encontraron en la cámara de proa, un bulto enorme, de indeterminada forma, que era cubierto por una lona. Gregorio Silva de un fuerte tirón levantó la cubierta para dejar a la vista un espectáculo tétrico, consistente en 18 cadáveres acomodados codo con codo, a la rigidez de la muerte de los que se supone eran parte de la tripulación, debería de aumentarse una coloración exagerada en sus cuerpos de tono amarillo.
Está por demás describir el susto que Gregorio y Florencio debieron haber sufrido y de inmediato abandonaron la nave que posteriormente fue identificada como el “Calipso”, de bandera holandesa y que procedente de puertos del Japón con carga para varios puertos de América, debería haber tocado Manzanillo; después de haber visitado Panamá en donde su tripulación adquirió el contagio que los líquido, presumiéndose que los pocos que hayan quedado con vida después de haber conducido a la nave a manzanillo, le cubrieron el nombre y la abandonaron para evitarse engorrosas investigaciones y trámites.
A los pocos días del suceso ya relatado, Gregorio Silva se vio atacado por una rara enfermedad que lo puso al borde de la muerte y que ameritó se diera aviso a sus familiares que de inmediato se trasladaron al Puerto para ayudarlo en su convalecencia, pero el viaje fue inútil, ya que cuando llegaron a Manzanillo, Gregorio había mu**to. Ahí empezó la epidemia de “Fiebre Amarilla” que asoló varias poblaciones del Estado de Colima, posteriormente murió el Padre de Gregorio Silva, el Doctor Gerardo Orozco, que lo atendió de su enfermedad; el sacerdote que lo auxilio espiritualmente, Francisco Gutiérrez, el Agente del Resguardo Francisco Arzac y más de dos mil personas de todas las clases sociales.
MESES DE SUFRIMIENTO. La epidemia cundió y exterminó familias enteras y de octubre de 1883 a septiembre de 1884 se vivieron doce meses de terribles pesadillas, sufrimiento, p***s, y pérdidas humanas irreparables. La ciudad era recorrida constantemente por carretones jaladas por mulas, en las cuales eran recogidos los féretros de las víctimas de la epidemia, que se sumaban por docenas diariamente. Los enterradores abandonaron su triste labor ante el peligro de contraer la fiebre y los cadáveres se acumularon en el Panteón Municipal; muchas familias dejaron para siempre el terruño, se vieron actos heroicos, de sacerdotes, que fieles a su deber espiritual, no medían el peligro auxiliando a los enfermos; médicos que con su vida pagaron sus esfuerzos por salvar las ajenas, pero también, actos de deplorable cobardía y frialdad ante el dolor ajeno. El Gobernador de esa época, Don Esteban García, cedió sus emolumentos para que con ellos se adquirieran medicinas para los menesterosos, lo cual no fue suficiente y acabó con su fortuna personal, tratando de dar ayuda a sus gobernados, haciendo gala de un altruismo sin precedentes. Todas las noches, en las calles de la ciudad, los vecinos, por instrucciones de las autoridades, prendía hogueras con el objeto de desinfectar el ambiente y las horas de prender las “Piras” eran anunciadas por las campanas de las iglesias, que sonaban a lamento. La epidemia cedió y la calma volvió a los habitantes de este estado, que vio diezmada a su población por sus efectos. Los supersticiosos y aun los escépticos, relacionaban la fatídica epidemia con la aparición en la bóveda celeste de aquel primoroso cometa, que además de despertar las fibras poéticas de los colimenses de entonces, también dejó tras su cauda (según ellos) una ola de muerte y sufrimiento.
📰 Periódico “Diario de Colima”, 13 de febrero de 1972.