02/07/2025
𝐃𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐓𝐫𝐚𝐧𝐜𝐚𝐬…
𝐋𝐨 𝐥𝐢𝐦𝐩𝐢𝐨 𝐧𝐨 𝐨𝐜𝐮𝐩𝐚 𝐣𝐚𝐛𝐨́𝐧… 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐞𝐧 𝐩𝐨𝐥𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐬𝐞 𝐭𝐚𝐥𝐥𝐚𝐧 𝐜𝐨𝐧 𝐟𝐢𝐛𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐞
Por Yensuni López Aldape
En Armería no se saltan las trancas… se las brincan con todo y caballo. El Cabildo del municipio más joven del estado nos regaló una escena que no es digna de la democracia, pero sí del deshonor: en plena sesión pública, el presidente municipal, Cruz Méndez, soltó una acusación grave: que hay regidores que le han pedido moches para votar sus iniciativas.
Y aunque parezca una escena de ficción barata, no lo fue. Lo dijo en serio. Sin pruebas en la mano, sin nombres, sin denuncia formal. Así, como si soltar una bomba bastara para que explotara la corrupción sin ensuciarse los dedos.
Lo más vergonzoso y triste es que quienes deberían indignarse –la ciudadanía– ya no sabe si reír, llorar o cambiar de canal de face. Porque lo que vimos fue un espectáculo de descomposición política, donde nadie se responsabiliza y todos se hacen los limpios, pero donde es seguro que huele a caño.
Cruz Méndez es, guste o no, un alcalde que goza de apoyo social, eso es claro. Pero gobernar no se trata solo de caer bien: se necesita tener tablas, y para acusar corrupción, se necesita más que valor: se necesita seriedad, pruebas y voluntad real de cambiar las cosas. Porque a la hora de ser cuestionado de verdad por los medios, solo bajó la cara. Si de verdad quiere ser diferente, no puede improvisar una denuncia en sesión como quien comenta el clima; tiene que llevarla al terreno legal, al escrutinio real. De lo contrario, su pronunciamiento se diluye en lo que parece: una anécdota más del folclor político.
Y para ponerle más crema al pastel, un regidor se apuró a “lavarse” públicamente, aunque el alcalde ya había aclarado que la pedrada no iba para él. En un mal manejo de medios, el munícipe salió enjabonándose con entusiasmo, tallándose con fibra verde, anunciando una denuncia formal y además, se tomó la atribución de hablar por sus compañeros, como si la decencia fuera colectiva y no individual.
Debería ser una regla de vida, nadie debe meter las manos al fuego por nadie, ni aunque sean de la misma planilla, del mismo partido, familia o del mismo grupo de WhatsApp.
El problema no es sólo lo que se dijo, sino lo que representa: un sistema político donde el trueque de favores, puestos y concesiones es más común de lo que cualquiera pudiera pensar. En Armería, como en tantos ayuntamientos, incluyendo Tecomán, es un secreto a voces que en lugar de deliberar, se intercambia. Que muchos tal vez no piden dinero, pero sí favores. Y que el buen corazón se reserva para las fundaciones, no para las sesiones de Cabildo.
Ahí está el verdadero daño: una ciudadanía que observa en silencio cómo sus representantes se enredan en acusaciones sin consecuencias, en defensas automáticas, en discursos que no convencen ni al que los dice. Y todo, mientras las verdaderas necesidades del pueblo se siguen archivando entre risas incómodas, aplausos tibios y acuerdos en lo oscurito.
Nos vemos el próximo martes. O antes, si el ruedo se pone sabroso. Porque en esta plaza de Armería, los toros no embisten… ¡cobran! Aquí no se pelea por ideales, se negocian conveniencias.
Y como bien decía aquel político viejo “En la política no hay corruptos, sólo malagradecidos que no pagaron lo que debían.” Y aunque la frase suene entre chiste y cinismo, encierra una verdad brutal: en este sistema viciado, robar no es el problema, lo verdaderamente imperdonable es romper el pacto, salirse del juego, no cumplir el trato debajo de la mesa. Aquí la lealtad no es a la ley ni al pueblo, sino al acuerdo implícito entre los que se reparten el pastel.
Y así vamos, entre acusaciones que nadie firma, defensas que nadie pidió y discursos que más que limpiar, embarran. Porque en política, como en el lodo: el que se mueve... salpica.