
02/07/2025
Él no siempre fue así…
Hubo un tiempo en que él era su héroe.
Un padre que llegaba a casa con una sonrisa, levantando a sus hijos en el aire.
Un esposo que susurraba sueños al oído de su esposa por las noches.
Pero la vida…
La vida puede romper a un hombre.
Y en algún momento del camino, eligió la botella en lugar de sanar.
Una copa se convirtió en dos. Dos en demasiadas.
Al principio, todos creyeron que solo era una etapa.
Estrés, trabajo, problemas… comprensible, pensaron.
Pero pronto, el beber dejó de ser ocasional.
Se volvió rutina.
Lo estaba destruyendo.
𝒀 𝒍𝒐 𝒑𝒆𝒐𝒓… 𝒍𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒃𝒂 𝒅𝒆𝒔𝒕𝒓𝒖𝒚𝒆𝒏𝒅𝒐 𝒂 𝒆𝒍𝒍𝒐𝒔.
El hombre que antes daba un beso de buenas noches,
ahora entraba tambaleándose, oliendo a alcohol y amargura.
El que antes prometía protección,
ahora lanzaba palabras que cortaban como cuchillos.
El hogar que solía llenarse de risas,
ahora temblaba de miedo.
Su esposa ya no sabía con quién estaba casada.
Sus hijos se sobresaltaban con cada grito,
incapaces de confiar en el amor de su propio padre.
Cada portazo, cada vaso roto,
cada noche que no volvía a casa,
era otra grieta en sus corazones frágiles.
Aprendieron a caminar en puntillas.
A guardar silencio cuando él estaba cerca.
A esconderse cuando su temperamento estallaba.
El trauma se les metió en los huesos,
moldeando sus vidas en silencio.
La niña que ahora teme a los hombres.
El niño que piensa que el amor siempre duele.
La mujer que se pregunta si falló… a él o a sí misma.
Esto no es solo una historia de adicción.
Es una historia sobre cómo las heridas no sanadas
terminan sangrando sobre quienes más nos aman.
De cómo la negativa de un hombre a enfrentar sus demonios
puede sembrar nuevos demonios en los corazones de su familia.
Porque al final,
no es solo el hombre ebrio el que sufre.
Es la esposa que llora en silencio por las noches.
Son los hijos que maduran antes de tiempo,
que aprenden el miedo antes que el amor.
Es el hogar que se convierte en campo de batalla
en lugar de refugio.
¿Y lo más triste?
A veces, el daño persiste mucho después de que la botella se vacía.
Mucho después de que los gritos cesan.
Mucho después de que él olvida la noche…
pero ellos la recuerdan para siempre.
Así que si no quieres cambiar por ti…
Cambia por ellos.
Antes de que llegue el día en que dejen de esperarte.
Antes de que llegue el día en que los pierdas para siempre.
Porque una vez que dejan de tener fe en ti…
una vez que dejan de esperarte…
ningún trago ahogará ese arrepentimiento.