04/08/2025
En la raya.
La prorroga
- un reto
- Por: Jose Luis Lopez Duarte
para los amigos Gregorio Urias, Enrique Gutierres y Raul Rene " el chito" Rosas, quienes se nos adelantaron en el camino un triste adiós y para sus familias, paz y consuelo. DEP
En el contexto político actual de México, el oficialismo muestra un notable entusiasmo ante el tiempo ganado en la relación geoestratégica con Estados Unidos. Sin embargo, surge una pregunta crucial: ¿hasta qué punto México está preparado para enfrentar las repercusiones de la posible imposición de aranceles del 30% a sus exportaciones, que constituyen el 84% de su comercio internacional? Es evidente que esta situación plantea desafíos significativos que requieren una respuesta estratégica.
Desde una perspectiva explícita, se observa que México necesita contribuir a la economía norteamericana a través de su intercambio comercial. Esto implica, por un lado, la necesidad de introducir cláusulas más favorables en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) para alinearse con los intereses estadounidenses, o, por otro, establecer acuerdos bilaterales tras la reciente referencia de Canadá sobre un 35% de aranceles. Este panorama hace evidente que una ruptura del T-MEC podría llevar a una preferencia por tratados bilaterales, cuyas bases empezarían a definirse en los meses venideros, lo que no eliminaría la presión de aranceles sobre productos como acero, aluminio, autos y tomate.
Más allá de lo explícito, lo implícito en esta relación comercial nos lleva a reflexionar sobre el impacto del arancel al fentanilo del 25%, cuya definición ha sido esquiva hasta ahora. Asimismo, las barreras no arancelarias que enfrenta México son inmensas, reflejando una concepción de Estado que remite a un autoritarismo que ha marcado la Cuarta Transformación. La centralización del poder en el Ejecutivo al debilitar la división de poderes y la reconstitución de un modelo económico monopolista bajo el nacionalismo —como se ve en el manejo de Pemex y Telmex— pone en entredicho la autonomía de las empresas productivas.
Aparte de esto, el impulso hacia la relación comercial con Asia, especialmente China, ha cobrado fuerza, priorizando sectores clave como el acero y la industria automotriz. Este enfoque se contrapone a empresas estadounidenses como Ford y General Motors, así como a grandes marcas japonesas. La dependencia creciente de México respecto a importaciones chinas, que alcanzan los $80,000 millones y representan más del 22% de lo que se importa de Estados Unidos, intensifica la presión para que México desarrolle políticas de sustitución de importaciones y abra su mercado a la inversión norteamericana.
Asimismo, es fundamental considerar los factores tácitos que han delineado la historia y la geopolítica de la región. La posición de Estados Unidos como primera potencia económica y militar establece condiciones particulares para la seguridad nacional, donde las fronteras, tanto la canadiense como la mexicana, son prioridades estratégicas. En este sentido, México tiene la obligación de desarrollar políticas militares conjuntas que atiendan cuestiones como el narcotráfico, la migración, el comercio humano y el espionaje, ya que estas temáticas son cruciales para ambas naciones.
La perspectiva de que la Unión Europea es un socio comercial relevante para Estados Unidos, llevando a cabo transacciones anuales de 1.6 billones de euros, refuerza el debate sobre las dinámicas comerciales. El acuerdo que firmó la UE con Estados Unidos, que muchos consideran humillante, ilustra cómo las alianzas pueden ser vistas positivamente en contextos de amenazas como la guerra con Rusia. Esta situación sugiere que la fortaleza de la asociación depende también de las circunstancias globales.
Por lo tanto, es imperativo que México evalúe estratégicamente cuál es la postura más conveniente en su relación con Estados Unidos: si optar por un enfoque confrontativo o uno asociado. La bilateralidad podría resultar más beneficiosa que una trilateralidad que incluya a Canadá, considerando que ambos países comparten una frontera de 3,000 kilómetros y mantienen un intercambio comercial superior a 800,000 millones de dólares anuales.
Este análisis revela que la toma de decisiones en política exterior no puede verse como un proceso inmediato ni superficial. La necesidad de un plan estructurado que contemple un eventual tratado bilateral debe considerarse, no como un ideal lejano, sino como una opción viable que podría sentar las bases de una relación más equilibrada y mutuamente beneficiosa. En un entorno donde la urgencia de decisiones comerciales es palpable, la construcción de estrategias a largo plazo es crucial para asegurar el futuro económico de México en un mundo interconectado y lleno de desafíos.