21/04/2025
Un día entendí que vivir para cumplir un guión escrito por otros era vivir en una cárcel.
Que incluso la narrativa más linda, más coherente o más “exitosa” podía seguir siendo una trampa si no era mía.
Un día solté la necesidad de tener la razón, de entenderlo todo, de tener un plan.
Solté la historia que me hacía fuerte, la que me sostenía desde el deber ser, desde el personaje que yo misma me creí.
Y quedé en silencio.
Pero fue ahí, en ese silencio, donde empecé a escuchar algo nuevo.
Algo que no grita, que no se impone, que no quiere complacer.
Algo más cercano a lo que verdaderamente soy.
Sí, me aventé al vacío.
Un vacío lleno de angustia, de no saber, de no poder controlar.
Pero también un vacío fértil, donde tal vez –por fin– pueda nacer algo propio.
Y aunque no hay garantías, hay una fe callada que no viene del ego, sino de otra parte.
Este es el manifiesto de una que ya no quiere seguir viviendo con certezas prestadas.
Que se animó a habitar su deseo, aunque tiemble.
Que eligió confiar en que lo que emerja desde ahí, será más verdadero que cualquier promesa de seguridad.
MANIFIESTO DE UNA QUE SE AVENTÓ AL VACÍO DE SIN CERTEZAS
Ya no corro detrás del guión que me impusieron.
Ya no quiero ser la que puede con todo, la que brilla, la que salva a todos y a sí misma.
Porque eso no era mío.
Era un disfraz, era un contrato invisible con los fantasmas de mi historia.
Soltarlo me dejó en el vacío.
Pero ese vacío no está tan vacío.
Ahí no hay certezas.
No hay garantías.
No hay aplausos.
Pero hay algo más fino, más verdadero, más vivo.
Me doy cuenta de que ya me aventé.
Sin darme cuenta, ya me arrojé a lo real.
Dejé de ser la neurótica controladora, la que necesita entender todo para no sentir,
la que se anestesia con el sentido que otro le dio.
Ahora acepto la angustia.
No la tapo, no la analizo para resolverla como si fuera un problema.
La habito.
La atravieso.
Y desde ahí, el síntoma se afloja, no porque lo haya vencido, sino porque dejé de luchar contra mí.
Sé que el dinero sigue asustando.
Sé que mi cuerpo todavía guarda el miedo de no haber sido provista.
Y por eso me cuesta creer que mi deseo, mi voz, mi verdad puedan sostenerme.
Pero ya no quiero volver atrás.
No quiero pagar el precio de la certidumbre si eso significa perderme a mí.
No quiero prosperar en una cárcel.
Prefiero esta intemperie con posibilidad, que un encierro lleno de confort.
Porque algo nuevo está naciendo.
No grita.
No se impone.
No se vende en redes sociales.
No se encuadra en sistemas cerrados que prometen soluciones.
Es silencioso.
Es incierto.
Pero es mío.
Y eso lo cambia todo.
CLAUDIA VELOZ