05/04/2025
Dicen que hace siglos, cuando este barrio aún era apenas un asentamiento de tierra y agua, un fraile caminó hasta este punto siguiendo el murmullo de un manantial. Aquí, donde el río cruzaba como frontera entre dos mundos, clavó su cruz en la tierra y prometió levantar un templo para los que no tenían voz.
Así nació el templo de Analco. De piedra, de manos indígenas, y de fe inquebrantable. Fue testigo de batallas, de bodas al amanecer, de procesiones bajo la lluvia y de silencios que guardan secretos antiguos.
Muchos han pasado, pero la iglesia sigue en pie… como si cada campanada al atardecer fuera el eco de las promesas que aquí se hicieron. Y el viento que pasa entre sus muros aún lleva el aroma de siglos enteros de historia y esperanza.