04/09/2025
La Casa de las Cruces Negras
En un rincón olvidado del campo, cerca de Aguascalientes, en México, se localiza una vieja casa que todos evitan. Con su estructura maltrecha y paredes cubiertas de hiedra, parecía haber sido abandonada por décadas. Pero lo que llamaba más la atención eran las dos cruces de madera de color negro que adornaban la entrada, clavadas en el suelo con un aire inquietante, como si alguien las hubiera puesto allí para marcar algo muy importante… o muy oscuro.
Encima de la puerta oxidada, colgaba otra cruz, más pequeña, que parecía tener un significado que nadie se atrevían a entender. La puerta, ya corroída por el tiempo y la intemperie, apenas resistía el paso del viento. Nadie en el pueblo se atrevía a acercarse demasiado, y los pocos que lo hacían, aseguraban sentir un frío que calaba los huesos y escuchar lamentos que parecían venir desde la misma casa.
Una noche, un joven llamado Ivan, intrigado por las historias que se contaban, decidió entrar. La puerta se abrió con un chirrido metálico, y en su interior solo encontró oscuridad y silencio absoluto. No había muebles, solo el eco de su respiración y un olor a humedad y tierra vieja. Al avanzar, sus ojos se posaron en las cruces en la entrada y en la superior, que parecían estar hechas con maderas negras y viejas, quizás de un color más brillante en otro tiempo, ahora desgastadas y cubiertas de polvo.
De repente, un susurro apenas audible empezó a escucharse, como si la casa respirara. Ivan sintió un escalofrío y quiso salir, pero algo lo detuvo: en el suelo, justo frente a la puerta, encontró una pequeña cruz de madera con marcas extrañas talladas en ella. Era como un símbolo, un mensaje que no lograba comprender. La presencia en la casa parecía multiplicarse, y el aire se volvió más pesado, como si una presencia invisible lo estuviera acechando.
De repente, las cruces negras en la entrada comenzaron a moverse lentamente, como si tuvieran vida propia, y en la cima, la cruz más pequeña empezó a brillar con una luz tenue y siniestra. Ivan, paralizado por el miedo, sintió que algo invisible lo tocaba, una fuerza que quería que se quedara allí, atrapado en aquella casa para siempre.
Nadie volvió a escuchar de Ivan. La casa quedó aún más en silencio, con sus cruces negras vigilando desde la entrada, como portadoras de un secreto oscuro, tal vez un maleficio o un rito antiguo que nunca debió ser interrumpido.
Y en las noches sin luna, algunos dicen que todavía se escuchan lamentos y que las cruces parecen cambiar de posición, como si la casa misma estuviera viva, esperando a su próxima víctima. (Ivan Muñoz MTB).