04/06/2025
🇦🇷Gustavo Cerati: El arquitecto de lo invisible
💢Alguna vez soñó con ser dibujante de cómics, pero el destino tenía preparado algo más grande: transformarse en la voz, la guitarra y el cerebro de una generación. Gustavo Adrián Cerati nació en Buenos Aires el 11 de agosto de 1959, zurdo de nacimiento, diestro por decisión, genio por naturaleza. A los seis años lo partió en dos el sonido de los Beatles, y desde entonces no hubo vuelta atrás. A los nueve, le regalaron una guitarra, y con ella, comenzó a trazar una arquitectura sonora que cambiaría la historia del rock en español.
Cerati no tocaba: pintaba atmósferas. No componía: abría portales. No cantaba: lanzaba hechizos disfrazados de melodías. Y así, en 1982, junto a Zeta Bosio y Charly Alberti, fundó Soda Stereo, la banda que convirtió al rock latinoamericano en una fuerza global. En un continente acostumbrado al bolero y la balada, ellos eran meteoritos de neón cayendo sobre los escenarios.
Lo demás es historia sagrada: “Nada personal”, “Signos”, “Doble Vida”, “Canción Animal”... Discos que no solo marcaron época, sino que redefinieron la identidad sonora de millones. Cuando Cerati gritó “¡Gracias… totales!” en 1997, no se estaba despidiendo: estaba cerrando el primer ciclo de una eternidad.
Pero Gustavo no era de los que se quedan en el bronce. Lo suyo era crear, reinventarse, romperse por dentro y sonar mejor después. “Bocanada” fue su renacimiento. Un disco que suena a humo elegante, a s**o metafísico, a melancolía con sintetizadores. Después vinieron “Siempre es hoy”, “Ahí vamos”, “Fuerza Natural”… Cada uno, una carta distinta del tarot de su alma.
Cerati era adicto al arte, al perfeccionismo, a explorar. Mientras otros hacían hits, él componía universos. Podía sonar al caos más elegante o al susurro más íntimo. Sus letras eran puñales que abrazaban. Nadie dijo “te amo” con tanto dolor como en Crimen. Nadie dijo “adiós” con tanta belleza como en Adiós. Y nadie entendió tan bien que la música puede ser la mejor forma de callar.
Lo trágico no se hizo esperar. En mayo de 2010, en Venezuela, tras un show poderoso, Gustavo cayó. Un ACV lo dejó en coma. Durante cuatro años, el mundo lo esperó en silencio, como si el universo mismo estuviera contenido en una pausa. El 4 de septiembre de 2014, su cuerpo dejó de resistir. Y aun así, su alma se sigue escuchando.
Pero Cerati no murió. Los genios no saben hacer eso. Está en cada guitarra que se enchufa, en cada frase tatuada, en cada fan que lo escucha con lágrimas y sonrisa: "Mereces lo que sueñas", dijo. Y vaya que lo soñó todo. Por eso lo recordamos como un arquitecto del sonido, como el poeta que nos enseñó que el silencio no es tiempo perdido, que poder decir adiós es crecer y que el amor es el lugar donde todo comienza y termina.
Gustavo Cerati no fue solo un músico. Fue un estado mental. Un idioma propio. Un suspiro que aún flota entre los que se atreven a sentir.
Gracias totales, maestro. Y que el rock te tenga en la gloria.
®Hijos del Rock