09/05/2025
No existe la Iluminación
Cuando un guerrero buscaba “la iluminación” era porque se le había quemado una lámpara y tenía que ir a la tienda de artículos eléctricos. Que nadie se engañe: eso de la “iluminación” como idea elevada, mística o fuera de este mundo, no tiene sustento alguno si se entiende con claridad el idioma original.
Satori —悟り— viene de satoru, que significa lisa y llanamente darse cuenta. Sí, eso que te pasa cuando entendés por fin algo que estaba ahí hace rato. Pero claro, decir que Miyamoto Musashi buscaba “la iluminación” suena mejor para vender incienso y libros de autoayuda. Ahora, si decimos que usaba la práctica marcial para darse cuenta… ya es otra cosa. Más simple, más concreta. Menos fotos con luces doradas y más observación de la realidad.
¿Darse cuenta de qué? De por qué reaccionás mal. De cuándo estás repitiendo patrones. De cómo resolver un conflicto sin autoengañarte. De tus límites y tu potencial. Eso sí que se entiende. No hace falta sentarse sobre una piedra durante 20 años mirando una flor para darse cuenta que estás repitiendo errores. Este texto no es contra nadie. Es contra una palabra mal traducida que —al menos a mí— me confundió durante años. “Iluminación” suena a evento mágico. Pero darse cuenta… eso es incómodo, útil, transformador. Y sobre todo, accesible.
¿Y Nirvana? Tampoco significa “luz divina” ni flotar en nubes. Significa “extinguir”, como apagar un fuego. ¿Qué fuego? El del sufrimiento mental inútil. Lo mismo: darse cuenta y cortar el ciclo.
Entonces, uno se da cuenta de que todo ese discurso luminoso es solo una mala traducción repetida sin pensar. Y cuando lo reemplazás por lo que realmente significa, deja de ser fantasía y se vuelve herramienta. Ya sé, alguno va a salir a defender “la iluminación”. Pero eso también es predecible: el cerebro repite frases hechas más fácilmente que lo que se toma el trabajo de cuestionarlas.
Lo real es sencillo. Lo profundo, práctico.
Y darse cuenta… es el verdadero comienzo del camino.
Autor: Gabriel Benitez.