03/11/2025
Carlos Manzo, valentía a balazos y discursos blindados
Entre quienes lo llaman héroe y quienes lo descalifican como imprudente, el as*****to de Carlos Manzo revela que en México hasta la seguridad viene con agujeros de fábrica… y con 14 escoltas que no alcanzaron para cubrir la espalda.
Morelia, Michoacán, 2 de noviembre de 2025
Por: Amaury Sánchez
Hay muertes que cimbran, otras que incomodan, y unas —como la de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan— que hacen temblar porque ponen en evidencia lo que todos sabemos y nadie confiesa públicamente: en este país, levantar la voz es un deporte extremo y la política es temporada abierta de cacería.
Carlos Manzo no fue un político común. No llegó por dedazo, ni por partido, ni por apellidos de alcurnia. Llegó con sombrero, a trote de pueblo y con una candidatura independiente que olía a tortillas, yerbabuena y hartazgo. Lo bautizaron “Movimiento del Sombrero” y no fue moda: fue cachetada. Ganó sin padrinos, sin siglas y sin miedo. Eso, en México, equivale a caminar con un letrero luminoso que dice: “Disparen aquí”.
Y dispararon.
¿Héroe popular o imprudente con sombrero?
Tras su muerte vino el desfile inevitable: los que lo llaman mártir, los que se toman selfies póstumas con él, los que aseguran que lo querían como a un hermano (aunque no le mandaban ni un café cuando estaba vivo) y los otros, los discretos, los que dicen: “Eso le pasa por meterse con los malos”. El país, como siempre, dividido entre altar y sospecha.
Porque en México hasta los mu***os se discuten. Se disputa su memoria, se fiscaliza su biografía, se revisan sus amistades y se filtran sus fotografías abrazando a personajes de dudosa reputación. Así somos: si alguien muere por valiente, dudamos; si alguien muere por miedo, ni preguntamos.
La narrativa oficial: 14 escoltas, cero milagros
Y entonces apareció Omar García Harfuch. Serio, impecable, voz de noticiero nocturno. Declaró que los agresores “aprovecharon la vulnerabilidad de un evento público”. Como si la vulnerabilidad hubiera ido sola, sin invitación, sin operativo, sin protocolo.
Luego soltó la frase clásica de cualquier tragedia nacional: “No habrá impunidad”. Se escuchó firme, se aplaudió en las conferencias, se anotó en libretas de reporteros… mientras Twitter bostezaba.
Pero lo más revelador vino después: Carlos Manzo sí tenía protección, y no poca: 14 elementos asignados desde 2024. Catorce. Con esa cantidad se arma una selección defensiva para la Copa América. Pero, al parecer, estaban en modo avión cuando arrancaron los disparos.
Conclusión involuntaria: protección había, seguridad no. Blindaje institucional sí, chaleco espiritual no.
Entre el pésame y el aprovechamiento electoral
Los vivos, que somos menos santos, hicieron lo que mejor saben: aprovechar.
Unos subieron sus fotos con él, diciendo que lo admiraban desde siempre (aunque jamás le contestaron un mensaje). Otros lo declararon símbolo de lucha contra la “dictadura socialista del siglo XXI instaurada por AMLO y consolidada por Sheinbaum”, como expresó el estratega Efraín Martínez Figueroa, quien además llamó a paros nacionales y bloqueos, al estilo “Nepal meets Michoacán”.
Hay quienes ya lo quieren convertir en estandarte de la oposición rumbo a 2027 y 2030, sin darse cuenta de que en este país a los estandartes primero los matan y luego los imprimen en lonas.
El país donde la valentía cotiza a la baja
Aquí, ser valiente no da votos; da pésames. En un país donde la verdad viaja en camioneta blindada y la mentira en suburbans oficiales, Carlos Manzo representó algo incómodo: el tipo que no pidió permiso para gobernar, ni rifles para hacer campaña.
Su crimen deja preguntas amontonadas como casquillos en el suelo:
¿Quién se beneficia de su muerte?
¿Se puede gobernar sin partido… y sin ataúd?
¿Cuánto vale la vida de un alcalde independiente en la tierra donde los narcos no necesitan INE para aplicar sanciones?
El llamado a los valientes… y a los vivos
Efraín Martínez Figueroa, estratega político, lo dijo sin titubeo: “¡Basta ya! Hay que organizarse, unir a la oposición, ir por todo en 2027 y 2030 y ejercer presión social”. Palabras fuertes, sí… pero dichas en estudio, con café y aire acondicionado. La calle, mientras tanto, sigue oliendo a pólvora.
Reflexión final: los mu***os no votan, pero pesan
Carlos Manzo ya no es alcalde. Es símbolo, incomodidad y pregunta abierta. Fue valiente en tierra de silencio, y eso, aquí, se paga caro.
Ojalá que su muerte no se convierta en trending topic de 24 horas ni en escalón de campaña. Ojalá que sirva para algo más que discursos. Que no lo enterremos entre aplausos falsos y promesas recicladas.
Porque si algo dejó claro su as*****to es que México no necesita más próceres mu***os, sino instituciones vivas.