21/09/2025
“Yo no quiero ser recordado como el presidente ladrón.” Con esa frase Nayib Bukele marcó la diferencia frente a la historia de El Salvador. La mujer que prometía luchar contra el robo, fue detenida en su propio despacho. Se le comprobó que había desviado más de 280 mil dólares del dinero del pueblo. Pero esta vez no hubo privilegios ni impunidad. La Fiscalía y la Policía actuaron de frente. Bukele lo había advertido: no basta con no robar, también hay que impedir que nadie robe. Porque un presidente que se rodea de ladrones termina manchando su legado. Y él no está dispuesto a cargar con esa vergüenza. Por eso su mensaje fue claro: el dinero público es sagrado. No es del presidente, no es de los funcionarios, es del pueblo. Y al que lo toque, lo espera la cárcel, sin importar el color político ni la cercanía al poder. El caso de Montano no es solo una condena. Es la señal de que en El Salvador los tiempos cambiaron. Que la corrupción que por años se escondió detrás de escritorios y discursos ya no tiene refugio. Bukele lo dijo con firmeza: él no teme a la muerte, pero sí a dejar un mal legado. Y mientras otros presidentes serán recordados como ladrones, él quiere ser recordado como el que no robó y no dejó que nadie robara. Hoy la fe de un país se sostiene en esa promesa: que la justicia no se detiene y que, con la ayuda de Dios, ningún corrupto volverá a estar por encima del pueblo. Si tú también quieres un presidente como Bukele, haz que esta nota llegue a más personas. Basado en reportes de medios salvadoreños y declaraciones públicas.