17/10/2025
El PAN marcha entre ruinas: la independencia y la revolución que no le pertenecen
Hèctor Rodríguez Colmenero
Mientras el Partido Acción Nacional convoca para este domingo 18 de octubre en la Ciudad de México la llamada “Marcha del Relanzamiento”, yo observo desde Guanajuato —su bastión más viejo, su laboratorio de poder y su propio espejo roto— cómo el discurso de la “nueva era” suena a misa repetida.
En los carteles que circulan por redes, el PAN anuncia que “el relanzamiento no es solo un evento, es el inicio de una nueva era”. Hablan de reflexión, de reconectarse con la ciudadanía, de recuperar la esperanza. Palabras grandes, envueltas en tipografía azul y optimismo de campaña. Pero en esta tierra donde el PAN gobierna desde 1991, la promesa de cambio se oye tan gastada como los adoquines del centro histórico.
El itinerario de la marcha no es casual. Salen del Monumento a la Revolución y caminan hacia el Ángel de la Independencia. Dos símbolos que pertenecen al imaginario de las luchas populares y que Morena, con su narrativa de Cuarta Transformación, ha convertido en emblemas propios. Resulta curioso, por no decir contradictorio, que el PAN —el partido del orden, del conservadurismo y del miedo al cambio— busque reinventarse envuelto en las banderas de la independencia y la revolución. Como si bastara recorrer Reforma para redimir décadas de distancia con el pueblo.
Mientras tanto, en Guanajuato no hay marcha ni relanzamiento que alcance. Aquí el PAN ya perdió la fe. Durante más de treinta años construyó su fortaleza, pero también su tumba política: un estado con los índices más altos de homicidios del país, con jóvenes desaparecidos, con deuda creciente y con una clase política que se aferra a la moral mientras hace negocios con el dinero público.
El discurso del “nuevo comienzo” se estrella con la realidad de un gobierno que se recicla a sí mismo. Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, que prometió eficiencia y terminó mudándose a Texas, deja tras de sí un expediente de favores y silencios. Su casa en The Woodlands —una propiedad de lujo vinculada a un empresario que contrató con su gobierno— pesa más que cualquier discurso de honestidad. Y ahí están también los préstamos millonarios al Grupo Pachuca, los donativos disfrazados de apoyos deportivos, las concesiones opacas que se firmaron mientras los ciudadanos seguían enterrando a sus mu***os.
Libia Dennise García, su heredera política, ha prometido transparencia, pero gobierna con el mismo equipo y bajo las mismas formas. Su gabinete es un espejo del anterior: rostros conocidos, promesas idénticas y la misma narrativa de “continuidad responsable”. Le llaman nueva era, pero no han cambiado ni la puerta de entrada.
El PAN perdió más de doscientos mil votos en Guanajuato entre 2018 y 2024. Xóchitl Gálvez apenas rozó el 40 % de la votación, mientras Claudia Sheinbaum alcanzó el 46 %, algo que hace diez años habría parecido una herejía. En el Congreso estatal, el partido perdió la mayoría absoluta. Ahora necesita alianzas para aprobar lo que antes dictaba por decreto. Es el desgaste natural de un poder que se volvió costumbre y de una fe que se volvió rutina.
En los comunicados, el PAN insiste en sus valores fundacionales: la patria, la justicia, la familia y la libertad. Pero la justicia se aplaza, la familia se hereda y la libertad se limita al derecho de los suyos a seguir cobrando. La patria, esa sí, la ondean en cada acto partidista como si fuera marca registrada.
Quizá lo más sincero de su discurso sea la primera línea: “El relanzamiento del PAN no es solo un evento.” Tienen razón. Es un acto de fe. Pero una fe ciega, como la escultura de la Santa Fe que preside la entrada de la ciudad de Guanajuato: una mujer de piedra, con los ojos vendados, sosteniendo la llama de algo que ya no ilumina.
Y mientras marchan en la capital, envueltos en los símbolos de la independencia y la revolución que nunca les pertenecieron, aquí el bastión azul se desmorona sin ruido. La gente ya no marcha. Ya no espera. Solo observa cómo el partido que alguna vez prometió salvar a México ahora intenta salvarse a sí mismo.