
10/09/2025
Hacerse el id**ta ✍️
En la vida social y en las instituciones existe un juego sutil de máscaras. Muchos se esfuerzan por mostrar lo que saben, por hablar más fuerte que los demás, por ganar discusiones que solo alimentan el ego. Pero existe otra estrategia, más silenciosa, más antigua y mucho más efectiva, hacerse el id**ta, fingir ingenuidad, aparentar desconocimiento, dejar que los demás crean que uno no entiende.
A primera vista puede parecer debilidad, pero en realidad es una forma de fortaleza. Cuando uno se calla y se deja subestimar, descubre el verdadero rostro de quienes lo rodean. El arrogante muestra su soberbia, el manipulador revela su juego, el autoritario se delata con sus abusos. Al hacerse el ingenuo, uno abre la puerta para que el otro se exprese sin defensas, y ahí se revela lo más profundo de su pensamiento.
En el trabajo, por ejemplo, el que aparenta no saber todo escucha más, observa con calma, entiende las dinámicas de poder y reconoce los engranajes ocultos de la institución.
En la vida cotidiana, hacerse el ingenuo permite ver quién realmente respeta al otro y quién solo valora la apariencia de la inteligencia. Y en la familia o los vínculos personales, el que sabe callar y “parecer torpe” muchas veces es el que mejor descifra las intenciones ocultas.
Hay más sabiduría en dejar que el otro lo crea a uno ingenuo que en intentar siempre mostrar superioridad. El que se siente sabio, el que necesita demostrar su conocimiento, se convierte fácilmente en egocéntrico, encerrado en su propia visión. En cambio, el que se permite pasar por “id**ta” gana el terreno de la humildad, y desde ahí ve más lejos.
Hacerse el id**ta no significa serlo. Es, en cierto modo, una táctica de resistencia, un espejo que muestra las sombras del otro y un escudo contra el orgullo. En sociedades donde todos quieren brillar, el que aparenta torpeza tiene la oportunidad de iluminar con una sabiduría distinta, la que observa, la que entiende, la que calla y no necesita exhibirse.
A veces es preferible pasar por tonto que vivir preso de la vanidad de querer ser siempre el sabio. Porque el verdadero sabio no necesita demostrarlo; simplemente sabe cuándo conviene hablar, y cuándo conviene hacerse el id**ta.
Julio César Cháves