07/02/2025
ACLARO: "Esta reflexión era para mi bitácora hace algunos años, pero he querido compartirla, por si le sirve a alguna persona"
LA CUEVA
1era. de Reyes 19:9. Allí entró en una cueva y pasó en ella[g] la noche; y he aquí, vino a él la palabra del Señor, y Él le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?
Me ha tocado atravesar momentos difíciles en mi vida, y esos momentos me enfrentaron a tomar decisiones, y estas me hicieron sentir por mucho tiempo dentro de una cueva. Momentos que me hicieron sentir como una presa siéndo cazado por la vida, con un precio sobre mi cabeza, como un forajido.
¿Alguna vez te has sentido sólo en la oscuridad? ¿Te has sentado a llorar sin saber por qué? Inclusive ¿Has vivido momentos de profunda soledad en medio de un gran aparente éxito?
Hoy cometí el bendito error de ver la película Milagros desde el Cielo, una película que me llevó a recordar con mucha nostalgia la vida de mi hija Nicole, y no pude evitar el derramar un mar de lágrimas mientras la veía, pero cual masoquista no podía dejar de verla. Es curioso, ya que, como dice la Biblia, la sabiduría está en todos lados, y uno no imagina que encontraría algún sentido o algún mensaje esperanzador en medio de una producción como ésta, más allá de simple entretenimiento. Recordaba con locura las imágenes de la última semana que vivimos con mi Nicole, mi dulce princesa, me bella garrapata, mi dulce catarina. Recordando el sonido de su voz, de su carcajadas y ocurrencias, así como, sus dolores, sus quejidos, y veía un reflejo de mi rostro en loca desesperación ante la impotencia de no poder hacer nada por ella, la profunda agonía de querer cambiarle el lugar y ponerme por ella esa enfermedad. Hubiera dado mi vida para que ella estuviera bien.
Al parecer, la gran idea que la gente tiene y siempre tendrá, es que Dios ganó un gran baluarte, que fue reclutada mi hija para estar en un mejor lugar… Y realmente creo eso, y pues si yo fuera Dios, la quisiera también tener conmigo.
El día de su partida me metí a una cueva.
Lo repito,, desde ese día me metí a una cueva, sin comprender la dimensión de mi decisión, creo que fue inconsciente… cual nadador experto comencé a flotar en mi vida, a hacer lo que tenía que hacer y debía de hacer… comencé a simplemente dejar las cosas que me estorbaban y en las cuales no creía más. Me fui metiendo más y más en la cueva, en su oscuridad, pues me di cuenta que el dolor de su pérdida era tan grande que si me acercaba a la luz mis ojos llorosos se empezarían a notar… y me daba miedo ser vulnerable Me daba miedo quebrarme ante la vida.
La apatía llego con cada paso que daba hacía el interior de ese lugar oscuro, y con cada paso se reforzaba el miedo que me daba su ausencia… He llegado al punto en mi vida a once años de su pérdida y reconocer que el dolor de su partida, fue devastador, en gran parte porque así es el perder a un ser amado, pero por otro lado porque lo permití que poco a poco fuera matándomelas todo de mí. Hasta un punto donde las cosas ya no sabían igual, donde simplemente tuve que aprender a vivir de otra manera, en una nueva normalidad.
Escucho la voz de Dios una y otra vez que me dice “¿Qué haces aquí?, camina, sal de este lugar, ¿A caso te quedarás aquí para siempre?”. “Acaso dejarás que te siga alimentando por cuervos” Es fácil perderse en la cueva, en lo oscuro, en uno mismo… Pues el dolor te paraliza, la nostalgia de todo lo perdido, de todo lo sufrido…
Al ver esta película Dios me volvió a recordar que cuando permitió que entrara en esa cueva oscura y lúgubre, fue para descansar, no para morar; que Él estuvo y ha estado en los pequeños detalles, aunque no lo sintiera, y que incluso se quedó allí conmigo cuando decidí quedarme a vivir.
Busco el valor para ponerme sobre mis pies… veo que están sin fuerzas, que mis piernas han perdido su vigor, que se han flaqueado, que por más que lo intento mis músculos se han atrofiado… Con cada paso que doy hacía la salida, voy decidiéndo uno a uno borrar los comentarios y situaciones de amigos, familia y líderes ignorantes, indolentes y por qué no decirlo idiotas o estúpidos, decidiendo perdonar cada acción y palabras que hicieron más dolorosa su pérdida y empiezo a introducir y darle fuerzas en mi mente a las bellas palabras y acciones de esas personas que fueron una extensión del amor de Dios.
Llegué a pensar que por todo lo vivido antes de Nicole, tendría un callo que me hacía inmune al dolor, creí que era fuerte, creí que podía con el dolor, con la ausencia, con la pérdida, y ahora me doy cuenta que no es así… Fui un necio al pensar que era fuerte, que podía sostener un barco, una torre o una ciudad entera… Me doy cuenta que soy tan débil como una espiga y que al reconocer mi debilidad puedo empezar a ser fuerte…
Sigo dando pasos, sintiendo que la adrenalina recorre mi cuerpo, veo a lo lejos un rayo de luz que penetra en la cueva, se ve, me siento con la esperanza de que llegaré a Él. Veo que mis manos comienzan a orientarse y buscar sostenerse de la orilla de la prisión que yo mismo elegí usarla como refugio…
No quiero una cueva para mi vida, no quiero una oscuridad eterna, no quiero seguir huyendo, escucho su voz “¿Qué haces aquí?”, y empieza mi interior a gritarlo también, y una respuesta emerge como un brote de agua y contesta, “no lo se, sólo pensé que sería un buen lugar para esconderme, nunca pensé que sería mi prisión”…
Sigo caminando, falta poco para la luz, empiezo a entender que siempre ha habido milagros del cielo que me siguen proveyendo el recordatorio de que Dios siempre ha estado allí y que siempre lo estará, siento que casi llego, casi toco esa luz, siento que la salida está cerca…
destacados TG Ortega Grijalva