17/01/2025
Cuando estás en una relación con un narcisista, es como estar jugando un juego donde las reglas siempre cambian… pero solo para ti. Ellos ya tienen claro cómo van a mover las piezas, y tú, sin saberlo, entras al tablero pensando que ambos están jugando limpio. Spoiler alert: no lo están.
Primera regla que debes aprender (aunque te cueste): no mezcles el dinero con un narcisista. ¿Te pidió un préstamo? ¿Te juró que te lo devolverá apenas pueda? Piénsalo dos veces. Porque no estás prestando dinero, estás financiando un vacío emocional que nunca se llena. Y cuando intentes recuperarlo, lo más probable es que te devuelvan con excusas, no con billetes.
Segunda regla: no intentes ir a terapia con él. Porque para ellos, la terapia no es un lugar de crecimiento, es un campo de batalla. Van a usar cada palabra, cada frase que diga el terapeuta, como un arma para reforzar su narrativa de “yo soy la víctima, tú eres el problema”. Y tú, con toda tu buena voluntad de sanar, solo acabarás desgastada, sintiéndote peor que antes.
Tercera regla: no pongas tus expectativas en su lealtad o fidelidad. Porque, seamos sinceros, un narcisista solo es leal a una persona: a sí mismo. Mientras tú estés soñando con un “para siempre”, ellos están jugando a ver cuántas puertas más pueden abrir sin que te des cuenta.
Cuarta regla: no te aferres a sus promesas. Sí, te dirán que van a cambiar, que esta vez será diferente, que te aman más de lo que las palabras pueden expresar. Pero esas promesas son como fuegos artificiales: brillan un momento, pero se apagan rápido, dejando solo humo y silencio.
Última y más importante regla: no esperes que cambien. Porque, aunque duela aceptarlo, el cambio no es algo que tú puedas regalarles. El cambio viene desde adentro, y un narcisista rara vez admite que necesita cambiar. Tú no estás aquí para salvar a nadie. Eres una persona, no una terapia intensiva emocional.
Y lo sé, puede ser duro leer esto. Porque cuando amas a alguien, quieres creer que hay esperanza, que puedes ser quien lo ayude a ver la luz. Pero a veces, el mayor acto de amor es hacia ti mismo: soltar lo que te lastima y elegir la paz. Porque nadie merece vivir en un juego donde el único ganador siempre es el otro.