16/06/2025
La tierra nos pone a prueba
¡Compañeros de la tierra, ganaderos de corazón, agricultores con el alma prendida a esta Sonora que nos vio nacer!
Hoy, el peso del sol se siente doble en cada hectárea y en cada corral. Los ojos se nos van al cielo, pero la lluvia se esconde, mientras la sequía nos aprieta la garganta y los pozos sueltan el último suspiro. Los mercados, con sus enredos foráneos, le andan regateando al precio de nuestro sudor, y pa' acabarla de amolar, un gusano traicionero nos cierra la puerta a donde va nuestro ganado. El panorama, qué les digo, es pa' doblar a cualquiera, a pequeños y grandes productores. Pero, ¿cuándo, díganme cuándo, ha sido esto fácil pa' nosotros?
¿Cuándo fue sencillo librar las heladas malditas que en una noche nos quemaron la siembra?
¿Cuándo fue de a gratis enfrentar la sequía del '96, o esas plagas que llegaron sin avisar, o los precios que se nos iban al suelo cuando más los necesitábamos?
¿Cuándo ha sido pan comido sortear sequías de esas que te calan hasta los huesos, que te ponen a prueba cada gota de agua, cada pedazo de tierra, mientras le buscamos la vuelta al cambio climático en nuestros valles?
¿Cuándo fue fácil bailar al son de los mercados internacionales, las crisis que le dieron en la torre al país, o los cambios de gobierno que nos movieron el tapete?
¿Cuándo ha sido un juego lidiar con cuarentenas por bichos como el gusano barrenador, que nos amarran al ganado y nos obligan a redoblar el esfuerzo pa' cuidar nuestra sanidad?
¿Cuándo fue fácil levantarse antes de que cante el gallo, día tras día, con el sol rajante como testigo y la tierra como la mera verdad?
¿Cuándo ha sido fácil? Nunca. Y aquí seguimos, de pie, contra viento y marea.
Hoy, el desafío tiene nombre y apellido: una sequía que no tiene comparación, que nos reseca hasta la esperanza; aranceles que nos hacen más caro el esfuerzo, y trabas que nos miden el temple ante el gusano barrenador. Sí, está duro. Reconocerlo es de valientes.
Pero si echamos la vista pa' atrás: cada vez que el cielo nos negó el agua, cada vez que el mercado nos puso la zancadilla, cada vez que una plaga quiso acabarlo todo... ¿A poco no salimos adelante? Sacamos fuerza de donde no había. Le buscamos, le encontramos, nos unimos. Aprendimos. Y nos levantamos.
Porque somos la raíz, somos la base. Somos la primera línea, frágil ante los elementos, pero duros de roer en nuestro propósito. En condiciones que a muchos los doblarían, nosotros seguimos aquí, echándole ganas. Sostenemos la mesa de Sonora y de México, y más allá. Somos los que cuidamos la tierra y los que ponemos el pan en la mesa.
Cada batalla nos ha hecho más fuertes, más listos, más cabales, más chingones. Cada jodazo nos ha enseñado a enfrentar lo que venga con responsabilidad, con ideas nuevas y con la unión que nos hace grandes. Hoy no será la excepción. La experiencia que hemos forjado a fuerza de sol y sacrificio es nuestro mayor tesoro.
El conocimiento que guardamos es nuestro escudo. La mano que nos tendemos entre hermanos es nuestra red.
¡Compañeros del Noroeste, gente de la tierra hinóspita! La tierra nos llama, como siempre lo ha hecho. Con la frente en alto y las manos listas, acordémonos de quiénes somos. Somos herencia de resistencia, de trabajo honrado, de amor por esta tierra seca que con nuestro esfuerzo florece.
No agachemos la cabeza. No dejemos que la esperanza se nos vaya entre los dedos. Se vale agüitarse, pero no permanecer quejandonos. Juntos, como siempre, enfrentemos lo que venga. Apoyémonos, compartamos los secretos, busquemos otros caminos, exijamos con una sola voz y sigamos trabajando con la entereza que nos distingue.
Somos fuertes. Somos aguerridos. Somos el agro. Y juntos, una vez más, saldremos adelante.
¡Ánimo, fuerza y unión, mi gente!