02/07/2025
El Fuego Eterno de Chichén Itzá: La Pirámide que Danza con las Sombras 📃
En la península de Yucatán, donde el sol abrasa la tierra y los cenotes susurran secretos divinos, la pirámide de Kukulcán en Chichén Itzá se alza como un latido de piedra, un monumento que captura el alma maya y su diálogo con el cosmos. En el año 950 d.C., en el apogeo del período Posclásico, un sacerdote-guerrero llamado Ceel K’uk (“Pluma Resplandeciente”) recibió un mandato del dios Kukulcán, la serpiente emplumada, mientras observaba el equinoccio desde el observatorio de El Caracol. Los glifos, ahora erosionados, sugieren que Ceel K’uk diseñó la pirámide, conocida como El Castillo, para encarnar el calendario maya: 91 escalones por cada lado, sumando 364, más la plataforma superior, hacen 365 días, un reflejo del Haab’. Cada equinoccio, las sombras de las escalinatas forman una serpiente que desciende, un espectáculo que atraía a miles para honrar a Kukulcán con ofrendas de jade y cacao en el Cenote Sagrado. Ceel K’uk, según las tradiciones orales, lideró rituales en la cima, donde sacrificios humanos aseguraban la lluvia y la fertilidad, pero un misterio persiste: ¿por qué la pirámide oculta otra más antigua en su interior, con un trono de jaguar rojo y ojos de jade? ¿Era un santuario secreto para iniciados o un relicario de un dios olvidado? Chichén Itzá, influenciada por los toltecas, brilló como un centro de poder, pero su declive en el siglo XIII, tal vez por guerras o sequías, dejó la pirámide en silencio. Cuando los españoles llegaron en el siglo XVI, los mayas aún veneraban el sitio, y hoy, declarado Patrimonio de la Humanidad, El Castillo sigue danzando con las sombras cada equinoccio, un testimonio de Ceel K’uk y los mayas que construyeron no solo una pirámide, sino un puente al cielo que aún hipnotiza al mundo con su fuego eterno.