07/03/2022
Para el amor de mi vida.
Hace ya un par de años que tuve la dicha de conocerte. Me di cuenta que había estado esperándote desde hace 23 años.
Eres ese sueño que se volvió realidad. Eres el milagro que a Dios le pedí con tanta fuerza.
La primera vez que te vi mire al cielo le dije a Dios “Señor yo quiero a un hombre como él tan alegre, tan libre, maduro, trabajador, responsable que ya haya terminado la escuela o que al menos podamos ir juntos hacia un camino con una meta al final. Yo deseo un hombre como él que me guste tanto físicamente y que a la hora de hacer el amor su cuerpo sea lo único que yo deseé. Qué me trate bien, me valore, le guste como soy físicamente y no me juzgue. Qué nos llevemos bien y que todo el amor que tengo para dar pueda ser regresado por él”
Después de darle vueltas y vueltas toda la noche a ese pensamiento al otro día decidí decirtelo. Pensé tanto en los pros y los contras de confesarte lo que sentía aunque solo hubieran pasado un par de horas de haberte conocido. Pensaba en que en ese punto de mi vida ya no tenía nada más que perder.
Debo decir que las cosas salieron mejor de lo que pude haber imaginado, ese fin de semana fue la primera vez que dormirmos juntos, nos bañamos juntos, comimos juntos y seguramente la primera vez que aguantabas tanto a alguien en tu brazo.
Pensaba que lo nuestro iba a ser corto, pero luego las horas se volvieron días y amaba cuando llegabamos a nuestro primer departamento, abrir el portón, bajar las maletas y mirar que en el closet había ropa de nosotros que compartían un mismo lugar, la cama que parecía que fue hecha para los dos. Las aventuras que eran cada vez que saliamos en busca de comida porque por la pandemia todo estaba cerrado, pero hasta eso cada segundo fue creando una historia que no sabía que era lo que yo esperaba.
Recuerdo una noche que me quede profundamente dormida entre tus brazos y entre sueños escuche como decías que me querías y me besabas las mejillas.
Nunca voy a olvidar los momentos cuando hacíamos el amor. Sabía que eras tú a quien tanto pedí porque cada vez que me tocabas sentía que me conocías cada beso en el hombro, la espalda y el cuello confirmaban que eras tú.
Me has hecho vivir aventuras inigualables. Cosas que quizás había esperado hacer con otras personas y que sólo tú lograste cumplir.
Por otro lado a tu lado aprendí que amar no es amarrar, no es dudar, no es llorar aprendí a quererme tal y como soy porque cada vez que yo me sentía menos llegabas tú para decirme que lo era todo. No sabes la magia que eso causo en mi. Hiciste que todo lo malo que había vivido poco a poco fuera alejandose.
Por otro lado debo admitir que gracias a tu inmenso interés, tu gran compañía lograste despertar a esa mujer fuerte que había ocultado hace tanto tiempo.
Cuando estaba en un profundo agujero lleno de lodo, llegaste tú me estiraste la mano, me levantaste sacudiste mi ropa sucia y me ayudaste a seguir caminando.
Justo cuando estaba apunto de renunciar a la vida.
Estaba a quizás un par de horas de intentar dejar todo.
Gracias a Dios por tu vida, mi amor.
Gracias a Dios por ayudarte a ayudarme a cumplir mis sueños.
El sueño de terminar la universidad, el sueño de conocer el amor bonito sin complicaciones y sin filtros. Mi vida comenzó a restaurarse cuando te conocí y cuando conocí a Dios porque sin él esto no hubiera sido posible.