30/04/2025
Les voy a contar algo que me ha dado muchísima vergüenza… pero también muchas risas con el tiempo.
Siempre he sido una persona estreñida. No voy al baño todos los días, pero cuando voy… ¡hago historia! El problema es que mis “creaciones” tienen una maldición: siempre tapan los baños. Y ahí me tienen, batallando como loco con la palanca, el destapacaños y hasta rezando para que el bendito drenaje hiciera su trabajo. A veces funcionaba… a veces no.
Esto me pasaba en todos lados: en casa, en baños públicos, y sí, también me ha tocado en la casa de otras personas. Pero eso sí, en los baños de La Ley, milagrosamente, todo se iba rápido. No sé qué magia usan ahí, pero ojalá vendieran esa tecnología.
Bueno, un día me fui a vivir con una tía… y, como era de esperarse, seguía dejando el baño como zona de desastre. Una vez, no se quiso ir el “submarino”, y en un acto desesperado, tomé el rollito de cartón del papel higiénico, lo usé como cuchara improvisada y mandé el asunto al bote de los papeles. Le eché bastante papel encima para disimular. Y así le seguí haciendo… hasta que un día todo salió mal.
Mi prima dijo que olía raro en el baño. Mi tía fue a tirar la basura y, de pronto, gritó: “¡Ay! Algo se cayó en la bolsa, ha de ser un juguete”. Cuando lo saca… ¡era el 💩 fosilizado! Todos se quedaron en shock. “¿Quién hizo esto?”, preguntó mi tía, y todos con cara de “yo no fui”.
Hasta que no aguanté la risa. Entre pena y carcajadas, le confesé a mi tía mi problema de estreñimiento. Desde ese día, cambié de táctica: ahora, antes de jalarle, meto un palito, troceo el asunto y me aseguro de que todo se vaya sin drama.
Problema resuelto… pero vergüenza eterna.