02/07/2025
**¿Fue real o un sueño?**
Mi padre vivía solo en un cuarto alquilado dentro de una casa sencilla en Huánuco, Perú. En ese tiempo, por motivos de estudio, tuvo que alejarse de su familia y adaptarse a vivir por su cuenta. Aunque era joven, ya conocía lo que significaba la responsabilidad.
Una tarde, al regresar del colegio, notó algo extraño cerca del lugar donde vivía. Había una gran cantidad de personas reunidas en la calle, algunas comentaban con nerviosismo y otras simplemente observaban en silencio. La tensión en el aire era evidente. Al parecer, una persona había perdido la vida en circunstancias muy delicadas. Aunque mi papá intentó acercarse para ver qué ocurría exactamente, la multitud era tan densa que no logró ver a la persona ni obtener demasiada información.
Con esa inquietud en la mente, regresó a su cuarto. Luego de avanzar con algunas tareas del colegio, decidió salir un momento para despejarse. Se reunió con unos amigos de la zona en una pequeña cancha improvisada a unas cuadras de la casa. Jugaban fútbol con una pelota un poco gastada, como solían hacerlo. Entre bromas, empujones y goles gritados con fuerza, por un rato logró olvidar la escena que había presenciado horas antes. El sol ya se estaba ocultando cuando terminaron de jugar, y todos se despidieron con risas y cansancio en los hombros.
Más tarde, alrededor de las 11 de la noche, mi padre regresó a su cuarto. En el pasillo se cruzó con uno de los vecinos más antiguos de la casa, un hombre mayor que solía sentarse en una silla junto a su puerta para conversar con quienes pasaban. Al verlo, mi papá le preguntó si sabía algo más sobre lo ocurrido.
El vecino asintió con un gesto serio, bajando un poco la voz mientras hablaba:
—Sí, hijo… lo que pasó fue muy triste. A ese joven lo atacaron con algo filoso, justo aquí cerca. Dicen que fue por una discusión… pero nadie sabe bien. Lo más preocupante es que la persona que lo hizo no ha sido ubicada. Podría estar por aquí cerca. Así que ten cuidado, muchacho. No andes solo tan tarde.
Esas palabras se le quedaron grabadas a mi papá. Agradeció el consejo y se despidió, aunque la advertencia lo dejó algo intranquilo.
Horas más tarde, ya en su cama, comenzó a sudar mientras dormía. Se despertó entre las 2 o 3 de la madrugada con una sed intensa y un escalofrío que recorría todo su cuerpo. Se levantó para ir al baño, que era compartido por todos los inquilinos de la casa.
Al salir del baño, escuchó un sonido extraño: era una voz masculina, parecida a un grito, pero ahogado… lejano. Se detuvo, dudando si bajar las escaleras para verificar si alguien necesitaba ayuda. Pero justo antes de hacerlo, miró por la ventana del pasadizo y vio algo que lo paralizó.
Había una figura sentada afuera de la casa, en una banca. Estaba de espaldas, completamente quieta. El miedo fue inmediato, pero se volvió insoportable cuando esa figura giró la cabeza lentamente y lo miró directamente. La mirada no era agresiva, sino triste, profunda, como si cargara con algo no resuelto.
En ese instante, mi padre sintió que las piernas le fallaban, su vista se nubló y terminó cayendo por las escaleras. Todo se volvió borroso.
A la mañana siguiente, despertó en su cama, sin golpes aparentes, como si nada hubiera pasado. Pero él insiste hasta hoy en que no fue un sueño. Todo, desde el sudor, el frío, el rostro de esa figura… se sintió real. Y cada vez que recuerda ese momento, no puede evitar preguntarse si lo que vio fue el alma de aquel joven que perdió la vida esa tarde, tal vez buscando ayuda… o simplemente tratando de despedirse.