24/10/2020
Y ahora un Breve relato:
Cabo #01.
Ocho minutos.
Hace solo diez minutos era un cálido invierno en el cabo Leewin, las familias se reunían alrededor de la base, ansiosos por el despegue del cohete de la primera misión Cabo de la compañía Galactic Corp. El primer cohete de colonos permanentes con dirección a marte.
Los líderes políticos recitaron extensos discursos, mientras la gente gritaba y aplaudía y los medios tomaban fotografías del histórico suceso, cuando terminaron sus insufribles discursos, los motores de la nave se encendieron, y una potente ola de calor atravesó el lugar. Una marea de aire cálido se sintió incluso a la distancia, y la gente observo el acenso de la nave.
Solo les tomo unos minutos alcanzar la órbita terrestre, los propulsores más grandes se desprendieron de la nave y cayeron hacia la tierra, una vez dejaron atrás el satélite más lejano se encendieron los propulsores de fusión de hidrogeno y la nave acelero cientos de kilómetros.
El cohete aceleraba a buen ritmo, y durante varios minutos la misión siguió con normalidad.
Siete Minutos.
A su máxima velocidad la nave superaba el siete porciento de la velocidad luz. Pero en los cálculos no contaban con que una pequeña nube de rocas espaciales se encontraba en su trayectoria. Tan pequeña que no había sido avistada en tierra. El primer impacto rajó la nave como un gigantesco abrelatas.
Los tripulantes fueron arrojados al vacío del espacio, retorciéndose como peces recién capturados. Se dispersaron en un mar oscuro, en mitad de un enjambre de rocas estelares, mientras la nave ahora convertida en millones de piezas de escombro metálico espacial seguía su ruta predeterminada.
Las voces aterrorizadas, convirtieron a los científicos en niños aterrados en mitad de una noche fría.
-¡Taylor, Taylor! ¿Dónde está?
-¿¡Capitán!? aquí Stone.
-Stone, soy Johnson. ¿Dónde estás?
-A-Arriba, no, no abajo... no… no lo se.
Se diseminaban como piedras lanzadas en un oscuro lago. Y ahora eran sólo voces. Voces de todos los tipos de horror y miedo conocidos por el Hombre.
-Nos alejamos unos de otros.
El Capitán Jones fue golpeado en el casco por un fragmento de la nave al ser expulsado, el impacto no solo lo dejo inconsciente, también provocó una fisura en el casco.
A falta de presión en el espacio la saliva en el interior de su boca comenzó a hervir rápidamente, su corazón se detuvo y la presión en el interior de los pequeños vasos sanguíneos cayó en picada. Después sus pulmones se expandieron casi el doble de su tamaño hasta que reventaron en su interior, segundos después el agua de sus tejidos se evaporo y su cuerpo se hincho estirando el tejido de la piel hasta ocupar el doble de su volumen. El inerte cuerpo del capitán permaneció flotando en el vacío espacio con dirección a ninguna parte en mitad de las rocas y esquirlas de metal.
Seis Minutos.
Vestían sus hermosos trajes espaciales, herméticamente cerrados, sus pálidos rostros se alejaban para recorrer distintos caminos y nada podría reunirles de nuevo
No habían tenido tiempo de acoplarse las unidades de emergencia. Que habrían sido pequeños salvavidas flotando en el espacio. Quizá se habrían salvado, habrían salvado a otros, los habrían encontrado a todos hasta unirse para formar una isla de hombres y pensar en alguna salida, o quizá morir, morir todos juntos. Pero ahora, sin las unidades acopladas a sus hombros, eran meteoritos alocados encaminándose hacia destinos diversos e inevitables.
-Stone a Dra. Johnson. ¿Cuánto tiempo podremos hablar por radio?
-Depende de nuestro oxígeno y la distancia, por ahora parece estable.
-¿Cuánto oxigeno te queda?
-Cerca del diez por ciento y bajando…Quizá, Quizá unos minutos supongo.
-Algo así -dijo Johnson, pensativa y tranquila. ¿Alguna idea sobre lo que sucedió?
-El cohete fue golpeado, y… bueno estalló, eso es todo. Los cohetes estallan a veces, ¿sabes?
-¿Hacia dónde caes?
-No lo sé, Creo que me estrellaré en el Sol, o eso espero.
-Yo espero caer en la Tierra, a quince mil kilómetros por hora, Arderé como una cerilla… seria increíble de ver.
Johnson pensó en ello con una sorprendente serenidad. Los otros guardaban silencio, algunos porque estaban demasiado lejos, otros simplemente pensaban en el destino que les había llevado a esto, a vagar eternamente por el espacio, a morir en la deriva cósmica sin poder hacer nada para evitarlo. No había orden o plan que pudiera arreglarlo todo, ya no.
Cinco Minutos.
-¡No quiero morir, no quiero morir! ¡Esto es interminable!
-¿Quién habla?
-No lo sé.
-Creo que es Ryan. Ryan, ¿eres tú?
- Padre Nuestro que estás en el cielo santificado sea tu nombre venga a nosotros tu […]
-Ryan, aquí Johnson. Ryan, ¿me oyes?
Seguían separándose unos de otros.
-¿Ryan?
-Sí -replicó por fin.
-Ryan, tranquilízate. Todos tenemos el mismo problema.
-No quiero estar aquí ¡No quiero morir!
-Ryan Cálmate, Todos tenemos el mismo problema, pero Aun hay una muy pequeña posibilidad de que nos encuentren.
-Si, sí, seguro -dijo Ryan-. No creo en esto, no creo que esté sucediendo realmente, en algún momento el capitán Jones vendrá y nos despertara para abordar el cohete y comenzar la misión…. E-es una pesadilla… si eso debe ser…
Rayan Continuo balbuceando interrumpiendo la señal de radio.
-¡Cállate! -ordenó Johnson.
Por primera vez, Johnson sintió su impotencia. La cólera se adueñó de ella porque en aquel momento deseaba, más que ninguna otra cosa, Callar a Ryan.
Y seguían cayendo….
Cuatro Minutos.
Un tercer hombre comenzó a gritar, de repente, como si acabaran de descubrir el horror de su situación. Johnson vio a uno de ellos, flotando muy cerca de ella, chillando y chillando.
-¡Basta!-Grito Johnson.
-Seguiría chillando hasta que muera, lo cual por suerte no nos tomara mucho tiempo. –dijo Stone- Fastidiaría a todos los demás, no es así como pensaba en morir.
«Da lo mismo -pensó Johnson-. El Sol, la Tierra o los meteoros lo matarán igualmente. ¿Por qué no ahora?, en poco tiempo igual me reuniré con el»
Johnson le lanzo una roca directo a su cabeza, la roca rompió el casco, y aplastó el rostro del hombre como si fuera un puño metálico. Los gritos cesaron. El impacto rompió el casco, la falta de aire lo callo mientras las esquirlas de vidrio se clavaron en su rostro, haciendo a sus gritos ahogados acabar con el poco aire que le quedaba. El traje del hombre se hincho. Y gracias al impulso del lanzamiento de roca Johnson se apartó del lugar siguiendo su propio curso.
Tres Minutos.
Johnson y los demás seguían varados en el interminable remolino de un terror silencioso.
-Johnson, ¿sigues ahí?
Johnson no contestó. Una oleada de calor inundó su rostro.
-Aquí Thomas ¿Qué tal Stone?
-¿Qué tal Thomas?
-¿Cuánto crees que tardemos en morir?
-Prefiero no pensar en eso…
-Sabes que igual pasara ¿Cierto?, En casa casi seguro ya lo saben… igual nadie vendrá, no vale la pena rescatar tantos cadáveres.
Una esquirla de la nave surcó el espacio de Johnson, miró hacia abajo y vio que no tenía mano izquierda. La sangre brotaba a chorros. El oxígeno que conservaba en los pulmones le permitió, hacer un n**o a la altura de su codo izquierdo, apretando la juntura y cerrando el escape. La rapidez del suceso no le dio tiempo a sorprenderse. Ninguna cosa podía sorprenderle en aquel momento. Ya cerrado el boquete, el aire volvió a llenar el traje en un instante. Y la sangre, que había brotado con tanta facilidad, quedó comprimida cuando Johnson apretó aún más el n**o, hasta convertirlo en un torniquete.
Todo esto había sucedido en medio de un terrible silencio por parte de Johnson. Los otros supervivientes conversaban. Uno de ellos recién se incorporó a la conversación, Murphy, hablaba sin cesar de si mujer, de sus hijos, de sus apuestas en las vegas y de cómo había tenido una buena vida. Feliz, recordaba el pasado mientras se precipitaba a la muerte.
-Saben, solo quisiera ver a mi hijo de nuevo. Él ya es alguien, tiene una buena familia y un gran trabajo en América. Solo espero me recuerde feliz.
Todo era tan raro miles de kilómetros de espacio, y voces vibrando en su centro. Ningún hombre al alcance de la vista, sólo las ondas de radio…
-¿Estás enfadado, Johnson? –pregunto Stone.
-No.
Y no lo estaba. Había recuperado la serenidad. Era una masa insensible, cayendo para siempre hacia ninguna parte.
Uno de los otros hombres estaba hablando.
-Bueno… creo que es todo… al menos viví bien. Tuve una esposa en Sídney, tenía dinero y dos hermosos hijos que se portaron muy bien conmigo. Fue maravilloso. Me emborrachaba, y hasta una vez gané veinte mil dólares en un casino ¿Pueden creerlo?
«Pero ahora estás aquí -pensó Johnson-. Yo no tuve nada de eso. En circunstancias normales tendría celos de ti, Murphy. Pero… Ya no tengo celos de ti. Es mi final y el tuyo y todo parece no haber sucedido nunca.»
Dos Minutos.
Johnson levantó el rostro y gritó por la radio:
-¡Todo ha terminado, Murphy!
Silencio.
-¡Como si nunca hubiese ocurrido, Murphy!
-¿Quién habla? -preguntó Murphy temblorosamente.
-Soy Johnson
Se sintió miserable. Era la mezquindad, la absurda mezquindad de la muerte.
-Ahora estás aquí, Murphy. como si nunca hubiera sucedido…
-No.
-Cuando llega el final, todo parece no haber ocurrido nunca. ¿Es mejor tu vida que la mía, ahora?
-Quizá…
- Antes, sí, ¿pero ahora?, ¡Ahora todos moriremos¡ Es mejor ahora!?
-¡Por supuesto!
-¿Por qué?
-Porque conservo mis pensamientos, ¡porque recuerdo! –gritó Murphy mientras la reserva de su traje se terminaba, con sus ojos llorosos, se le saltaron las lágrimas y lentamente se resbalaron por su cara, y apretando los recuerdos a su pecho con ambas manos.
El Tanque de Murphy se vacío por completo y el Dióxido de carbono lo dejo inconsciente en segundos. Murphy finalmente descanso.
Murphy estaba en lo cierto. Johnson lo comprendió mientras una sensación fría como el hielo fluía por todo su cuerpo. Existían diferencias entre los recuerdos y los sueños…
A ella sólo le quedaban los sueños que había deseado hacer, pero Murphy recordaba tanas cosas hechas….
Johnson meditó. Nunca, en toda su vida, había sido perversa. Nunca se había atrevido a serlo. Durante muchos años debió de haber estado guardando su perversidad para una ocasión como la actual. «Perversa». La palabra martilleó en su mente.
-Cálmate, Johnson.
«Pero, ¿no somos iguales? -se preguntó una aturdida Johnson-. ¿Murphy y yo? ¿Aquí?, ¿Ahora? Si algo ha terminado, ya está hecho. ¿Qué tiene de bueno, entonces? Los dos estamos mu***os ya, de una forma o de otra.»
Pero Johnson sabía que todo aquello era puro raciocinio. Era como intentar explicar la diferencia entre un hombre vivo y un cadáver: uno poseía una chispa, un aura, y el otro en cambio, el otro….
Era completamente ridículo. Y lo mismo ocurría con Murphy y ella. Murphy había vivido enteramente, y ello le convertía ahora en un hombre diferente. Y Johnson ella jamás se dejó vivir, llevaba mu**ta doto este tiempo y apenas lo comprendió.
Se acercaban a la muerte con toda probabilidad, si existieran varios tipos de muertes sin duda jamás habrían esperado esta, se dijo Johnson.
Un momento después descubrió que su pie derecho había desaparecido. Estuvo a punto de reír. Pero el aire por segunda vez había escapado de su traje. Se inclinó rápidamente y vio escapar de su cuerpo su sangre, la vio salir, el inerte líquido carmesí brotaba esférico al espacio desconocido. El meteorito había cortado la carne y el traje hasta el tobillo.
, Johnson apretó la válvula de la rodilla. Sintio el dolor mas insoportable de toda si vida recorrer su cuerpo desde su tobillo. Luchó por no perder la conciencia, apretó más la válvula y contuvo la sangre, conservando el aire que le quedaba.
-Silencio. Las estrellas se unían más y más entre ellas no te parece-dijo Stone.
Un Minuto.
Las voces se iban apagando. Todas y cada una seguirían su propia ruta a través del infinito cosmos.
-Adiós, Johnson -dijo Stone.
Adioses extraños, despedidas breves, palabras vacías… Todos estaban solos. Sus voces se habían desvanecido como los ecos en el infinito cielo estrellado. Stone se alejaba entre la nube de meteoritos.
Thompson, Blanco, Anderson, Lee… ahora eran indistinguibles del resto de los escombros de la primer misión Cabo,