31/07/2025
"La Mujer de la Pared"
En un pueblo olvidado por el tiempo, cubierto por la niebla y los susurros, se encontraba una vieja casa de tejas podridas y ventanas selladas con tablas cruzadas. Nadie quería acercarse, ni siquiera los vagabundos que buscaban refugio del frío. Se decía que estaba maldita, que por las noches se escuchaban lamentos detrás de las paredes.
Años atrás, una mujer llamada Isela había desaparecido sin dejar rastro. Tenía 27 años, una sonrisa que iluminaba hasta los rincones más sombríos y una vida llena de sueños. Vivía sola, era reservada, pero todos en el pueblo la conocían y la querían. Una tarde cualquiera, simplemente ya no volvió. No hubo señales de lucha, ni cartas, ni huellas. Solo el silencio.
Durante meses, los vecinos organizaron búsquedas, pero fue inútil. La policía archivó el caso como una desaparición sin resolver. Los rumores crecieron como maleza: que Isela había huido, que había sido raptada por alguien del pueblo, o que la casa vieja, donde fue vista por última vez, tenía algo que ver.
Décadas después, un grupo de jóvenes aficionados a lo paranormal decidió grabar un documental en el pueblo. Se sentían atraídos por la leyenda de la mujer perdida. Querían grabar dentro de la casa abandonada, donde, según los lugareños, las paredes respiraban por la noche y los espejos se empañaban con mensajes escritos desde dentro.
La primera noche dentro de la casa, los jóvenes instalaron cámaras y sensores. Al principio, solo captaron sonidos sutiles: pasos arrastrados, susurros que no provenían de ningún lado, un murmullo que repetía: "Ayúdenme...".
Al segundo día, una de las cámaras cayó al suelo. Cuando revisaron la grabación, se veía claramente la figura de una mujer con cabello largo y sucio, piel grisácea y uñas como garras. Su rostro estaba deformado por el tiempo y el encierro, y sangraba por la boca como si hubiera gritado durante años. Se acercaba a la cámara y decía con voz quebrada:
“Estoy aquí… detrás de los muros…”
Los jóvenes, aterrados, buscaron entre las paredes. Golpearon con martillos, y de una de ellas salió un olor nauseabundo. Al romperla, encontraron un cuerpo momificado, con restos de un vestido azul aún adherido a los huesos. El rostro, aunque reducido a una calavera, todavía conservaba un rastro de tristeza infinita. Era Isela.
Había sido emparedada viva.
La investigación reveló que el antiguo dueño de la casa, un hombre de aspecto respetable y modales amables, había tenido una obsesión enfermiza con ella. Al ser rechazado, la encerró y la dejó morir lentamente en la oscuridad.
Pero Isela no encontró la paz al ser descubierta. Al contrario. Su espíritu se hizo más fuerte. Ahora camina por los corredores de la casa, llorando, gritando, y buscando venganza contra cualquiera que entre. A veces, se escucha cómo rasguña las paredes desde adentro, como si aún intentara salir.
Dicen que si estás en silencio frente a una pared vieja y escuchas con atención… puedes oírla susurrar tu nombre.