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"POR LA FE"¿Qué cosa inesperada, aparentemente insensata, fuera de toda lógica y hasta ridícula estarías dispuesto a hac...
10/08/2025

"POR LA FE"

¿Qué cosa inesperada, aparentemente insensata, fuera de toda lógica y hasta ridícula estarías dispuesto a hacer si Dios te pidiera que la hicieras?
Y si preguntas: 'ay, pero ¿es que Dios puede pedir que haga algo así?’, te respondería: ¡claro!, ¡es Su especialidad! Y antes de que alguien crea que estoy diciendo una irreverencia, que le eche un ojo al texto completo del cual está tomada la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Heb 11, 1-2.8-19).
Ahí el autor hace un recuento de cosas locas y raras que a petición de Dios hicieron diversos personajes del Antiguo Testamento.
Por ejemplo, recuerda a Noé que, porque Dios se lo pidió, se puso a construir nada menos que una inmensa arca para sobrevivir un diluvio cuando no había ni trazas de lluvia (ver Heb 11, 7). A Abraham, que ya muy viejito dejó su patria, casa y comodidades y, porque Dios se lo pidió, emprendió una aventura incierta pues salió "sin saber a dónde iba" (Heb 11, 8). Y luego, de nuevo, porque Dios se lo pidió, estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo querido, del que esperaba que se cumpliera la promesa divina de tener una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo (ver Heb 11,17-18). A Moisés, que, porque Dios se lo pidió, se volvió líder de un pueblo muy difícil, y se las vio negras para sacarlo de la esclavitud y conducirlo por el desierto (ver Heb 11,27.29).
Basten estos ejemplos para que quede claro que sí, Dios suele pedir cosas inesperadas, aparentemente insensatas y fuera de toda lógica, pero que nadie se quede con la errada impresión de que lo hace por diversión o para ver hasta dónde somos capaces de llegar. No. Él pide sólo lo que desde Su punto de vista, infinitamente sabio, amoroso y superior al nuestro, ve que es lo que más conviene.
Si seguimos el desarrollo de las historias de los personajes antes mencionados, vemos que la construcción del arca salvó de perecer ahogados a Noé, a toda su familia y a los animales que los acompañaban; que dejar su patria y estar dispuesto a cumplir hasta el extremo la voluntad de Dios, le permitió a Abraham recibir con creces lo que Dios le había prometido; y que el penoso peregrinar de Moisés con el pueblo por el desierto valió la pena, pues éste logró llegar a la tierra prometida.
De todo lo anterior se deduce que por más inesperado o ilógico que en un momento dado pueda parecernos lo que nos pide Dios, es sin lugar a dudas lo más sensato que podemos hacer, aunque no siempre eso nos quede muy claro, sobre todo cuando estamos en el momento de la decisión y nos sentimos confundidos, enfrentamos oposición o críticas y nuestra seguridad empieza a flaquear.
Podemos imaginar cómo se habrá sentido Noé ante la burla de sus amigos y vecinos cuando bajo un cielo azul comenzó a edificar un barcote en un lugar en el que no sólo no llovía, y a nadie se le ocurría que pudiera llover tanto como para que todo se inundara, sino ni siquiera quedaba cerca el mar.
Podemos imaginar las discusiones que tuvo Abraham con su esposa y su gente cuando planteó que tenían que dejar todo e irse quién sabe a dónde; y ni hablar de lo que le habrá dolido percibir lo que pensó de él su hijo Isaac cuando lo ató a la leña decidido a sacrificarlo y alcanzó incluso a levantar el cuchillo.
No, no fue fácil para todos ellos obedecer lo que Dios les pidió. Cabe preguntar entonces, ¿por qué lo hicieron? El autor bíblico nos lo dice una y otra vez, como un estribillo que se repite al inicio de todos esos párrafos del capítulo once de la Carta a los Hebreos: 'Por la fe'.
Fue la fe de Noé, la de Abraham, la de Moisés la que los movió a realizar aquello que Dios les pidió. Y aquí vale la pena hacer un alto para examinar qué significa la fe.
No es tener un conocimiento intelectual, tener la 'idea' de que existe Dios y ya, pues eso no impulsa a nadie a actuar. No es una autosugestión de que todo saldrá como queramos, pues muchas veces a pesar de la fe las cosas resultan al revés de lo esperado. No es un salto al vacío, pues aunque no siempre sepamos a dónde conducirá lo que nos pide, sí sabemos que Aquel que nos lo pide nunca nos dejará caer. No es ausencia de dudas, pues uno puede tener fe aunque no sepa todas las respuestas.
Entonces ¿qué es la fe? Si hubiera que dar una definición sencillísima, sería ésta: La fe es decirle 'sí' a Dios. Es responder afirmativamente a un Dios que toma la iniciativa, que te busca y te invita a decirle 'sí' a aquello que te propone aunque sea inesperado o te suene ilógico, porque tienes la certeza de que si te lo pide es porque te conviene.
De esta definición se deduce que no es posible tener fe y quedarse en las mismas, pues la fe necesariamente te saca de la inercia, te lanza de tu comodidad, te mueve a hacer cosas aunque éstas no te suenen ya no digamos lógicas, ni siquiera agradables: hacer un favor a quien nunca te los hace; decir algo bueno de alguien al que todos critican; salirte de ese ambiente que te ha parecido divertido pero que no deja nada positivo en tu alma; perdonar a quien no se lo merece; renunciar a ese asunto atractivo pero chueco; iniciar un proyecto para ayudar a otros, sin contar quizá con todo lo necesario; aceptar un puesto, un apostolado, para el que sientes que no te has preparado.
¿Es arriesgado tener fe? Sí y no. Sí porque nunca sabes con qué te va a salir Dios, qué te pedirá la próxima vez, y no porque no hay ningún riesgo en cumplir la voluntad de Aquel que por amor te creó y por amor te pide sólo aquello que va a resultar infinitamente mejor de lo que jamás pudieras atreverte a esperar.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Gracia oportuna”, Col. ‘Fe y vida’ vol. 4, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 117, disponible en Amazon).

"AVARICIA"En el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 12, 13-21), Jesús nos pide: "Eviten toda clase de...
03/08/2025

"AVARICIA"

En el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 12, 13-21), Jesús nos pide: "Eviten toda clase de avaricia".
¿Qué es la avaricia? Se la suele definir como el 'deseo desordenado de tener más de lo necesario'. ¿Qué significa esto? Examinémoslo por partes:
'Deseo desordenado'
Es decir, un afán exagerado y que no es conforme a la voluntad de Dios.
Deseo desordenado de 'tener'.
Incluye tanto el buscar tener como el querer conservar a toda costa lo que se tiene.
‘Más de lo necesario', es decir, en exceso, de sobra, mucho más de lo que realmente se requiere o se puede aprovechar.
Generalmente asociamos el término 'avaricia' con dinero; quizá pensamos en Scrooge, aquel personaje de Dickens que era tremendamente rico y tacaño, o tal vez alguien recuerde, de las tiras cómicas del siglo pasado, a un millonario, tío del pato Donald, que se llamaba Rico McPato y tenía un cuarto hasta el tope de monedas de oro en las que le gustaba sumergirse con frecuencia.
Pero no se refiere sólo a la avaricia de dinero la advertencia que leemos en el Evangelio. Es interesante hacer notar que el Señor habla de "toda clase de avaricia", como quien dice, que puede haber de muchas clases.
Eso significa que no hemos de quedarnos tranquilos pensando que no somos avaros porque carecemos del deseo desordenado de tener más y más dinero. Tal vez hemos caído en otros tipos de avaricia. Por ejemplo: avaricia de afecto: cuando buscamos afanosamente caer bien, que nos quieran más y más, y hacemos cualquier cosa para conseguirlo; avaricia de poder, cuando pasamos por encima de quien sea para ocupar un sitio destacado en la familia, en la comunidad, en la escuela o el trabajo, y nunca nos creemos suficientemente reconocidos; avaricia de bienes materiales, cuando caemos en el consumismo y somos capaces de endeudarnos con tal de seguir comprando cuanto se nos antoja. Puede haber incluso avaricia espiritual, que nos mueve a inscribirnos en cuanto curso, taller o retiro podemos, pero sólo para acumular y acumular enseñanzas que a veces ni practicamos ni compartimos.
La lista podría seguir, incluir avaricia de tecnología, de títulos, de éxitos, pero basten esos ejemplos para mostrar que hay más avaros de lo que parece. Y es que el mundo nos empuja a la avaricia. Evitarla implica esforzarnos, ir a contracorriente, y tal vez nos preguntamos: ¿vale la pena? ¿Qué riesgo hay en la avaricia y por qué el Señor nos pide que la evitemos?
Hallamos respuesta en la Primera Lectura que se proclama en Misa este domingo (ver Col 3, 1-5.9-11). Dice San Pablo que la avaricia es "una forma de idolatría", es decir que los avaros son, en cierta medida, idólatras que tienen como dioses esos bienes por los cuales se afanan. Pero sólo hay un Dios y si en lugar de poner en Él nuestra confianza la ponemos en algo, defraudamos a Dios (recordemos que la avaricia aparece en la temible lista de pecados capitales) y también nos defraudamos a nosotros mismos, porque, aunque el mundo que nos empuja a la avaricia no lo crea, es verdad lo que dice Jesús en el Evangelio: "la vida del hombre no depende de la abundancia de bienes que posea".

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “La mirada de Dios”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 115, disponible en Amazon).

"¿QUÉ HACEN LOS QUE HACEN ORACIÓN?"Hace años cuando oía que alguien hablaba de 'hacer oración' no entendía a qué se refe...
27/07/2025

"¿QUÉ HACEN LOS QUE HACEN ORACIÓN?"

Hace años cuando oía que alguien hablaba de 'hacer oración' no entendía a qué se refería, porque eso de 'hacer' me sonaba a cosa práctica, como hacer pan o hacer una casa, pero yo veía que los que oraban no 'hacían' nada aparente, más bien se quedaban sentados o arrodillados, inmóviles, en silencio y a veces hasta con los ojos cerrados, así que me preguntaba: ¿qué quieren decir con eso de 'hacer oración'? y más aún, ¿cómo se hace eso?
Encontré una respuesta en algo que dijo Santa Teresa de Ávila: que orar es hablar de amor con Aquel que sabemos nos ama. ¡Así de simple! Eso quiere decir que hacer oración es construir nuestra relación con Dios, una relación en la que ya vamos 'de gane' porque de antemano lo tenemos conquistado, pues sabemos que nos ama, que, como dice San Juan: “Dios nos amó primero” (1Jn 4,19), como decía el Papa Francisco: Dios nos ‘primereó’. Viene a la mente la imagen de dos novios sentados en una banca del parque, que se miran a los ojos y platican quedito. Aparentemente no están haciendo algo útil, y sin embargo están haciendo ¡mucho!, están construyendo su noviazgo, conociéndose mutuamente. De igual modo, la oración es un medio indispensable para alimentar y mantener una estrecha comunicación amorosa con Dios.
En el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 11, 1-13), dice que Jesús estaba orando y los Apóstoles se esperaron a que terminara y luego le pidieron que los enseñara a orar.
Es muy interesante que San Lucas nos haga notar que no lo interrumpieron. Seguramente no lo dice para mostrarnos la cortesía de los Apóstoles (no suele hacer este tipo de comentarios: 'cuando Jesús entró se pusieron de pie', 'cuando salió lo dejaron pasar primero por la puerta'). Más bien esta frase nos hace pensar que los Apóstoles no se atrevieron a interrumpir a Jesús porque habían percibido que sucedía algo extraordinario cuando Jesús oraba, y no me refiero a que le salieran rayos de la cabeza, como lo pintan en las estampitas, sino a que de la oración extraía la fortaleza, la capacidad de enfrentar con paz y alegría esas jornadas tremendas y agotadoras en las que se veía continuamente rodeado y apretujado por multitudes ávidas de escucharlo, de tocarlo, de pedirle milagros, y a las que siempre atendía con paciencia y con misericordia.
La oración, el contacto con el Padre lo sostenía e iluminaba y por eso siempre se daba tiempo para orar. No es pues de extrañar que los Apóstoles le pidieran: “enséñanos a orar”, es decir, enséñanos a tener eso que tienes Tú, esa relación especial con Dios, esa fuente de la que extraes tanta riqueza...
¿Cómo respondió a esto Jesús? En primer lugar vemos que les enseñó el Padre Nuestro, pero ¡ojo! no lo hizo para que lo recitaran, sino para que lo vivieran, para que aprendieran a descubrirse hijos del Padre más amoroso; para que se sintieran comprometidos a construir el Reino; para que no se atrevieran a pedir ser perdonados si no perdonaban; para que ante toda dificultad aprendieran a poner su mano en la mano del Padre.
Jesús les dio esta oración no para que se contentaran con repetirla, sino para que fuera una guía con base en la cual construyeran su relación de amor y confianza con el Padre.
Y después ¿qué hizo? Los invitó a perseverar en la oración.
Es que sabía que la gente se desanima pronto cuando se trata de orar. ¿Cuál es la razón de este desánimo? Se realizó una pequeña encuesta sobre oración y a quienes respondieron que hacía tiempo habían dejado de orar se les preguntó por qué.
Unos dijeron que porque no 'sentían' nada cuando oraban. Seguramente habían acudido a la oración en espera de vivir sensaciones sobrenaturales y cuando pasó el tiempo y no sucedió nada, se decepcionaron.
Otros dijeron que no se había cumplido lo que pidieron. En un mundo en el que todo sucede de inmediato: oprimes un botón y se enciende un aparato; marcas un número en el teléfono y en seguida te comunicas con alguien, resulta desesperante para algunos orar pidiendo algo y no ver resultados instantáneos.
Detrás de las razones de unos y otros está un concepto equivocado acerca de la oración.
El que ora no debe hacerlo para ver si levita o le cae el rayo de las once, o sólo porque espera obtener al instante lo solicitado. Orar es sobre todo querer entrar en diálogo, no en monólogo, con Dios; hablarle sí, de todo lo que nos pasa, nuestros sueños y dificultades, pero también aprender a escucharlo, percibir la manera como responde. Orar es permitir que el Señor nos dé Su Luz y nos lleve por Sus sendas. Orar es dejar que el Señor siembre Su amor en nuestro corazón.
Si no oramos ¿cómo estrecharemos nuestra amistad con Él?, ¿cómo aprenderemos a reconocer Su voz?, ¿cómo confiaremos en Su Palabra?, ¿cómo nos daremos cuenta de que en todo interviene para bien?
Como se ve, hacer oración no es lo mismo que no hacer nada, todo lo contrario. En primer lugar es imitar y obedecer a Jesús, pero además implica edificar, día con día, en tu corazón, un espacio privilegiado para tu cita íntima y amorosa con Dios, tu enamorado.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga: “Vida desde la Fe”, Col. ‘Fe y Vida’, vol.. I, Ediciones 72, México, p.169, disponible en Amazon)

NOTA:
Si sientes que necesitas aprender a orar o mejorar tu oración participa en uno de los Talleres de Oración y Vida (TOV), fundados por el padre Ignacio Larrañaga, que se imparten dos veces al año en parroquias, capillas, escuelas, conventos, centros de espiritualidad, etc.
En alrededor de catorce sesiones de dos horas una vez por semana te enseñan y animan a practicar diversas maneras de orar para que descubras cuáles te sirven más a ti para estrechar tu relación con Dios. Una experiencia que sin duda seguirás aprovechando ¡el resto de tu vida!
El próximo comienza la segunda semana de agosto. ¡Estás a tiempo! (Busca en Google dónde será el más cercano a tu domicilio, o pregunta si habrá uno en tu iglesia).

OTRA NOTA:
Sobre el tema que toca el Evangelio dominical, me atrevo a recomendarte dos libros míos: “Para orar el Padre Nuestro”, que va desglosando cada frase de esta oración, con sencillas explicaciones y propuestas de reflexión. Y “¿Qué hacen los que hacen oración?” que en pocas páginas responde a las preguntas: ¿Qué es la oración? y ¿cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué orar? Puedes conseguirlos en Amazon, sea como libros impresos o electrónicos.

MENSAJES PAPALES QUE ¡NO SON DEL PAPA! ¿CÓMO DETECTARLOS?Abundan los mensajes falsos que dizque son del Papa. Empezaron ...
22/07/2025

MENSAJES PAPALES QUE ¡NO SON DEL PAPA! ¿CÓMO DETECTARLOS?

Abundan los mensajes falsos que dizque son del Papa. Empezaron con san Juan Pablo Magno, con uno en que pedía ‘santos que bebieran cerveza y coca cola’. Se multiplicaron con el Papa Francisco, al que era fácil atribuirle textos de estilo coloquial. Y del Papa León, con ‘Inteligencia Artificial’ se hacen no sólo mensajes, sino videos, y desgraciadamente mucha gente, incluso sitios católicos, se van ‘con la finta’ y ¡los comparten!
Por ello es vital que sepas detectar si un mensaje o video del Papa León XIV es auténtico o no. Sigue estos 3 criterios:

1.¡USA EL SENTIDO COMÚN!

Ciertas características delatan a los videos falsos:
-Suelen tener títulos llamativos como: ‘por fin la homilía tan esperada’, ‘ya me cayó bien, mira qué genial lo que dijo el Papa’. En los auténticos sólo aparece él, la fecha, y si es homilía, catequesis, etc.
-El contenido suena raro o se opone a lo que pide la Iglesia, por ejemplo, anuncia que se eliminó el ayuno cuaresmal, o aconseja: ‘si tu pareja te aburre, déjala’. Podrá sonar ‘buena onda’, pero si conoces tu fe no te engañan.
-En supuestas homilías se le ve de pie, a lo lejos, santiguándose. Jamás inicia así una homilía. Y¡duran 45 minutos! Las suyas son de 5 minutos.
-En algunos nunca lo muestran de cerca, pues se notaría que no dice lo que se oye. En otros sí lo muestran de cerca y parece decir lo que se oye, pero lo que dice es absurdo. Por ej: dice que ora ‘para que se te multipliquen tus finanzas’. El, que hizo voto de pobreza, y es Vicario de Cristo, quien dijo que no podemos servir a Dios y al dinero, ¡ya parece que va a pedir que alguien se haga rico!
-Nunca dicen de dónde es ese mensaje o video.
-Suelen ser repetitivos y están llenos de metáforas cursis.
-En algunos, el que imita la voz del Papa usa el ‘vosotros’ y pronuncia la ‘c’ y la ‘z’. Ignora que el Papa habla castellano de Perú no de España.
-En algunos al final pide: ‘compártelo con tus contactos’. Nunca pediría eso el Papa, ya tiene ¡millones de seguidores!
-Hay mensajes en que pide dinero. El Vaticano los ha denunciado.

2. VERIFICA EL ORIGEN DEL MENSAJE

Copia o transcribe frases del supuesto mensaje del Papa y pégalas en tu buscador de internet. Si son auténticas se abrirá alguna página oficial, como vatican.va o vatican.news, o sitios confiables como EWTN o Aciprensa. Si el mensaje no es auténtico, se abrirán páginas de incautos o malintencionados que se dedican a difundir falsedades, como ‘palabras del Papa’, ‘reflexiones del Papa’, y otras similares.
Si el mensaje es de Instagram o de Tik Tok, ábrelo sólo si es de su cuenta oficial, con el logotipo del Vaticano. No tiene cuenta en Facebook.

3. CONOCE AL PAPA

A los gemelos la gente los confunde, pero no su familia, que sabe distinguir lo que los diferencia. Que así también te suceda con el Papa: Conócelo. Busca su homilía dominical, su mensaje en el Ángelus, en la Audiencia General de los miércoles, así como los que dirige a peregrinos en el Jubileo. Familiarízate con su voz, su acento, su estilo, su modo de ser y de hablar, y así nunca te dejarás engañar.

TU SOLIDARIDAD DEBE SER PARA EL PAPA
No puede ser que al recibir mensajes falsamente atribuidos al Papa, en lugar de indignarnos y eliminarlos, ¡los reenviemos, haciéndonos cómplices de quienes usurpan su identidad!

EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS
Hay quien comparte mensajes falsos porque le parecen ‘lindos’. Es no justifica mentir. El príncipe de la mentira es Satanás. Jesús, en cambio, es la Verdad. ¿A cuál queremos agradar?

3 PODEROSAS RAZONES PARA QUE NO COMPARTAS MENAJES FALSOS:
1. Desobedeces el mandamiento de Dios: ‘no mentirás’.
2. Faltas a la caridad y pierdes credibilidad con quienes los compartes.
3. Si eres católico y sabiendo que un mensaje es falso lo reenvías, pecas gravemente pues con pleno conocimiento y pleno consentimiento faltas al respeto al Vicario de Cristo, contribuyendo a que se difunda lo que no dijo, un falso magisterio. Y lo peor es que aunque luego avises a quien se lo reenviaste que el mensaje es falso, el daño ya está hecho, pues si esa persona lo compartió con otros y éstos con otros, ese mensaje se volvió ‘viral’ y tú contribuiste a que miles o millones de gentes sean engañadas.

¿QUÉ HACER CON MENSAJES Y VIDEOS FALSOS?
Lo mejor es eliminarlo sin abrir, y si te llegó en redes sociales, reportarlo.
Toma una captura de pantalla, edítala con una línea roja diagonal y un letrero que diga: ¡falso!, mándala a quien te lo envió y pídele que avise a sus contactos.

"¿QUÉ TE EQUILIBRA?"Mi papá, qepd, con frecuencia me decía: 'cuidado, eso está en equilibrio inestable', para referirse,...
20/07/2025

"¿QUÉ TE EQUILIBRA?"

Mi papá, qepd, con frecuencia me decía: 'cuidado, eso está en equilibrio inestable', para referirse, por lo general, a algún objeto que yo en mis prisas había puesto en algún lado descuidadamente, sin advertir que una parte estaba al aire o sobre algo que podía moverse y provocar que aquello se tambaleara, cayera o se hiciera pedazos. Sus palabras salvaron de un descalabro los más variados artículos y artefactos. Y hoy que las recuerdo se me ocurre que bien podrían aplicarse también a nuestra vida, especialmente con relación a lo espiritual. ¿A qué me refiero?
A que así como cuando al colocar un objeto sobre una superficie hay que cuidar que no quede muy al borde ni sobre algo que lo desnivele para que no se deslice hacia un lado ni sea fácil que alguien lo tire, del mismo modo es indispensable cuidar que nuestra existencia esté equilibrada para que no vivamos al borde del colapso o estemos propensos a ser derribados con facilidad por el mal, la fatiga, el desánimo.
Es innegable que vivimos en un mundo que nos empuja a hacer cada vez más cosas en menos tiempo; pasamos el día de aquí para allá, realizando actividades que consideramos urgentes e impostergables, tratando de resolver la mayor cantidad de pendientes que nos sea posible, y al final nos encontramos hartos, agotados, de malas o sin ánimos de hacer otra cosa que echarnos a dormir.
Nuestra existencia está peligrosamente inclinada hacia el activismo, la exterioridad, la superficialidad. Está, como quien dice, en equilibrio inestable, y si no hay algo que haga contrapeso a su inclinación, corre el grave riesgo de quebrantarse. Urge que recupere su adecuado balance, pero ¿cómo conseguirlo? Aplicándole la famosa 'ley del péndulo': Contrarrestar la agitación con la quietud, el ruido con el silencio, la turbulencia con la calma, el exceso de 'mucho que hacer' con una buena dosis de 'nada que hacer'.
Tenemos un ejemplo de esto en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 10, 38-42), en el que vemos dos actitudes diametralmente opuestas en dos hermanas que reciben a Jesús en su casa. Se nos dice que una de ellas, Martha, se afanó en 'diversos quehaceres' mientras que la otra, María, se sentó a los pies de Jesús para escucharlo.
Quizá alguien disculpe a Martha alegando que hizo algo indispensable: la comida que compartirían los tres, pero lo de 'diversos quehaceres', se puede interpretar como que no sólo hizo lo necesario sino que se 'encarreró' realizando otras tareas, quizá muy útiles pero que podía, y debía, haber dejado en segundo plano para rendir los debidos honores a su Huésped.
Quizá también alguien considere que María era una floja 'comodina', pero Jesús no lo pensó así, al contrario, cuando Martha reclamó que su hermana no la ayudaba, Él dijo que María había elegido “la mejor parte”, y que nadie se la quitaría.
¿Qué significa esto?, ¿que el Señor nos está invitando a quedarnos cruzados de brazos? No. Significa que el Señor nos está haciendo notar que por muy importantes que nos parezcan las actividades que realizamos cotidianamente, es todavía más importante, es todavía mejor, hacer un alto para encontrarnos con Él, disfrutar Su cercanía, dedicarle aunque sea por un rato nuestra total atención.
Relacionando esto con lo que se venía mencionando antes, se deduce que lo único que puede devolverle el equilibrio estable a nuestra carrereada existencia es el encuentro con el Señor. Por ejemplo: visitarlo en el Sagrario, dedicar unos minutos para dialogar con Él luego de recibirlo en la Eucaristía; apartar diariamente un momento para tener una cita amorosa con Él.
Pasamos los días inmersos en el frenesí del mundo. Lo que leemos en los diarios; lo que vemos en la tele, en internet, en redes sociales; lo que conversamos con otros; una interminable y agobiante lista de asuntos pendientes que terminan por contagiarnos una visión mundana, materialista, pesimista, y llenarnos de impaciencia, intolerancia, desaliento, frustración, miedo, depresión. Ah, pero si nos atrevemos a crearnos un espacio en el que podamos entregarnos gozosamente y sin apresuramientos a saborear la presencia siempre luminosa y consoladora del Señor, entonces todo adquiere nueva perspectiva: los problemas que eran montañas se allanan, los caminos torcidos se enderezan, lo turbio se vuelve claro y el desasosiego se transforma en serenidad.
Dice el autor del Salmo del que fue tomada la Antífona de Entrada de la Misa dominical: "El Señor es mi auxilio y el único apoyo en mi vida" (Sal 53, 6).
Para que tu vida no entre nunca en 'equilibrio inestable', contrapón, a la vorágine de actividades de tu jornada, un oasis en el que puedas aprovechar la mejor parte que es acurrucarte a los pies de Jesús, para que Él sea tu apoyo, el que inunde tu corazón con Su paz y te ilumine con Su luz.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Gracia oportuna”, Col. ‘Fe y Vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 108, disponible en Amazon).

"¿SABES ACERCARTE?"¿Alguna vez has visto a Dios? Yo sí. Y no solamente una vez, tantas que es imposible llevar la cuenta...
12/07/2025

"¿SABES ACERCARTE?"

¿Alguna vez has visto a Dios? Yo sí. Y no solamente una vez, tantas que es imposible llevar la cuenta. ¿Sabes cómo es? Te lo voy a decir: Es alto y chaparrito; flaco y gordo; tiene los ojos azules, grises, verdes, cafés y negros; redondos y alargados; tiene los dientes chuecos, derechitos y chimuelos; el pelo rubio, pelirrojo, café, negro, blanco y es pelón y tiene la piel lisita y arrugada, de color clarito y bien oscuro. Así es Dios. Y antes de que te empieces a preguntar si veo visiones, déjame explicarte por qué he hecho esa descripción de Dios.
En la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (Col 1, 15-20), dice San Pablo que “Cristo es la imagen de Dios invisible.” Es que como Dios se hizo Hombre y vivió entre nosotros, contemplar a Jesús, es contemplar a Dios.
Ahora bien, la cosa no queda aquí. Los cristianos no estamos llamados solamente a alegrarnos de que Dios se hizo uno de nosotros y por ello podemos tener una idea exacta cómo era cuando estaba físicamente entre nosotros hace más de dos mil años.
Y es que Él, que sigue presente entre nosotros en la Eucaristía, también se presenta ante nosotros en la persona de nuestros semejantes. Él dijo que lo que hacemos a alguien se lo hacemos a Él (ver Mt 25,40) así que bien se puede concluir que cada vez que contemplamos a una persona estamos contemplando a Jesús que vive en ella.
El problema es que en estos casos suele darnos miopía. Nos cuesta un trabajo inmenso descubrir a Jesús en los demás, especialmente cuando se trata de personas difíciles, chocantes, que nos han hecho algo malo o que simplemente nos caen gordo o nos repelen por su aspecto, actitud, circunstancia.
Ejemplo de esto tenemos en el Evangelio que se proclama este domingo (ver Lc 10, 25-37). Alguien pregunta a Jesús quién es su prójimo. Quizá espera que Él le dé una lista, ojalá que no muy larga y que por favor no incluya a la suegra ni al vecino sangrón. Pero Jesús no hace eso, sino que le cuenta la historia de un samaritano que cuando encontró en su camino a alguien que necesitaba ayuda, se acercó a dársela. Es interesante notar cómo Jesús, el Dios que se hizo cercano, le da tanta importancia al hecho de que el samaritano también se hiciera cercano, a diferencia de dos hombres que pasaron por ahí y dieron un rodeo.
Es que para poder amar, para poder tender la mano, hay que acercarse. De lejos el otro es un bulto en el camino al que es fácil esquivar, sacarle la vuelta.
Vivimos en un mundo que nos invita a la lejanía, que nos hace desconfiar unos de otros y nos envuelve en un torbellino de actividad que no nos da tiempo para detenernos, mucho menos para acercarnos a los demás. Preguntamos: '¿cómo estás?' sólo por cortesía, y si nos dicen: 'mal', decimos: 'bueno, que te mejores, adiós' y salimos corriendo, no sea que la otra persona nos haga detenernos a escucharla y tengamos que prestarle atención y ayuda.
Nos hemos acostumbrado a mantenernos lejos de las tragedias y dificultades; las vemos en el noticiero de la televisión y pensamos: 'pobres, qué fea estuvo la inundación o el incendio o el terremoto', y en seguida cambiamos de canal para no ver los rostros devastados de esas personas que perdieron casas, seres queridos y esperanzas.
No nos permitimos acercarnos. Nos protegemos tras el anonimato y la distancia.
Una persona que pasó una temporada con los otomíes en la sierra de Veracruz decía que es muy distinto hablar despreocupadamente de 'la alta tasa de mortalidad entre indígenas' a convivir con una familia indígena, encariñarse con su hijita y verla morir de sarampión en brazos de su padre. La cercanía no permite indiferencia. De cerca el bulto del camino se convierte en hermano. Adquiere rostro, mirada, nombre, y no te deja ya desentenderte.
Solemos hablar del 'prójimo' como si se tratara de otro, pero Jesús nos hace ver que somos nosotros los que estamos llamados a ser 'prójimos', es decir 'próximos', personas que se aproximan, que se acercan a los otros y se atreven a mirarlos a los ojos, escucharlos, prestarles verdadera atención. Jesús se hizo cercano, ahora nos toca a nosotros acercarnos a Él, impedir que las circunstancias a veces muy difíciles en que se hace presente nos nublen la mirada y nos impidan descubrirlo en los hermanos.
Un par de amigos iban por una carretera. De pronto vieron parado a la orilla del camino a un hombre desarrapado que sostenía un letrero: 'trabajo por comida'. El que iba manejando le dijo al otro: 'yo cuando veo a alguien así no corro riesgos'. El otro asintió pensando para sus adentros: 'sí, claro, puede ser un ladrón, un asaltante, un asesino...'. En eso el que iba manejando dio vuelta en u, detuvo el coche junto al hombre, se bajó, abrió la cajuela y le dio la mitad de la despensa que había comprado. Luego se subió de nuevo, arrancó el coche y volviéndose hacia su amigo completó la frase: 'yo con alguien así no corro riesgos. Estoy seguro de que es Jesús'.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Vida desde la fe”, Col. ‘Fe y Vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 163, disponible en Amazon).

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Jojutla3, Tlalpan
Mexico City
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