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"HUMILDAD"¿Qué es la humildad?, ¿en qué consiste? Se le hizo esta pregunta a varias personas y fue interesante descubrir...
31/08/2025

"HUMILDAD"

¿Qué es la humildad?, ¿en qué consiste?
Se le hizo esta pregunta a varias personas y fue interesante descubrir que lo que dijeron bien podía haber sido la respuesta a la pregunta: ¿qué es la 'baja autoestima'?, pues la gran mayoría contestó que la humildad consiste en sentirse uno menos que los demás, o dejar que otros lo 'mangoneen', o pensar que uno no vale nada, o negar las propias cualidades para no 'creerse mucho'.
Luego de escuchar todo esto se comprende por qué a la mayoría de la gente eso de ser 'humilde' no se le antoja en lo absoluto, claro, porque piensa que es sinónimo de volverse un cero a la izquierda, o ponerse de 'tapete' para que otros lo pisoteen, lo cual definitivamente no suena atractivo en un mundo en el que los papás se la pasan animando a sus hijos a ser mejores que los demás; los maestros empujan a los alumnos a destacarse por encima de sus compañeros, y en general en los medios laborales, sociales, deportivos, culturales, se favorece que se luche por superar a otros, por dominar a otros, por lucir las propias cualidades y aprovecharlas para escalar posiciones.
Parece que eso de la humildad no cuenta con muchos adeptos.
El conflicto surge cuando descubrimos que como cristianos se nos invita una y otra vez a ser humildes, y no se nos da oportunidad de voltear para otro lado y hacer como que no oímos.
Sin ir más lejos, en la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Sir 3, 19-21) se nos aconseja: "Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor, porque sólo Él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria". En la Aclamación antes del Evangelio, recordamos las palabras del propio Jesús que nos invita a aprender de Él, que es "manso y humilde de corazón" (Mt 11,29). Y en el Evangelio dominical (ver Lc 14, 1.7-14) Jesús nos advierte que “el que se engrandece a sí mismo será humillado, y el que se humille será engrandecido.”
Una vez más, nuestra fe nos propone un camino que de entrada quizá no nos 'late' seguir. Pero si comprendiéramos que gran parte de nuestra resistencia a seguirlo se debe a que tenemos una idea equivocada acerca de la humildad, podríamos cambiar de mentalidad y no sólo aceptar con resignación, sino con verdadero gozo la perspectiva de ser humildes, ya que, como seguidores de Cristo estamos continuamente llamados a ello.
Lo primero que habría que hacer es redefinir nuestro concepto sobre la humildad.
Si hubiera que dar una definición me atrevería a decir que consiste en tener lo que san Ignacio de Loyola llama, en sus famosos ejercicios espirituales: ‘la gracia de conocernos a nosotros mismos como somos conocidos por Dios’; en otras palabras, de vernos como Él nos ve. ¿Por qué? Porque si aprendes a verte como Dios te ve (ojo: partiendo de que Aquel que te ve no es un implacable y crítico Juez, sino que te ve desde Su infinito amor por ti), te sitúas en tu justa perspectiva: no eres una criatura insignificante que no vale nada y que debe ser despreciada o aplastada por otros, eres alguien valiosísimo a los ojos de Dios, y te ha dotado de numerosas cualidades, pero, y he aquí el fundamento de la humildad, no porque las merecieras, sino por pura gratuidad, porque así le pareció bien.
Como se ve, la verdadera humildad no es sinónimo de 'baja autoestima'; no consiste en compararse desfavorablemente con los demás, ni en negar las propias cualidades (tremenda ingratitud hacia Aquel que las otorgó), ni en dejarse atropellar en sus derechos; pues parte del principio de que todos y cada uno fuimos creados por el mismo Padre, igualmente amados por Él. La verdadera humildad es más bien el 'antídoto' contra la 'baja autoestima', pues hace al humilde consciente de cuánto lo ama Dios y cuánto vale a Sus ojos, puesto que lo ha colmado de inmerecidas bendiciones.
Podría decirse que la verdadera humildad consiste, sobre todo, en reconocer y agradecer que los propios dones se han recibido gratuitamente de Dios, y en proponerse aprovecharlos al máximo para gloria Suya y bien de todos.
Queda claro por qué el Señor nos invita a ser humildes. No es, como algunos creían, para que vivamos 'bocabajeados', no. Su razón es la que siempre está detrás de todo lo que nos pide: nuestra felicidad. Sí, por extraño que nos parezca, influenciados por los criterios del mundo, la verdadera humildad produce felicidad.
Considera esto: el humilde es feliz porque no vive pendiente del qué dirán, ni en competencia con nadie, ni mu**to de envidia por lo que otros tienen, ni acomplejado por sentirse 'menos' que los demás, pues sabe que cada uno ha recibido los dones que Dios, en Su infinita sabiduría, ha determinado otorgarle de acuerdo a las particulares circunstancias que le permitirá vivir. Es feliz porque no se la pasa angustiado creyéndose un inepto, incapaz de salir adelante, pues sabe que Dios le ha dado y le seguirá dando cuanto necesite para enfrentar lo que sea, en el momento preciso. Es feliz porque no tiene problema en aceptar críticas o en admitir sus errores, pues conoce su propia fragilidad y pequeñez, pero conoce también que Dios pone siempre Sus ojos en lo pequeño y concede siempre Su abundante gracia a los humildes (ver Is 66,2; 1Pe 5,5).
Decía santa Teresa de Ávila que la humildad es ‘andar en verdad’, es decir no engañarnos a nosotros mismos: ni creernos lo máximo ni creer que no valemos nada, sino reconocer sencillamente lo que somos, y con la ayuda de Dios corregir lo malo y agradecer y hacer fructificar lo bueno.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Gracia oportuna”, Col. ‘Fe y vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p,. 127, disponible en Amazon).

DÍA DE AYUNO Y ORACIÓN POR LA PAZLO QUE DEBES SABERPor petición del Papa León XIV, que considera que la preocupante situ...
21/08/2025

DÍA DE AYUNO Y ORACIÓN POR LA PAZ
LO QUE DEBES SABER

Por petición del Papa León XIV, que considera que la preocupante situación lo amerita, este viernes 22 de agosto, debe ser un día de ayuno y de oración por la paz.

Por ello conviene que sepas lo siguiente:

¿En qué consiste un día de ayuno?

Hay quien acostumbra ayunar no consumiendo nada más que pan y agua, pero la Iglesia no exige algo tan estricto. Por ejemplo, en los dos días de ayuno que hay en el año litúrgico (Miércoles de Ceniza y Viernes Santo), lo que se acostumbra es consumir algo muy ligero en la mañana y por la noche, tan pequeño que no llegue a ser una comida completa. No se debe comer carne ni pollo, y la comida debe ser austera.

¿Por qué ayunar?

Entre otras, podemos considerar dos razones:

1. Tiene más peso nuestra oración si la acompañamos de una acción que nos cuesta trabajo, un sacrificio que podamos ofrecer a Dios como muestra de que realmente nos importa aquello que le estamos pidiendo.

2. En el Evangelio según san Marcos se narra una ocasión en la que los Discípulos de Jesús no pudieron realizar un exorcismo, es decir, no lograron expulsar un demonio que tenía poseído a un muchacho. Y cuando le preguntaron a Jesús por qué no habían podido, les respondió: “hay demonios que sólo salen a fuerza de oración y ayuno” (Mc 9, 29).

¿Quiénes están invitados a este ayuno?

Todas las personas que quieran participar, sean católicas o no. La Iglesia suele limitar la edad para participar en los ayunos litúrgicos (obliga sólo a partir de los 18 y hasta los 59 años), pero aun niños y ancianos pueden realizar algún tipo de ayuno, privarse de algo que les gusta, sin poner en riesgo su salud, y para ofrecérselo a Dios, por ejemplo, tomar agua simple en lugar de refresco u omitir el postre.

¿Qué hacer para responder a la invitación a orar?

Puedes pedir a Dios, con tus propias palabras, que reine la paz en cada corazón, en las familias, en las comunidades, entre las naciones. Pero se recomienda que te unas a otras personas, sea en tu familia o en tu parroquia, para orar juntos por la paz.

Pueden rezar el Santo Rosario. En este enlace puedes encontrar un “Rosario por la paz”:
www.ediciones72.com/detalle-oraciones.php?id=1347

Busca los Misterios Dolorosos, que son los que corresponden a este viernes. O bien, pueden rezar los 20 Misterios.

También pueden rezar la Coronilla de la Divina Misericordia bit.ly/1WvcsqS

¿La invitación del Papa es sólo para este viernes?

La jornada de ayuno y oración por la paz a la que nos invita el Papa es este viernes 22 de agosto, pero como la situación mundial está empeorando, debemos seguir orando intensamente por la paz, y no olvidar de acompañar nuestra oración con algún tipo de privación, sacrificio u obra de misericordia que ofrecerle al Señor.

"¿LE DICES SÍ O LE DICES NAAAA?"El niño chiquito no quiere comer el guisado. Su mamá corta unos pedacitos y le dice: ‘no...
16/08/2025

"¿LE DICES SÍ O LE DICES NAAAA?"

El niño chiquito no quiere comer el guisado. Su mamá corta unos pedacitos y le dice: ‘no te los vayas a comer, ¿eh?’, y entonces el chiquillo, pícaramente, se los come, y la mamá se lo celebra.
El papá llega a casa con un paquete misterioso, comenta que compró un libro, y le dice a su hijo adolescente: ‘no lo vayas a leer, eh?, no es para chavos de tu edad’, pero lo deja ahí, a la vista, en un estante. Tal como lo supuso, su hijo toma el libro a escondidas y lo lee. Es lo que quería el papá. Sabía que si se lo recomendaba no lo leería.
Tal parece que desde chicos nos vamos acostumbrando a hacer lo contrario a lo que nos piden. Y de grandes no nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer. Incluso hay quienes cuando se les propone algo, hacen lo opuesto, nada más para demostrar que ‘nadie los manda’.
Pero esta actitud que en el mundo tal vez pueda tener buen final, no lo tiene en la vida espiritual.
Hacer lo contrario a lo que Dios nos pide, nunca es buena idea.
Tenemos un ejemplo de esto en la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Jer 38, 4-6. 8-10), pero para entenderlo, no hay que conformarse con leer el texto que viene en el Misal, sino ir a la Biblia y leer lo que pasó antes y lo que pasó después.
En el capítulo anterior nos enteramos que el rey de Babilonia puso en Judá a un rey llamado Sedecías. El profeta Jeremías le anunció, de parte de Dios, que la ciudad sería invadida, y que no creyera que podría salir victorioso, que para salvar su vida y evitar que la ciudad fuera destruida, debía entregarse en manos de sus enemigos.
Era un consejo que iba contra la lógica de un rey como Sedecías, que sentía que había que hacer toda la lucha por ganar, y que muy probablemente lo podía lograr.
Los jefes que oyeron a Jeremías, quisieron matarlo, decían que sus palabras desmoralizaban a los guerreros que debían defender la ciudad. Es lo que narra la Primera Lectura. Dice que el rey los autorizó a hacer lo que quisieran con Jeremías y lo echaron en un pozo lodoso, donde hubiera mu**to de hambre si no es porque un oficial de palacio le dijo al rey que debían sacar a Jeremías del pozo, pues de todos modos iba a morir de hambre, ya que no había víveres en la ciudad.
El rey aceptó que sacaran del pozo al profeta y lo llamó para volver a consultarlo. Jeremías ya no le quería responder por temor a que lo matara si le daba malas noticias, pero como el rey insistió, el profeta le reiteró lo que le había dicho antes de parte de Dios: que si se entregaba a sus enemigos, salvaría su vida y la ciudad no sería incendiada, si no, no escaparía y la ciudad sería destruida.
En el capítulo siguiente al que leemos este domingo en Misa, leemos que la ciudad, en efecto, fue invadida, y que Sedecías y sus guerreros, en lugar de hacer caso de lo que Dios pidió, salieron huyendo. Por supuesto, tal como lo predijo Jeremías, fueron perseguidos, atrapados, muchos de ellos degollados, incluidos los hijos del rey; a éste lo dejaron ciego, a todos los deportaron a Babilonia, y la ciudad fue incendiada.
Y que nadie piense que Dios los castigó por desobedientes, porque no fue así. Él les advirtió con anticipación y les dijo lo que debían hacer, pero no le hicieron caso.
Así suele suceder con nosotros.
Con anticipación el Señor nos ha advertido lo que pasará si no obedecemos lo que nos pide, por ejemplo algo tan simple como cumplir los mandamientos. Nos ha advertido de las consecuencias del pecado, pero seguimos cometiéndolo con pleno conocimiento y consentimiento.
Hay un sacerdote norteamericano, que es muy conocido porque tiene millones de seguidores en su podcast de la Biblia en un año, y en el de el Catecismo en un año, así como por los estupendos videos en los que explica de manera breve y con mucha simpatía, lo que enseña la Iglesia). Es el padre Mike Schmitz, y tiene una magnífica definición de pecado. Dice que consiste en decir: ‘Dios: ya sé lo que quieres, pero yo quiero lo que yo quiero.’
En otras palabras, consiste en saber cuál es la voluntad de Dios y en lugar de decirle sí, decirle ‘naaaaa, tengo una idea mejor’. Pero ¿cómo vamos a creer que se nos pueda ocurrir algo mejor que a Dios? El pasaje bíblico que vimos hoy, y muchos otros, muestran, una y otra vez, que cuando hacemos lo que queremos en lugar de lo que quiere Dios, el resultado es siempre desastroso. ¿Por qué lo hacemos? Porque suele ser lo más fácil, lo que el mundo propone, lo que todos hacen, lo que parece más atractivo porque nos da placer o poder o aprobación de los demás, obtener muchos ‘likes’ y muchos seguidores en redes sociales e internet.
No es fácil mantenernos fieles al Señor en un mundo que nos empuja a no serlo. Hemos de ir a contracorriente y se nos acaban las fuerzas, caemos una y otra vez en la tentación de dejarnos llevar. Sólo con la gracia divina lo podemos lograr. Empecemos cada día pidiendo al Señor que nos ilumine para conocer y cumplir Su voluntad.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Dios a nuestro lado”, Col. ‘Reflexión dominical’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 110, disponible en Amazon).

"¡QUE NO SE APAGUE EL FUEGO!¿Cómo mantener el que se encendió en el Jubileo de los Jóvenes?"Si hubiéramos podido ver una...
14/08/2025

"¡QUE NO SE APAGUE EL FUEGO!
¿Cómo mantener el que se encendió en el Jubileo de los Jóvenes?"

Si hubiéramos podido ver una radiografía de cada corazón, hubiéramos visto que estaba en fuego, encendido de amor a Jesús, de devoción a María, de ganas de salir a anunciar al mundo que Cristo vive, de vivir a tope su fe católica.
Me refiero a quienes asistieron al Jubileo de Jóvenes celebrado en días pasados en Roma, y a los que vimos emocionados cantar, reír y echar sano relajo, pero también estar atentos a lo que les dijo el Papa, participar con devoción en la Misa, rezar el Rosario, confesarse, arrodillarse a adorar en absoluto silencio a Jesús en el Santísimo Sacramento.
Y no podemos menos que preguntarnos qué será de todos ellos que han regresado ya a sus países, a sus comunidades. ¿Cómo hacer para que no se apague ese fuego que se encendió en sus corazones?
Se preguntó esto a algunos de ellos y a quienes tienen a su cargo pastoral juvenil en sus parroquias. Y dieron varias sugerencias, de las que cabe destacar cinco que ojalá puedas proponer en tu comunidad:

1. VELADA JUVENIL

Hay quien dice que para atraer a los jóvenes a Misa, hay que amenizarla con música de rock o teatro o videos, para que se parezca más a las asambleas de los protestantes, que atraen a mucha gente. Es un error. La Misa está estructurada, de principio a fin, para que salgamos de lo ordinario, de lo cotidiano, y entremos al ámbito de lo divino, de lo trascendente, para encontrarnos con Dios, reconciliarnos con Él, escuchar Su Palabra, presenciar el momento extraordinario en que se hace realmente Presente en el altar, adorarlo y recibirlo en la Eucaristía. ¡Sólo en Misa sucede esto! Para atraer a los jóvenes no hay que banalizarla y convertirla en espectáculo mundano, sino ayudarlos a entender lo trascendente que sucede en ella, y procurar que sea celebrada con auténtica devoción.

Ahora bien, no en Misa, sino fuera de ella, sí es importante, incluso urgente, que haya espacios para jóvenes en los que se les ofrezca lo mismo que se les ofreció en el Jubileo y puedan cantar, bailar, reflexionar, orar y disfrutar de una buena camaradería.
He aquí una propuesta concreta:
Que al menos una vez a la semana, quizá el sábado después de que terminaron las Misas, por ejemplo de 9pm a 10pm, haya en la parroquia o en uno de sus salones una velada juvenil en la que no falte lo siguiente:

Música
Hay muchos cantantes católicos en las iglesias que se limitan a cantar los cantos litúrgicos en Misa, pero que estarían felices de poner compartir cantos que han escrito o que conocen y que en Misa no vienen al caso, pero en otro momento sí. Sería estupendo contar con solistas, bandas y grupos de música católica, del género que sea, que toquen en las veladas juveniles para que los jóvenes canten, bailen, disfruten alabando a Dios al ritmo de la música que más les gusta.

Buena prédica
Que alguien que tenga verdadera facilidad de palabra y sepa transmitir un mensaje que le llegue a los jóvenes, (puede ser sacerdote, o una persona laica) dé una buena y breve charla, de preferencia sobre algún tema de apologética, es decir, explicación y defensa de la fe, para que los jóvenes sepan cómo responder cuando los cuestionan sus amigos y profesores no creyentes.

Oración y adoración
Que después de la prédica haya un momento de oración, de preferencia ante el Santísimo Sacramento. Dar oportunidad a los jóvenes de estar ante el Señor, realmente Presente en la Eucaristía, adorarlo, dejarse amar por Él, sentirlo cercano.

Confesión
A los jóvenes les suele dar pena formarse en la fila de confesión durante la Misa, pero en el Jubileo se sentían a gusto formados entre jóvenes. Si hubiera un confesor disponible durante la velada juvenil, de seguro lo aprovecharían.

Convivio
Que al terminar la velada juvenil haya café y donas o refresco y pizza, algo que a los jóvenes puedan compartir durante un rato de convivencia en la que puedan platicar, conocerse, hacerse amigos. Tal vez algunos sólo asistan por la comida, no importa, es un comienzo, el Señor se vale de lo que sea para atraer a todos hacia Él.

2. GRUPO DE ORACIÓN

Que los jóvenes puedan reunirse una vez a la semana, a hacer Lectio Divina, es decir, leer, meditar la Palabra de Dios, y orar en respuesta a lo leído, y también pedir por las intenciones de unos y otros.
Pueden también formar un círculo de oración por teléfono en el que se envíen mensajes para pedir orar por unos y otros.
También pueden juntarse a rezar el Rosario por sus intenciones. Descubrir juntos el amor maternal de María.
Todo esto les hará valorar y aprovechar el increíble poder de la oración.

3. CLUB DE LECTURA

Los jóvenes son capaces de leer textos muy densos en la universidad, pero cuando se trata de su fe, se quedaron con los manualitos del catecismo infantil. Es importante que conozcan las obras riquísimas de los Padres de la Iglesia, los santos, los Doctores de la Iglesia, los Papas, los documentos vaticanos, etc.
Puede organizarse un pequeño grupo que acuerde leer un libro y reunirse a comentarlo cada semana. Esto además de darles un sentido de comunidad, les permite descubrir que la fe no es, como algunos ateos creen, para tontos o para ignorantes, sino todo lo contrario. Y además los hará crecer en su conocimiento y amor de la doctrina católica.

4. GRUPO DE BIBLIA

Hay jóvenes que tienen la equivocada idea de que leer la Biblia es aburrido, porque alguna vez la han abierto, hojeado, y no han entendido nada. Por ello vale la pena crear un espacio en el que puedan reunirse, una vez a la semana, a leer y meditar la Palabra de Dios. Tal vez incluso participar en un curso bíblico. Hay que ayudarles a descubrir cómo la Palabra es, como dice el salmista, “lámpara para sus pasos y luz en su sendero.”

5. MISIONEROS

Los jóvenes son muy altruistas, muy entregados a causas justas. Una manera de canalizar su deseo de servir y de ayudar, es organizando un grupo que una vez a la semana realice una labor en favor de los necesitados. Puede ser que visiten un asilo, una casa hogar, un hospital, o hagan labor de repartir comida o cobijas a indigentes en situación de calle, o ayudar a pintar o construir viviendas. Las posibilidades son incontables, pues la Iglesia Católica es la organización que más ayuda da en todo el mundo, sin tomar en cuenta situación social, racial, económica, política, etc.
Poder ayudar en las obras de la Iglesia les hará sentirse contentos de pertenecer a ella, que hace tanto bien, y a la vez los acostumbrará a ejercer la caridad, que es amor que se expresa en obras, bien concreto que se hace a los demás.

Son sólo 5 sugerencias, hay muchísimas otras. ¿Se te ocurren algunas? ¡Te leemos!
Por favor compártelas en los comentarios

"POR LA FE"¿Qué cosa inesperada, aparentemente insensata, fuera de toda lógica y hasta ridícula estarías dispuesto a hac...
10/08/2025

"POR LA FE"

¿Qué cosa inesperada, aparentemente insensata, fuera de toda lógica y hasta ridícula estarías dispuesto a hacer si Dios te pidiera que la hicieras?
Y si preguntas: 'ay, pero ¿es que Dios puede pedir que haga algo así?’, te respondería: ¡claro!, ¡es Su especialidad! Y antes de que alguien crea que estoy diciendo una irreverencia, que le eche un ojo al texto completo del cual está tomada la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Heb 11, 1-2.8-19).
Ahí el autor hace un recuento de cosas locas y raras que a petición de Dios hicieron diversos personajes del Antiguo Testamento.
Por ejemplo, recuerda a Noé que, porque Dios se lo pidió, se puso a construir nada menos que una inmensa arca para sobrevivir un diluvio cuando no había ni trazas de lluvia (ver Heb 11, 7). A Abraham, que ya muy viejito dejó su patria, casa y comodidades y, porque Dios se lo pidió, emprendió una aventura incierta pues salió "sin saber a dónde iba" (Heb 11, 8). Y luego, de nuevo, porque Dios se lo pidió, estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo querido, del que esperaba que se cumpliera la promesa divina de tener una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo (ver Heb 11,17-18). A Moisés, que, porque Dios se lo pidió, se volvió líder de un pueblo muy difícil, y se las vio negras para sacarlo de la esclavitud y conducirlo por el desierto (ver Heb 11,27.29).
Basten estos ejemplos para que quede claro que sí, Dios suele pedir cosas inesperadas, aparentemente insensatas y fuera de toda lógica, pero que nadie se quede con la errada impresión de que lo hace por diversión o para ver hasta dónde somos capaces de llegar. No. Él pide sólo lo que desde Su punto de vista, infinitamente sabio, amoroso y superior al nuestro, ve que es lo que más conviene.
Si seguimos el desarrollo de las historias de los personajes antes mencionados, vemos que la construcción del arca salvó de perecer ahogados a Noé, a toda su familia y a los animales que los acompañaban; que dejar su patria y estar dispuesto a cumplir hasta el extremo la voluntad de Dios, le permitió a Abraham recibir con creces lo que Dios le había prometido; y que el penoso peregrinar de Moisés con el pueblo por el desierto valió la pena, pues éste logró llegar a la tierra prometida.
De todo lo anterior se deduce que por más inesperado o ilógico que en un momento dado pueda parecernos lo que nos pide Dios, es sin lugar a dudas lo más sensato que podemos hacer, aunque no siempre eso nos quede muy claro, sobre todo cuando estamos en el momento de la decisión y nos sentimos confundidos, enfrentamos oposición o críticas y nuestra seguridad empieza a flaquear.
Podemos imaginar cómo se habrá sentido Noé ante la burla de sus amigos y vecinos cuando bajo un cielo azul comenzó a edificar un barcote en un lugar en el que no sólo no llovía, y a nadie se le ocurría que pudiera llover tanto como para que todo se inundara, sino ni siquiera quedaba cerca el mar.
Podemos imaginar las discusiones que tuvo Abraham con su esposa y su gente cuando planteó que tenían que dejar todo e irse quién sabe a dónde; y ni hablar de lo que le habrá dolido percibir lo que pensó de él su hijo Isaac cuando lo ató a la leña decidido a sacrificarlo y alcanzó incluso a levantar el cuchillo.
No, no fue fácil para todos ellos obedecer lo que Dios les pidió. Cabe preguntar entonces, ¿por qué lo hicieron? El autor bíblico nos lo dice una y otra vez, como un estribillo que se repite al inicio de todos esos párrafos del capítulo once de la Carta a los Hebreos: 'Por la fe'.
Fue la fe de Noé, la de Abraham, la de Moisés la que los movió a realizar aquello que Dios les pidió. Y aquí vale la pena hacer un alto para examinar qué significa la fe.
No es tener un conocimiento intelectual, tener la 'idea' de que existe Dios y ya, pues eso no impulsa a nadie a actuar. No es una autosugestión de que todo saldrá como queramos, pues muchas veces a pesar de la fe las cosas resultan al revés de lo esperado. No es un salto al vacío, pues aunque no siempre sepamos a dónde conducirá lo que nos pide, sí sabemos que Aquel que nos lo pide nunca nos dejará caer. No es ausencia de dudas, pues uno puede tener fe aunque no sepa todas las respuestas.
Entonces ¿qué es la fe? Si hubiera que dar una definición sencillísima, sería ésta: La fe es decirle 'sí' a Dios. Es responder afirmativamente a un Dios que toma la iniciativa, que te busca y te invita a decirle 'sí' a aquello que te propone aunque sea inesperado o te suene ilógico, porque tienes la certeza de que si te lo pide es porque te conviene.
De esta definición se deduce que no es posible tener fe y quedarse en las mismas, pues la fe necesariamente te saca de la inercia, te lanza de tu comodidad, te mueve a hacer cosas aunque éstas no te suenen ya no digamos lógicas, ni siquiera agradables: hacer un favor a quien nunca te los hace; decir algo bueno de alguien al que todos critican; salirte de ese ambiente que te ha parecido divertido pero que no deja nada positivo en tu alma; perdonar a quien no se lo merece; renunciar a ese asunto atractivo pero chueco; iniciar un proyecto para ayudar a otros, sin contar quizá con todo lo necesario; aceptar un puesto, un apostolado, para el que sientes que no te has preparado.
¿Es arriesgado tener fe? Sí y no. Sí porque nunca sabes con qué te va a salir Dios, qué te pedirá la próxima vez, y no porque no hay ningún riesgo en cumplir la voluntad de Aquel que por amor te creó y por amor te pide sólo aquello que va a resultar infinitamente mejor de lo que jamás pudieras atreverte a esperar.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Gracia oportuna”, Col. ‘Fe y vida’ vol. 4, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 117, disponible en Amazon).

"AVARICIA"En el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 12, 13-21), Jesús nos pide: "Eviten toda clase de...
03/08/2025

"AVARICIA"

En el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 12, 13-21), Jesús nos pide: "Eviten toda clase de avaricia".
¿Qué es la avaricia? Se la suele definir como el 'deseo desordenado de tener más de lo necesario'. ¿Qué significa esto? Examinémoslo por partes:
'Deseo desordenado'
Es decir, un afán exagerado y que no es conforme a la voluntad de Dios.
Deseo desordenado de 'tener'.
Incluye tanto el buscar tener como el querer conservar a toda costa lo que se tiene.
‘Más de lo necesario', es decir, en exceso, de sobra, mucho más de lo que realmente se requiere o se puede aprovechar.
Generalmente asociamos el término 'avaricia' con dinero; quizá pensamos en Scrooge, aquel personaje de Dickens que era tremendamente rico y tacaño, o tal vez alguien recuerde, de las tiras cómicas del siglo pasado, a un millonario, tío del pato Donald, que se llamaba Rico McPato y tenía un cuarto hasta el tope de monedas de oro en las que le gustaba sumergirse con frecuencia.
Pero no se refiere sólo a la avaricia de dinero la advertencia que leemos en el Evangelio. Es interesante hacer notar que el Señor habla de "toda clase de avaricia", como quien dice, que puede haber de muchas clases.
Eso significa que no hemos de quedarnos tranquilos pensando que no somos avaros porque carecemos del deseo desordenado de tener más y más dinero. Tal vez hemos caído en otros tipos de avaricia. Por ejemplo: avaricia de afecto: cuando buscamos afanosamente caer bien, que nos quieran más y más, y hacemos cualquier cosa para conseguirlo; avaricia de poder, cuando pasamos por encima de quien sea para ocupar un sitio destacado en la familia, en la comunidad, en la escuela o el trabajo, y nunca nos creemos suficientemente reconocidos; avaricia de bienes materiales, cuando caemos en el consumismo y somos capaces de endeudarnos con tal de seguir comprando cuanto se nos antoja. Puede haber incluso avaricia espiritual, que nos mueve a inscribirnos en cuanto curso, taller o retiro podemos, pero sólo para acumular y acumular enseñanzas que a veces ni practicamos ni compartimos.
La lista podría seguir, incluir avaricia de tecnología, de títulos, de éxitos, pero basten esos ejemplos para mostrar que hay más avaros de lo que parece. Y es que el mundo nos empuja a la avaricia. Evitarla implica esforzarnos, ir a contracorriente, y tal vez nos preguntamos: ¿vale la pena? ¿Qué riesgo hay en la avaricia y por qué el Señor nos pide que la evitemos?
Hallamos respuesta en la Primera Lectura que se proclama en Misa este domingo (ver Col 3, 1-5.9-11). Dice San Pablo que la avaricia es "una forma de idolatría", es decir que los avaros son, en cierta medida, idólatras que tienen como dioses esos bienes por los cuales se afanan. Pero sólo hay un Dios y si en lugar de poner en Él nuestra confianza la ponemos en algo, defraudamos a Dios (recordemos que la avaricia aparece en la temible lista de pecados capitales) y también nos defraudamos a nosotros mismos, porque, aunque el mundo que nos empuja a la avaricia no lo crea, es verdad lo que dice Jesús en el Evangelio: "la vida del hombre no depende de la abundancia de bienes que posea".

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “La mirada de Dios”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 115, disponible en Amazon).

"¿QUÉ HACEN LOS QUE HACEN ORACIÓN?"Hace años cuando oía que alguien hablaba de 'hacer oración' no entendía a qué se refe...
27/07/2025

"¿QUÉ HACEN LOS QUE HACEN ORACIÓN?"

Hace años cuando oía que alguien hablaba de 'hacer oración' no entendía a qué se refería, porque eso de 'hacer' me sonaba a cosa práctica, como hacer pan o hacer una casa, pero yo veía que los que oraban no 'hacían' nada aparente, más bien se quedaban sentados o arrodillados, inmóviles, en silencio y a veces hasta con los ojos cerrados, así que me preguntaba: ¿qué quieren decir con eso de 'hacer oración'? y más aún, ¿cómo se hace eso?
Encontré una respuesta en algo que dijo Santa Teresa de Ávila: que orar es hablar de amor con Aquel que sabemos nos ama. ¡Así de simple! Eso quiere decir que hacer oración es construir nuestra relación con Dios, una relación en la que ya vamos 'de gane' porque de antemano lo tenemos conquistado, pues sabemos que nos ama, que, como dice San Juan: “Dios nos amó primero” (1Jn 4,19), como decía el Papa Francisco: Dios nos ‘primereó’. Viene a la mente la imagen de dos novios sentados en una banca del parque, que se miran a los ojos y platican quedito. Aparentemente no están haciendo algo útil, y sin embargo están haciendo ¡mucho!, están construyendo su noviazgo, conociéndose mutuamente. De igual modo, la oración es un medio indispensable para alimentar y mantener una estrecha comunicación amorosa con Dios.
En el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 11, 1-13), dice que Jesús estaba orando y los Apóstoles se esperaron a que terminara y luego le pidieron que los enseñara a orar.
Es muy interesante que San Lucas nos haga notar que no lo interrumpieron. Seguramente no lo dice para mostrarnos la cortesía de los Apóstoles (no suele hacer este tipo de comentarios: 'cuando Jesús entró se pusieron de pie', 'cuando salió lo dejaron pasar primero por la puerta'). Más bien esta frase nos hace pensar que los Apóstoles no se atrevieron a interrumpir a Jesús porque habían percibido que sucedía algo extraordinario cuando Jesús oraba, y no me refiero a que le salieran rayos de la cabeza, como lo pintan en las estampitas, sino a que de la oración extraía la fortaleza, la capacidad de enfrentar con paz y alegría esas jornadas tremendas y agotadoras en las que se veía continuamente rodeado y apretujado por multitudes ávidas de escucharlo, de tocarlo, de pedirle milagros, y a las que siempre atendía con paciencia y con misericordia.
La oración, el contacto con el Padre lo sostenía e iluminaba y por eso siempre se daba tiempo para orar. No es pues de extrañar que los Apóstoles le pidieran: “enséñanos a orar”, es decir, enséñanos a tener eso que tienes Tú, esa relación especial con Dios, esa fuente de la que extraes tanta riqueza...
¿Cómo respondió a esto Jesús? En primer lugar vemos que les enseñó el Padre Nuestro, pero ¡ojo! no lo hizo para que lo recitaran, sino para que lo vivieran, para que aprendieran a descubrirse hijos del Padre más amoroso; para que se sintieran comprometidos a construir el Reino; para que no se atrevieran a pedir ser perdonados si no perdonaban; para que ante toda dificultad aprendieran a poner su mano en la mano del Padre.
Jesús les dio esta oración no para que se contentaran con repetirla, sino para que fuera una guía con base en la cual construyeran su relación de amor y confianza con el Padre.
Y después ¿qué hizo? Los invitó a perseverar en la oración.
Es que sabía que la gente se desanima pronto cuando se trata de orar. ¿Cuál es la razón de este desánimo? Se realizó una pequeña encuesta sobre oración y a quienes respondieron que hacía tiempo habían dejado de orar se les preguntó por qué.
Unos dijeron que porque no 'sentían' nada cuando oraban. Seguramente habían acudido a la oración en espera de vivir sensaciones sobrenaturales y cuando pasó el tiempo y no sucedió nada, se decepcionaron.
Otros dijeron que no se había cumplido lo que pidieron. En un mundo en el que todo sucede de inmediato: oprimes un botón y se enciende un aparato; marcas un número en el teléfono y en seguida te comunicas con alguien, resulta desesperante para algunos orar pidiendo algo y no ver resultados instantáneos.
Detrás de las razones de unos y otros está un concepto equivocado acerca de la oración.
El que ora no debe hacerlo para ver si levita o le cae el rayo de las once, o sólo porque espera obtener al instante lo solicitado. Orar es sobre todo querer entrar en diálogo, no en monólogo, con Dios; hablarle sí, de todo lo que nos pasa, nuestros sueños y dificultades, pero también aprender a escucharlo, percibir la manera como responde. Orar es permitir que el Señor nos dé Su Luz y nos lleve por Sus sendas. Orar es dejar que el Señor siembre Su amor en nuestro corazón.
Si no oramos ¿cómo estrecharemos nuestra amistad con Él?, ¿cómo aprenderemos a reconocer Su voz?, ¿cómo confiaremos en Su Palabra?, ¿cómo nos daremos cuenta de que en todo interviene para bien?
Como se ve, hacer oración no es lo mismo que no hacer nada, todo lo contrario. En primer lugar es imitar y obedecer a Jesús, pero además implica edificar, día con día, en tu corazón, un espacio privilegiado para tu cita íntima y amorosa con Dios, tu enamorado.

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga: “Vida desde la Fe”, Col. ‘Fe y Vida’, vol.. I, Ediciones 72, México, p.169, disponible en Amazon)

NOTA:
Si sientes que necesitas aprender a orar o mejorar tu oración participa en uno de los Talleres de Oración y Vida (TOV), fundados por el padre Ignacio Larrañaga, que se imparten dos veces al año en parroquias, capillas, escuelas, conventos, centros de espiritualidad, etc.
En alrededor de catorce sesiones de dos horas una vez por semana te enseñan y animan a practicar diversas maneras de orar para que descubras cuáles te sirven más a ti para estrechar tu relación con Dios. Una experiencia que sin duda seguirás aprovechando ¡el resto de tu vida!
El próximo comienza la segunda semana de agosto. ¡Estás a tiempo! (Busca en Google dónde será el más cercano a tu domicilio, o pregunta si habrá uno en tu iglesia).

OTRA NOTA:
Sobre el tema que toca el Evangelio dominical, me atrevo a recomendarte dos libros míos: “Para orar el Padre Nuestro”, que va desglosando cada frase de esta oración, con sencillas explicaciones y propuestas de reflexión. Y “¿Qué hacen los que hacen oración?” que en pocas páginas responde a las preguntas: ¿Qué es la oración? y ¿cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué orar? Puedes conseguirlos en Amazon, sea como libros impresos o electrónicos.

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