30/10/2024
El Callejón del Diablo
En las estrechas y empedradas calles de Guanajuato, llenas de colores vibrantes y leyendas, existe un pasaje oscuro que los habitantes conocen como el Callejón del Diablo. Este lugar, escondido entre los callejones de la ciudad, tiene una historia que ha sido contada por generaciones y que aún causa temor entre los lugareños. Dicen que una noche, si te atreves a cruzarlo solo, podrías encontrarte cara a cara con una presencia que busca cumplir antiguos pactos… y siempre está en busca de nuevas almas.
La leyenda comenzó hace muchos años, cuando un hombre llamado Tomás, conocido en Guanajuato como alguien ambicioso, llegó al callejón una noche buscando hacer un trato. Tomás soñaba con tener riquezas y poder, pero su situación económica y social siempre le había dejado insatisfecho. Había oído rumores de que en ese oscuro callejón, los desesperados podían encontrar lo que buscaban… aunque a un precio alto. Motivado por su codicia, decidió investigar y llegó al lugar justo cuando la noche caía, envuelto en una neblina inquietante.
El callejón estaba en silencio, y el aire se sentía pesado, como si una presencia invisible observara cada uno de sus pasos. Avanzando lentamente, Tomás comenzó a sentir que no estaba solo. De repente, el eco de sus pasos desapareció y una figura oscura se materializó frente a él. Era un hombre alto, vestido de negro, con ojos rojos que brillaban en la penumbra. Su rostro era pálido, como de piedra, y sus labios esbozaban una sonrisa fría y perturbadora.
—¿Buscas algo, Tomás? —dijo el hombre, en una voz grave y profunda que resonaba en el callejón.
Sorprendido, Tomás retrocedió, pero no tenía escape. Aquel ser conocía su nombre, y aunque temía lo que estaba por suceder, su codicia fue más fuerte. Temblando, Tomás murmuró:
—Quiero riqueza… y poder. Estoy dispuesto a dar lo que sea necesario.
El hombre de negro soltó una carcajada que heló la sangre de Tomás. Luego, extendió una mano y le ofreció un anillo oscuro, con una piedra roja en el centro que parecía latir como si tuviera vida propia.
—Este anillo te otorgará lo que deseas. Pero recuerda: lo que el Diablo da, siempre se cobra… y tarde o temprano, vendré a pedirte tu alma como pago.
Tomás, cegado por la promesa de riquezas, aceptó el anillo sin dudarlo. Apenas se lo colocó, una ola de calor recorrió su cuerpo, y, al mirar sus manos, vio cómo sus dedos parecían manchados de sangre que desaparecía poco a poco, dejando solo el anillo brillante en su dedo. Cuando levantó la vista para ver al extraño, este había desaparecido en el aire, dejando el callejón en un silencio aterrador.
Con el tiempo, la vida de Tomás cambió drásticamente. Pronto se convirtió en uno de los hombres más ricos de Guanajuato. Sus negocios prosperaban y la gente murmuraba que tenía una suerte sobrenatural. Sin embargo, también notaban que su aspecto se volvía cada vez más sombrío; su piel perdía color y, aunque obtenía todo lo que deseaba, sus ojos parecían vacíos y carentes de paz. Había vendido su alma al Diablo, y el precio comenzaba a pesarle.
Una noche, al mirar su reflejo, Tomás notó que el anillo se había vuelto más oscuro, como si el rojo brillante hubiera desaparecido, dejando una piedra negra y fría. De repente, recordó la advertencia del hombre en el callejón: “Vendré a pedirte tu alma como pago”.
Preso del pánico, corrió al Callejón del Diablo, esperando encontrar al misterioso ser para pedirle más tiempo. Pero al llegar, lo único que encontró fue un frío absoluto y un eco de sus propios pasos resonando en la oscuridad. Mientras avanzaba, la sombra de una figura conocida comenzó a materializarse al final del callejón: el mismo hombre de negro, quien lo esperaba con una sonrisa inquietante.
—Es hora, Tomás —dijo el hombre en un susurro que resonó como un trueno.
Tomás intentó retroceder, pero sus pies parecían pegados al suelo. Una neblina oscura comenzó a envolverlo, y sintió cómo su cuerpo se debilitaba, como si el anillo le estuviera robando la vida. En un último intento desesperado, gritó, pero su voz fue absorbida por el silencio del callejón.
Desde aquella noche, nadie volvió a ver a Tomás. Sin embargo, la gente cuenta que su alma sigue atrapada en el Callejón del Diablo, y que, en noches oscuras, si alguien camina solo por ahí, puede escuchar susurros y gemidos de alguien pidiendo ayuda. Algunos incluso dicen que han visto una figura de ojos rojos, con una sonrisa cruel, acechando a aquellos que se acercan al callejón con deseos de poder y riqueza.
La leyenda del Callejón del Diablo se ha convertido en una advertencia para los habitantes de Guanajuato: el Diablo siempre cumple sus pactos, y quienes se atreven a buscarlo… pueden perder mucho más que su alma.