07/08/2025
🩸 “El Pasillo 27”
(Creepypasta original por Leyendas y Asesinos)
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Mi nombre es Gerardo. Nunca he contado esto porque temo que me tomen por loco… pero si alguien ha visto algo parecido, necesito saber que no fui el único.
En 2008, trabajaba como guardia nocturno en un hospital abandonado en las afueras de Tampico. Era el turno más tranquilo: nadie entraba, nadie salía. Solo vigilancia de rutina y rondas cada hora.
Una noche de noviembre, cerca de las 3:17 a.m., la radio que usábamos para comunicarnos con la otra caseta se encendió sola.
Chilló con estática, y luego una voz susurró:
—Pasillo veintisiete…
Lo raro es que ese hospital solo tenía 25 pasillos.
Pensé que era una broma, pero por protocolo tomé la linterna y salí a verificar.
Los pasillos eran fríos y húmedos, el eco de mis pasos me acompañaba.
Todo normal, hasta que pasé junto al antiguo quirófano. Ahí, la linterna parpadeó y se apagó por un segundo.
Cuando volvió… había una puerta donde antes solo había una pared blanca.
Arriba decía:
“P. 27 – Psiquiatría cerrada”
Yo sabía que esa área nunca existió.
Contra toda lógica, empujé la puerta. Un olor a desinfectante podrido me golpeó la nariz.
Las paredes estaban llenas de garabatos escritos con uñas, y había camillas oxidadas pegadas al piso con algo viscoso y oscuro.
Fue entonces cuando vi al primer paciente.
Estaba sentado en una esquina. Tenía los brazos cruzados, como si se abrazara, y se balanceaba de adelante hacia atrás.
—¿Está usted bien? —pregunté.
Sin responder, se puso de pie. No tenía ojos. Solo huecos negros y sangrantes.
A su lado, otro paciente salió gateando desde debajo de una camilla… y otro más desde una rejilla del aire.
Me di la vuelta, pero la puerta ya no estaba. Solo un pasillo largo, interminable, que no reconocía.
Corrí. Corrí como si algo me persiguiera —y juro que lo hacía—. Voces gritaban mi nombre desde todas partes.
—Gerardo… Gerardo… ¿por qué volviste?
Desperté en el hospital general tres días después.
Me dijeron que me encontraron inconsciente en el sótano del edificio viejo, con signos de hipotermia, uñas rotas y deshidratación.
Nadie pudo explicar cómo entré ahí.
Un año después, el hospital fue demolido.
Nunca encontraron la puerta del Pasillo 27.
Pero cada noviembre, exactamente a las 3:17 a.m., recibo una llamada desde un número oculto.
Nadie habla… solo hay estática y una voz que susurra:
—Pasillo… veintisiete…