14/06/2025
Que todas esas bandas ahora se empiecen a vender como modelos nuevos, novedosos, disruptivos —porque claro, todo lo “nuevo” viene con etiqueta de fresco aunque huela a rehecho—, pero bueno, aquí seguimos, ¿no? Aquí está esto, aquí estamos, ¿y qué es esto? Pues justo eso.
Yo, la neta, estoy bien a gusto con esa canción. La semana pasada me di el lujo de prestarle mucha atención a esos discos raros, bruscos, empolvados en mi egoteca personal, esos que nadie pela porque no están en las playlists de gimnasio ni suenan a fondo en las stories con filtros de perrito. Esos discos sí merecen un punto de vista más allá, más ajeno a lo que está escrito en las redes, más lejos de las dictaduras del algoritmo, más allá de esas canciones “poderosas” de reggaetón que prometen mover el cuerpo pero te dejan el cerebro parqueado.
Todo este rollo va más conectado con ese traslado de la mente onírica, donde las cosas suenan sin necesidad de aprobación instantánea. Vamos a dejar que esto fluya, que esto suene como tiene que sonar. Y si usted, sí, usted, decide prestarle atención a lo que estamos poniendo hoy, pues déjelo que se le meta, déjelo que le haga ruido. Esto es para usted, para su comunidad que todos los días se ahoga en tanto contenido y que —vamos, aceptémoslo— necesita más atención de la que cree.
Así que vamos a ver qué pasa.
Esa bandota, la verdad, me recuerda mucho a ese movimiento que todos juran haber descubierto por ahí de los años 2000, bien revuelto, una mezcolanza de metal con rock and roll, pero pesado, ya sabes, ese estilo a lo Pantera, a lo Kyuss, y muchas cosas “verdaderas”, según los expertos de YouTu...