25/07/2025
Durante años, quienes viven o transitan por ciertas calles de Escobedo, Nuevo León, México; conocieron una imagen entrañable: un hombre mayor pedaleando su triciclo de elotes, y a su lado, trotando con paso firme, un perrito delgadito de color café claro que respondía al nombre de Huesos.
Huesos acompañaba a Don Lencho desde muy temprano, sin importar el calor, la lluvia o el frío. Recorrían juntos calle por calle y al finalizar el día, Don Lencho siempre pasaba a la farmacia a comprarle sus croquetas. Ese pequeño gesto hablaba de lo mucho que significaban el uno para el otro.
Pero esta historia que tantas veces sacó sonrisas, hoy se convierte en una despedida que duele. Hace unos días, mientras realizaban su recorrido habitual, un hombre soltó a su perro sin supervisión. El animal atacó a Huesos con tal fuerza que no hubo forma de quitárselo. Aunque hubo quienes quisieron ayudar, ya era demasiado tarde.
Huesos a pesar de recibir ayuda veterinaria, partió.
Murió en la calle que tantas veces caminó con alegría. Murió haciendo lo que siempre hizo: acompañar.
Murió sin deberle nada a nadie, más que cariño.
Su partida dejó un silencio difícil de ignorar.
Hoy, Don Lencho sigue recorriendo las mismas calles… pero ya no va igual.
Su triciclo sigue avanzando, pero ahora lo hace sin esa sombra fiel que lo seguía a cada paso.
Ahora va solo. Va triste. Va extrañando al amigo que por más de una década le fue leal como pocos.
Historias como la de Huesos no aparecen en los titulares, pero merecen ser contadas.
Porque hay perritos que, sin tener nada, lo dan todo.
Y porque perderlos así, por irresponsabilidad humana, debería dolernos a todos.
Descansa en paz, Huesos.
Tu historia se queda con nosotros.