19/08/2025
Verdades
SABINA BERMAN Y BEATRIZ GUTIÉRREZ EN EL AEROPUERTO DE MINATITLÁN
Cuenta Sabina Berman en su columna de hoy en El Universal un encuentro con Beatriz Gutiérrez Müller: “Empezó hace dos meses. Una foto del hijo menor de AMLO, Jesús Ernesto, en una discoteca de España, dio pie para que la prensa aseverara que estudiará en ese país la carrera de Derecho. Luego vino “la noticia” de que su madre, la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, había pedido la nacionalidad española, y también se mudaría a España, para estar cerca de su hijo.
Por fin el recién pasado fin de semana, “la noticia” eclosionó con nuevos “datos”.
El sábado 16 de agosto, dos periódicos españoles dieron “la primicia”. Según el ABC español, Beatriz había comprado una mansión en la aristocrática colonia La Moraleja. Ahí, aseguró el ABC, ya reside.
O como publicó “un periodista” mexicano:
“Beatriz se ha instalado en La Moraleja, uno de los barrios más exclusivos de la capital ibérica, donde viven estrellas del deporte y el espectáculo como David Beckham, Sergio Ramos y Richard Gere.”
Y el domingo aparecieron varias sesudas piezas de opinión, yo conté seis, criticando la “decisión” de Beatriz; así como varias caricaturas mofándose de ella; amén de que en las redes se le criticó todo el santo día.
Bueno, mientras tanto, este pasado domingo, Beatriz Gutiérrez Müller estaba en el aeropuerto de Minatitlán, Veracruz, con su hijo Jesús Ernesto.
Venían de Villahermosa, donde atendieron con el expresidente López Obrador y sus otros hijos el bautizo de un nuevo nieto, y luego tomaron el vuelo 1525 de Aeroméxico a la CdMx.
Lo primero que me sorprendió fue distinguir desde lejos a Beatriz y a su hijo sentados a una mesita de la única cafetería del aeropuerto, conversando animadamente entre sí.
Lo segundo que me sorprendió fue que estuvieran sin guardaespaldas ni asistentes, sin ningún personal de servicio, como estilan llevar otros personajes famosos.
--Hola Beatriz –me acerqué, iba yo con Laura Esquivel, la autora de Como agua para chocolate.
Beatriz se alzó de la silla muy sonriente para saludarnos. Iba en vaqueros y tenis. Sin maquillaje. El pelo rubio rizado.
--Debías estar en tu nueva mansión de Madrid –le dije.
Se carcajeó:
--¿Mi “mansión” de Tlalpan? --: colocó el tono irónico en la palabra mansión.
--Sí, tu mansión de Tlalpan, Madrid.
--Sí, debería cambiar los letreros de la calle donde vivo en Tlalpan, para ponerle abajo: Madrid, España.
Nos sentamos los cuatro alrededor de la mesita de la cafetería. Les pregunté a ella y a Jesús:
--Ya en serio, ¿cuándo se mudan a Europa?
--Todo es mentira –me informó el joven, el pelo negro, camiseta y vaqueros negros.
--¿TODO es mentira? –le insistí.
--Todo es inventado –replicó él.
No, no está matriculado en una “universidad española”. Sino en una de la CdMx, donde estudiará relaciones internacionales, porque quiere ser diplomático.
Y no, tampoco Beatriz se mudará a ningún país extranjero. Simplemente no hay tal mansión en La Moraleja.
Beatriz y yo compartimos un vicio. Fumar. Salimos del aeropuerto a fumarnos sendos ci****os.
De nuevo me sorprendió la falta de aparato de asistentes y guardaespaldas: ahí estábamos fumando en la acera, como cualquier par de señoras fumadoras. Varios grupos pasaron a nuestro lado y no nos miraron dos veces.
Le pregunté sobre la cifra que publicó el INEGI la semana pasada: en el sexenio de Andrés Manuel salieron de la pobreza 13.4 millones de mexicanos.
--Andrés ya estaba esperando que el INEGI publicara los resultados –me contó--, porque algo es que apliques una política pública para sacar de la pobreza a mucha gente, y otra cosa es saber de cierto cuántos sí salieron.
--La cifra es gigante –opiné.
--Sí. Y él está feliz. Feliz. Me dijo: ya puedo morirme tranquilo, lo logramos.
--Y además lograron probar un método que seguirá sacando a gente de la pobreza.
Beatriz asintió, radiante.
--Así es.
Viajaron en clase turista, ella y su hijo.
En la sala de recepción de equipajes del aeropuerto de la CdMx, cruzaron como Pedro por su casa, sin recoger maletas, y con paso deportivo, los dos en tenis.
La gente no se volvía a verlos, la atención puesta en las cintas de hule por donde aparecerían sus maletas o puestas en los omnipresentes celulares, donde creían leer verdades.
Qué estampa para nuestros tiempos: ahí iban tan ligeros los dos personajes centrales de las sesudas elucubraciones sobre las consecuencias éticas de un hecho que jamás existió: no se van a España, ni tienen planeado irse a España; viven y vivirán, hasta donde me dijeron, en México.
-El Universal